Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Porque matan a los indígenas

28.07.2013 Elaine Tavares Traducido por: Olga Sánchez (Fuente original en portugués) El caso de la demarcación de las tierras indígenas en Mato Grosso do Sul o en cualquier otro estado de Brasil no está fuera del contexto del avance y fortalecimiento del agro-negocio.

Al inicio del siglo XX, Brasil decidió expandir sus fronteras agrícolas, fortaleciendo su posición de país dependiente, exportador de materias primas. Por lo tanto, era necesario avanzar por el interior, abrir caminos para la industria pecuaria y la agricultura. Fue en ese contexto que estuvo presente el Marechal Rondon, quien soñaba con una convivencia pacífica entre indígenas y blancos: “Morir si, matar jamás”. Sin embargo, ese legado de humanidad se perdió con el tiempo.

“Pacificados” los indígenas, llamados a civilizarse y a entrar en el ritmo de la sociedad blanca, fueron perdiendo su identidad, sus raíces, su cultura. Otros, reticentes, fueron llevados a vivir en reservas, como si fueran animales exóticos, con sus tierras reducidas y bajo la tutela del Estado. El territorio pacificado adquirió escrituras, dueños, cercas. A los verdaderos dueños del territorio solo les quedo la nostalgia de un tiempo en que ellos podían vivir en el modo que ellos querían. 

Ahora, durante el nuevo ciclo de desarrollo dependiente brasileño que inició con el gobierno de Lula, es precisamente esa frontera agrícola que se busca expandir una vez mas y de nuevo a las expensas de los pueblos originarios o de los campesinos que no tienen tierra. Sin embargo, cuando aquí se habla de agricultura no se trata de aquella que produce comida para la mesa de los brasileños sino de aquella de exportación, que fue definida con el pomposo nombre de agro-negocio. Este agro-negocio representa más del 22% de la riqueza total producida en Brasil, lo que no es poca cosa. Tan solo China ha importado más de 380 millones de dólares en productos agrícolas, equiparándole en esta cifra los Estados Unidos. 

Según información del Gobierno Federal, los productos más destacables que salen del país son las carnes (1,14 billón de $); los productos forestales (702 millones de $); el complejo soya –grano, harina y aceite- (685 millones de $); el café (605 millones de $) y el complejo caña de azúcar – alcohol y azúcar- (372 millones de $). La mayor parte de la exportación está entonces en los granos (que en lo general sirven para alimentar a los animales) y madera, dos legítimos representantes del monocultivo destructor del suelo. 

Los programas del gobierno apuntan a un sucesivo crecimiento de la producción de granos, principalmente de soya, cuya área plantada ya va aumentando en un 2,3% por año. Por lo tanto, no es por casualidad que el estado de Mato Grosso do Sul sea el principal foco de conflicto de tierra y de violencia contra los indígenas. Es precisamente la región centro-oeste la responsable por el 45% de la producción de soya en el país. Y es allá también en donde existe una grande cantidad de indígenas esperando la demarcación de sus tierras.   

A partir del año de 2003, empezó a ampliarse otra frontera para la plantación de soya y es actualmente otro espacio de conflictos violentos: se trata de la región de la catinga, en el noreste de la Amazonía. También no es sin razón que el gobierno esté llevando adelante obras gigantescas, como las hidroeléctricas en la Amazonía y la transposición del río San Francisco. Todo esto es para atender la demanda de esas plantaciones. Es bueno hacer hincapié que no es comida para el pueblo, es producto de exportación. Va para fuera del país. 

Como que si no fueran suficientes los proyectos estrafalarios, para beneficiar el agro-negocio el gobierno también le hace disponible, a través del Plano Safra, créditos con intereses más abajo a los del mercado. O sea, los más ricos pagan menos por los préstamos, mientras que los pequeños que plantan para la comida que va sobre la mesa de la población, sufren por los intereses altos y por falta de apoyo. También está en camino el Plan Estratégico del Sector Azucarero, que pretende ampliar el área de caña de azúcar para la producción de etanol. Nuevamente, no es comida lo que esa gente produce. 

