Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Si sabes reírte de ti mismo, siempre estarás alegre

Newark 01.04.2012 Gian Paolo Pezzi

Pascuas 2012. Ya es el Domingo de Ramos. Desde la Navidad el tiempo se ha ido veloz. Lo mismo de siempre, cierto, pero sobre todo dos experiencias han absorbido estas semanas.

Ya es el Domingo de Ramos. Desde la Navidad el tiempo se ha ido veloz. Lo mismo de siempre, cierto: la carta mensual y el programa de radio sobre Justicia y Paz, el ministerio sacerdotal en nuestra parroquia y en las vecinas, los encuentros a las Naciones Unidas y con nuestras ONG;  pero sobre todo dos experiencias han absorbido estas semanas.

La primera. Un mes en Ecuador dónde he dirigido una semana de ejercicios espirituales, dictado un seminario sobre cultura y carisma, animado con conferencias sobre el nuevo sentido de la misión al servicio de una congregación religiosa. Esta actividad me ha llevado a recorrer diez ciudades del País, una maratón que "a tu edad te va a cobrar los gastos", me desaconsejaban;  esta  gira me llevaba desde los 2.800 metros de Quito a cero en Machala y de los 3.500 de San Gabriel a la orilla del océano en Esmeraldas.

Contra todo pronostico, todo salió muy. La acogida, la facilidad con que manejaba el español y las técnicas de comunicación, los agradecimientos de los numerosos participantes -laicos y religiosas-, la satisfacción de quien organizó estos servicios, ha dejado en mí una gran alegría y, porque no confesarlo, cierto orgullo profesional; enseguida, pero, redimensionado al volver a las frías y, a veces, vacías iglesias de las comunidades de lengua inglesa del New Jersey. Luego, me acordé del burrito pascual. ¿Conocéis este cuento?

"Jesús entró a Jerusalén montada sobre un burrito" (Mt.11, 1-10). Aquel burrito del Domingo de Ramos volvió a casa feliz y contó con orgullo a su mamá: Hoy he estado en una gran ciudad y, cuando he entrado, todos me han aplaudido. La gente gritaba llena de alegría, tendía capas por las calles,  estaban muy contentos  en verme.

La mamá lo escuchó con sosiego y luego, ¿Fuiste solo?, le preguntó. No, contestó el burrito, estaba llevando a un tal Jesús. Entonces la mamá le dijo: Mira, hijo, cuando puedas  vuelve a aquella ciudad, pero vuelve solo esta vez. Obediente, el burrito contestó: A la primera ocasión lo haré.

Y así lo hizo. A su solitaria entrada esta vez, fue acogido muy mal, insultado: Animal vagabundo, sucia bestia, y maltratado, hasta apaleado. Volvió a su casa, desconsolado. Mamá estoy triste. He vuelto a aquella ciudad pero esta vez, ¡ha sido tan diferente! Nada de aplausos, ninguna capa, ninguna atención. Más bien, me han insultado, maltratado, apaleado. ¡No me han reconocido! Y afligido preguntó: ¿Por qué me ha pasado esto, mamá?

La sabia mamá le contestó: ¡Hijo mío lindo, recuerda que tú, sin Jesús, eres solamente un burro! (Autor desconocido). Decía muy bien a aquel sabio: Si sabes reírse de ti mismo, no te faltarán nunca ocasiones de estar alegre.

Luego la segunda. Desde algunos años tenía un problema en un pie;  me enteré de eso durante el Camino de Santiago, que a lo mejor también lo agudizó. Nada grave, podía caminar y estar de pie también hasta largo tiempo. La sonrisa algo irónica de los dos especialistas consultados me dejó entender la decisión que debía tomar: si piensas morir antes de los 74 años es una cirugía inútil, si cuentas vivir y caminar mucho hasta los 80 es necesaria. Claro, nadie quiso adelantarme el futuro. Luego me llegó la carta de una querida persona con quien he compartido la misión en Burundi: No te canses nunca de ir anunciando; y me decidí por la cirugía. Y ahora estoy contento. No sólo porque todo parece ha salido bien, sino también porque las semanas de inmovilidad me han enseñado un par de cositas sobre mi mismo y el proceso operatorio me han hecho entender muchas cosas del sistema americano. Médicos y enfermeros han sido gentiles y eficientes, por cierto;  pero, quizás porque los cirujanos en general alquilan por horas los quirófanos, la impresión es de estar en una cadena de montaje mientras pasas los trámite de controles a la entrada del hospital, del reparto, de la sala pre-operatoria, de aquella de la anestesia y del quirófano: y las mismas preguntas repetidas sobre cirugías anteriores, alergias, edad, pie de intervenir, etcétera. Si uno se arriesga con respuesta fuera del o del no y de las formalidades en uso, ve la cadena pararse: ¿Cómo se siente?", ¡Cómo uno que tiene 70 años! ¿Disculpe?, como quién dice, ¿Por qué no juega usted el juego?

Y entonces he entendido uno de los problemas hoy por una experiencia de fe: los medios de comunicación, la opinión pública, la cultura globalizante, las comunidades virtuales nos reducen a números en el montón. Creer, percibir, sentir, vivir el amor personal de Dios por cada uno, por mí, se vuelve difícil. Qué Dios "pase" justo en mi vida, porque por Él soy único, importante, resulta algo extraño, fuera de lo "normal." Sin embargo, ésta es la Pascua. Si Cristo ha resucitado, significa -parafraseando Pablo-, que yo –tu- somos realidades hondamente personales, llamados y capaces de resucitar hoy y cada día.

Y este es mi deseo para mí y para ti. Pascuas 2012,  felices y llenas de paz

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