Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Equidad y reciprocidad

Newark 28.01.2015 Gian Paolo Pezzi, Mccj Esta Newsletter se interesa directamente de JPIC (Justicia, Paz e Integridad de la Creación) y no toca otros temas incluso cuando los considera importantes. Sin embargo, lo que pasó con Charlie Hebdo el 7 de enero y los ríos de palabras que provocó tocan el corazón de la Justicia y la Paz, ya que ponen en cuestión sus dos fundamentos esenciales: equidad y reciprocidad.

Mientras había manifestaciones en París en contra del terrorismo, grupos militantes y ejércitos regulares masacraban en Nigeria, Pakistán, Siria, Irak y los terroristas de Boko Haram seguían  sus matanzas. Una mujer con velo protege a su niño abrazándolo y suplica al bombardero que pasa sobre su cabeza: "Yo soy Charlie". La reacción internacional en estos casos ha sido muy desteñida. ¿Por qué no nos identificamos también con estos muertos?  Es tan sólo incoherencia en la manera de apreciar la vida humana? Hay algo más! Si esto sucede en la "civilizada" Europa, escribe un periodista italiano, es un grito de alarma, que no hay si todo pasa en África o en Asia. ¿Por qué? ¿Se supone que allá no existe aún la civilización? Aquí es donde el eurocentrismo muestra su rabo de paja y destruye la imparcialidad.

El eurocentrismo hace que 17 muertos en París "valgan" mucho más que miles y millones de otros muertos en el resto del mundo y que actitudes y gestos sean "valorados" sobre la base de un "código" etnocéntrico. ¿Es correcto pensar que masacrar la dignidad de las personas con el insulto es menos grave que matar físicamente, sólo porque así está escrito en los códigos penales de Europa? ¿Sobre cuáles criterios se considera que la libertad de expresión vale más que el respeto a la fe y a las ideas de los demás?

Un periodista inglés observa con agudeza que su primer ministro David Cameron viajó a París "para celebrar los valores de Charlie Hebdo", tal vez sin ni siquiera haber echado una mirada a sus páginas. Fue allá realmente para celebrar la caricatura de Mahoma desnudo con una estrella que le sale del trasero o aquella que lo muestra desnudo con la pregunta: "Y mi c ..., ¿lo amas?". ¿Quería de verdad Cameron alabar la viñeta en que se ve papa Francisco bailando "desvestido" como una prostituta de Río y diciendo: "Dispuesto a cualquier cosa para tener clientes"? ¿O la de Jesús que se masturba y de la Virgen en actos lascivos? ¿Cuántos han ido a las calles de París, o en otras partes del mundo, a apoyar las marchas, sin haber "realmente" visto, al igual que Cameron, las caricaturas de Charlie Hebdo? Muchos se diría al escuchar las robóticas respuestas de los entrevistados: Vine a defender la democracia y la libertad de prensa. No en vano, escribe el periodista británico, a los empleados de la BBC se les prohibió dar a conocer al público los contenidos de estas caricaturas. Había que aplaudir sin saber por qué.

Mantenerse calmados, justos, imparciales -en una palabra ser ecuánimes- implica también reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. Al Papa se le ha escapado decirlo con su hablar franco: "Si alguien dice una mala palabra sobre mi madre, que se espere un golpe". Uno de los co-fundadores de Charlie Hebdo había advertido al director: esa manera de provocar "va arrastrar al personal de la redacción del periódico hacia la muerte". "Si insultas a mil quinientos millones de personas en lo que para ellos es lo más sagrado debes saber que puedes toparte con alguien loco", han hecho notar a sus colegas norte-americanos los cronistas árabes de Al Jazeera. No puedes escribir que son gente fanática y luego quejarte de que se comportan como tales, sobre todo sabiendo que van a desquitarse con los que no tiene nada que ver en el asunto; y, de hecho, en reacción violenta a las nuevas caricaturas sobre Mahoma hubo muertos e iglesias quemadas. A quienes opinaban que el trabajo de los periodistas (incluidos los satíricos) nunca es un crimen, se les respondió secamente: «El periodismo no es un crimen, mas el insultismo no es periodismo. Y no hacer correctamente periodismo es un crimen».
A quien examina con imparcialidad los hechos, le resulta difícil decir "Yo soy Charlie" o como el ex director de Private Eye, el autor de muchas de las páginas satíricas de Hebdo, se le ocurre "mirar con recelo mucho de lo que se ha dicho y escrito sobre estos acontecimientos"

La imparcialidad debe ir acompañada de la reciprocidad. Francisco lo dijo a su manera: "La religión nunca puede matar", "pero no se puede burlarse de la religión del otro". La libertad religiosa y la libertad de expresión van de la mano. ¿Se puede acaso usar legítimamente un discurso de odio? Gritar epítetos intolerantes o estereotipados a las personas de color, cultura o religión diferente, no es sólo racismo, es también algo profundamente equivocado. Quienes defienden a Charlie Hebdo, dicen que la religión es una idea, y las ideas pueden ser atacadas mientras la ley civil y moral no permite el odio contra las personas. Mahoma, Papa Benedicto, Jesús de Nazaret son acaso ideas? Son personas, y Charlie Hebdo las ha atacado brutalmente y regularmente con una sátira intolerante y grosera.