La lógica es la de siempre: garantizar rentabilidad para pocos dueños de la tierra, reforzar el sistema agroexportador, apoyar la acción de multinacionales predadoras y seguir el camino de dependencia económica, ya que los productos agrícolas de bajo valor agregado vuelven a la economía muy vulnerable. Pero por lo que parece, eso no importa. Lo que vale es seguir invirtiendo en los grandes productores para mantener la balanza en superávit, aunque esto cueste soberanía, destrucción ambiental y la muerte de aquellos que osan perturbar el esquema. 

Así, en la misma semana en que algunos indígenas son asesinados en el estado de Mato Grosso do Sul, el gobierno anuncia otro apoyo de 136 billones de reales para la agricultura empresarial (o agro-negocio). Es la entrega total. 

El caso de la demarcación de las tierras indígenas en el Mato Grosso do Sul o en cualquier otro estado del país no está fuera del contexto de ese avance y fortalecimiento del agro-negocio. Los terratenientes quieren más tierras y no están dispuestos a permitir que personas, que ellos consideran “inútiles”, vivan su cultura de equilibrio ambiental y desarrollo fuera del ritmo capitalista. Para aquellos que solo consiguen mirar a los números del mercado de valores de Nueva York, la población indígena es un obstáculo que necesita ser retirado del camino a costa de lo que sea. Para eso contratan pistoleros y amenazan. Y hacen oídos sordos al clamor que se levanta. 

Ayudados por los medios de comunicación comercial, dominados por la elite que verdaderamente gobierna el país, estos empresarios rurales consiguen penetrar en la cabeza de las personas, alimentándoles un discurso racista, intolerante y violento. Personas sencillas, trabajadoras, gente que debería ser solidaria con los indígenas en su lucha por el derecho de vivir en su tierra, terminan repitiendo las frases diariamente vehiculada en la televisión: que los indígenas son vagabundos, que no quieren trabajar, que no necesitan tierra, que van a vender sus terrenos, que van a explotar la madera y así por el estilo. “Tragan” una mentira que es continuamente  repetida y se vuelven cómplices de otra masacre de la población nativa, la verdadera dueña del territorio. 

Como si eso no fuera suficiente, el Gobierno Federal, estando a favor de los intereses de la clase dominante, usa la fuerza bruta para atacar manifestaciones legítimas de los pueblos indígenas y de las personas que los apoyan. 

El conflicto que hemos visto manifestarse por los caminos de Mato Grosso do Sul, en la Amazonía y hasta aquí, en el Morro dos Cavalos, no es más que la lucha de clases, propia del capitalismo. De un lado el latifundio defendiendo sus intereses, por el otro lado, los explotados, buscando una vida digna. Y en el medio de todo eso una nación alienada por la constante deformación informativa de los medios de comunicación comercial que transforman en enemigo todos aquellos que son víctimas del sistema. 

La salida de ese problema es la lucha misma. Nada será concedido por el gobierno, quien ya se ha arrodillado delante del agro-negocio. Ahora el desafío es desvelar el conflicto, descubrir las causas, abrir los ojos de los que los medios de comunicación han entorpecido. Sabemos que esto es algo difícil. Sin embargo, no es algo que deba paralizarnos. Al contrario, ahora cuando los hermanos indígenas enfrentan las balas y la muerte, es necesario darles apoyo concreto y efectivo. Lo ideal sería que las personas salieran para las calles en solidaridad con la lucha indígena. Mientras que eso no sucede, haremos el trabajo de hormigas, llevando información alternativa a las personas para que puedan comprender el derecho de los indígenas.  

¡No es posible que los sindicatos y los movimientos sociales no se levanten en apoyo! ¡No es posible que los brasileños no se conmuevan con el drama de un pueblo que perdió todo lo que era suyo y que hoy vive confinado en reservas! ¿Qué es lo que hicieron para volverse prisioneros del Estado y de la sociedad? ¿Qué crimen cometieron además de estar viviendo aquí, cuidando sus familias, cuando los invasores llegaron? ¿Por que necesitan pagar por el hecho de existir y querer seguir viviendo con su cultura? ¿Qué haría usted si alguien llegara a su casa y lo quitara de allí con el pretexto de que es necesario que el progreso pase por su hogar, aunque no sería el progreso para todos, sino apenas para algunos? ¿Por qué es mayor el derecho del agro-negocio que el derecho de una comunidad entera? 

Estas son preguntas que no se quieren y no se pueden callar.

Fuente: http://www.brasil.gov.br/sobre/economia/setores-da-economia/agronegocio 

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