Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Las "parabolas" de la vida

Newark 15.12.2014 Juan Pablo Pezzi, Mccj Vuelve la Navidad, termina un año y otro empieza, ¿y si todo eso fuera una parábola de nuestra vivencia humana? Paz a todos, feliz Navidad y próspero 2015.

Lo estuve reflexionando a partir de unas notas que he tomado durante mi visita a la ciudad de Tikal, el centro de la cultura y del imperio maya. Una ciudad que alcanzó su máximo esplendor hacia el siglo IX,  para luego conocer la decadencia El excesivo consumo de madera utilizada para construcción de los cientos de templos, pirámides y altares, sumado al hecho de que los terrenos se utilizaron luego para el cultivo de maíz, dieron como resultado la deforestación y una sequia prolongada  que llevó al abandono de la ciudad y de la región, actualmente conocida como El Petén.

Cuando hace unos 30 años el gobierno empezó una campaña promocional para repoblar la zona, quienes aceptaron regresar fueron los mayas Q’eqchi'.

Nuestro Guía turístico, un joven maya, hace una reflexión sorprendente: "Los Q’eqchi eran los antiguos siervos de la gleba, los pobres de esa época: se fueron como esclavos siguiendo a sus amos  y, como en una venganza alegórica, volvieron como dueños, en grupos enteros de familias, para ocupar las tierras que fueron de sus señores, los sacerdotes y los nobles mayas. La naturaleza, la madre tierra, desafiada y destruida, también tuvo su revancha: se liberó de una cultura suicida y se restableció como señora de la región".

En realidad, “Parábolas”, no son sólo las de Jesús. La vida de Jesús, la de los personajes bíblicos y la de los santos son Parábolas; lo son, por qué no, los acontecimientos de la historia: el  Ébola, el Sínodo de los Obispos, la crisis económica, el fracaso de la política. Todo es Parábola, como lo fueron el dominio y la caída de Babilonia y de Roma, de Grecia y de los asirios, de París y de Londres, capitales imperiales. Parábolas quizás difíciles de comprender, pero llenas de significado. El ciclo repetitivo del año es Parábola y refleja él de los pueblos y de las civilizaciones: es la Parábola del rico que se va con las manos vacías  y deja como su heredero al pobre. La vida se rebela contra los que destruyen, para que aprendan a convivir con la naturaleza y a practicar la justicia: también eso es Parábola.

Filósofos y estudiosos hablan de ciclos, de flujos y reflujos de la historia. Las culturas y las religiones antiguas enfocaban su mirada sobre esta repetitividad; las grandes religiones y la cultura occidental la han sustituido con una visión lineal de la historia que va hacia un fin, un cumplimiento.  La fiesta de Cristo Rey, por ejemplo, habla este otro lenguaje. Instituida por Pío XI para recordar la supremacía de Cristo sobre las instituciones humanas, desde el último domingo de octubre -donde iluminaba las celebraciones de los santos y de los difuntos- fue desplazada al último domingo del año litúrgico para destacar lo esencial de toda celebración: Cristo es comienzo y fin de la liturgia y de la vida cristiana; está en el centro de la Iglesia, de la vida y de las aspiraciones humanas; es Alfa y Omega, Primero y Último, Principio y Fin de la historia humana que va hacia Él porque en Él se resumen todas las cosas, del cielo y de la tierra.  Dos visiones distintas. ¿Cómo se concilian?

En Guatemala he acompañado a los padres en la visita a las comunidades.

La Eucaristía era un acontecimiento: la parroquia cuenta con unas 180 comunidades  a las que  hay que llegar cruzando decenas de kilómetros por caminos imposibles y, por lo tanto, el padre las visita esporádicamente. Después de la misa toda la comunidad se reunía infaltablemente para comer juntos.

El padre una vez me confesó: “Cuando vuelvo cansado de estas visitas me detengo en una esquina del camino: me gusta contemplar estos montes, inspirar la energía que brota de esta vegetación verde esmeralda, dejar correr la imaginación por estos valles tranquilos, seguir el curso de los ríos y perderme con el pensamiento en el agua del Océano. Y me siento revitalizado".

El último sábado me pidieron que celebrara una misa para la conclusión del año lectivo. Pensaba que fuera en un colegio. Me encontré en la capilla de un barrio encaramado en la cumbre de una colina de Ciudad Guatemala, con callejuelas que se podían recorrer sólo a pie: estaba toda la comunidad para agradecer al Buen Padre del Cielo porque una de sus chicas se graduaba. Luego el almuerzo solemne: acepté para darles gusto y me encontré con un plato de cartón entre las manos, dos cucharadas de arroz, una de frijoles y un pedacito de carne. Por champaña una bebida preparada hirviendo cáscaras de piña.

Otras tantas parábolas que estimulan: ¿por qué no nos liberamos de nuestra pasividad y pereza espiritual? De por medio está nuestra libertad, con sus errores, por cierto, y los errores tal vez son más dañinos para la vida que el mismo pecado, porque Dios es bueno y perdona, la vida no. Un eximio teólogo, creo que es Daniélou, decía que el ser humano puede vivir y administrar la sociedad sin Dios, pero lo hará con muchos desastres.

Sin embargo, mientras "leo" la vida de las personas que "encuentro" en el trabajo, en los periódicos, en televisión, la Parábola que “vuelve” con "su” gruta pobre y libres de muchos oropeles , me parece una invitación a vivir de manera  sobria, hecha de compartir y de esencialidad, de pobreza y de interioridad, de acogida de lo que es “naturaleza” y de caminar en la justicia: el dar cumplimiento a nuestra vida, a lo que somos y aspiramos ser, no estará escondido en el "retorno" a una Navidad verdadera? 

 

 

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