En 1946 los jueces de Núremberg condenaron a muerte a Julius Streicher. No había matado a nadie; en el periódico Der Stürmer, sin embargo, había incitado a sentimientos antisemitas con caricaturas. La ofensiva sátira y vulgar, ¿es entonces libertad de expresión sólo si está en contra de "los otros"? ¿No es lo que se reprocha a los musulmanes? Pretenden mezquitas en Europa, pero no quieren iglesias cristianas en sus países islámicos; quieren ser libre para vivir como musulmanes en los países occidentales, pero no quieren que los occidentales vivan como tales en los países islámicos. La reciprocidad requiere que no se usen diferentes pesos y medidas a su antojo. Como también pide el respeto para las sensibilidades culturales y religiosas de los demás.

Un día me encontré en el tren con un grupo de chicos: discutían acaloradamente usando hasta blasfemias. "¿Qué les hizo Dios para que lo insulten de esa manera?", les pregunté. "Oh -me contestaron-, es tan sólo una forma de hablar". Les hice notar que yo era un sacerdote y que eso me ofendía. Se disculparon y se detuvieron.

Por supuesto, la ironía que no "muerde" no es sátira, pero la sátira reducida a insulto no es ironía, es delito. Incluso cuando es sutil e inteligente la sátira puede ser tal para un occidental, pero en otras culturas y sensibilidades puede resultar únicamente ofensa, insulto, expresión de odio. Los países musulmanes tienen leyes estrictas contra la blasfemia y Francia prohíbe por ley "la incitación a cometer delitos y crímenes. En Francia está prohibido insultar a grupos religiosos, nacionalidades, etnias, razas, orientaciones sexuales o discapacidades". Me pregunto, si en lugar de publicar caricaturas obscenas sobre Mahoma (su cabeza como un pene) o la Trinidad (en un acto de sodomía), Charlie Hebdo hubiese hecho caricaturas sucias sobre las Femen, los trans, las personas con discapacidad, los mineros, los periodistas, ¿hubiésemos tenido 3 millones manifestando en París y en toda Francia? Un periodista de la televisión pública USA a escrito: "Muchos norte-americanos sostienen la causa de Charlie Hebdo hipócritamente, porque saben que un periódico como este en los EE.UU. sería clausurado después de su primera emisión, acusado de insulto a las minorías". Y, ¿es acaso "libertad de expresión la enorme presión para que sólo se diga lo que se ajusta a lo políticamente correcto?" Cristianos detenidos por citar la Biblia en la calle, porque es "ofensa a las minorías"; pensionados procesados por no alquilar habitaciones a los homosexuales; personas amenazadas de cárcel por hacer parodias sobre el actual sistema de "protección de los niños"…

La libertad de insultar, ¿es entonces buena sólo cuando va en contra de las mayorías mundiales? Tal vez a la equidad y a la reciprocidad, habría que añadir también una buena dosis de magnanimidad.

Los antropólogos las llaman "motivaciones escondidas", pero motrices inconscientes a menudo de actitudes de otra manera incomprensibles. El mundo árabe y musulmán no se olvida de haber contribuido a la cultura occidental, de haber estado a un paso de dominar la Europa  entera y de haber sido derrotados en Lepanto y a las puertas de Viena por la inteligencia militar europea. No por la fe en el evangelio!

Recuerdo cómo me fue difícil hacer que una familia católica típica aceptara un hijo gay! Los grupos numérica, social o económicamente minoritarios que aspiran a ser políticamente relevantes tienen a menudo sentimientos violentos de desquite cuando no de venganza por los abusos reales o supuestos del pasado. Papa Francisco recordó la noche de San Bartolomé, cuando los católicos mataron a los hugonotes. Es una falta de la magnanimidad y es un error de su parte: nunca se mata ni por insultos ni por venganza y los muertos en París, así como el Estado islámico en primer lugar afectan a la pretensión del Islam de ser una religión excelente, como reconocen los mismos musulmanes. "Es una muestra de la fuerza el reírse de ciertos aspectos de la institución a la que pertenecemos, porque es una manera de decir que damos peso a lo que está más allá de las formas siempre transitorias e imperfectas. El humor en la fe es un buen antídoto contra el fanatismo y el espíritu de seriedad que tiende a tomar todo a la letra", escribe Etudes, la revista mensual jesuita de Francia, publicando las caricaturas blasfemas contra el Papa y contra Cristo.

Esta magnanimidad, sin embargo, requiere también de un juicio correcto y de cierta grandeza de espíritu que a menudo falta: "Son las mismas personas que gritan contra el velo islámico en Francia las que piden a los musulmanes aceptar sin pestañear los insultos groseros contra su fe. Típico!" (Boubacar Boris Diop).

"El ataque es, de toda manera, condenable"; sin embargo una pregunta es lícita: ¿fue realmente un ataque contra occidente o estaba dirigido solo contra aquellos que habían  ofendido a más de mil millones de personas? Una cosa es "defender la libertad de expresión frente a un régimen", otra es "el reclamo infantil del derecho a ofender" en nombre de principios que ya nadie contesta.

Pensar con magnanimidad nos hace ver cuántos enfrentamientos religiosos, políticos e ideológicos la historia ha demostrado inútiles. Indignarse por muertes sin sentido es fácil,  mas no es para nada efectivo o esclarecedor. Celebrando la conclusión de la 1a Guerra Mundial (1914-1918) y recordando los millones de muertos, hoy nos preguntamos: ¿Valió realmente la pena? He leído que a sus jefes de estado mayor, quienes en 1941 estaban en contra de entrar en guerra porque el ejército italiano no estaba preparado, Mussolini habría contestado, convencido de la victoria de Alemania y Japón: Lo que me importa es tan sólo tener 100.000 muertos para llevarlos a la mesa de negociaciones. ¿Podría ser que alguien lleve adelante la lucha por la libertad de expresión en esta lógica, lejos de los valores humanos de la justicia que exigen imparcialidad, reciprocidad, magnanimidad?

 

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