Los 12 FSM hasta ahora celebrados tuvieron lugar en Porto Alegre (Brasil) en 2001, 2002, 2003; en Mumbai (India) en 2004; de nuevo en Porto Alegre (Brasil) en 2005; en 2006 se realizó por primera vez en distintos lugares: Bamako (Malí), Caracas (Venezuela) y Karachi (Pakistán); en 2007 por primera vez viajó a África (Nairobi - Kenia); en 2009 volvió a Brasil (Belem); en 2011
(Dakar - Senegal), 2013 y 2015 (Túnez - Túnez) enfrentó el mundo árabe y en 2016 Montreal (Quebec-Canadá) se trasladó por primera vez al norte del mundo.
Una carta de principios, establecida por el Consejo Internacional del FSM el 10 de junio de 2001, define sus grandes orientaciones, sus valores y sus reglas básicas de funcionamiento. Consta de 14 artículos que describen el FSM como “un espacio abierto de encuentro para intensificar la reflexión, el debate democrático de ideas, elaborar propuestas, el libre intercambio de experiencias y articulación de acciones eficaces por parte de grupos y movimientos de la sociedad civil”. Bajo el lema “otro mundo es posible” el FMS se opone “al neoliberalismo y al dominio del mundo por el capital” y se contrapone “a un proceso de globalización, comandado por las grandes corporaciones multinacionales y por los gobiernos al servicio de sus intereses”.
El FSM es, por ende, “un proceso de carácter global y todas sus actividades, tienen una dimensión internacional” y deben promover “una globalización solidaria que respete los derechos humanos universales”, los ciudadanos de todas las naciones y el medio ambiente.
Algunos artículos se han demostrado limitantes para la eficacia del FSM: “Los participantes no deben ser llamados a tomar decisiones, por voto o aclamación, como conjunto de participantes del Foro, sobre declaraciones o propuestas de acción que involucran a todos o la mayoría y que pretenden ser puestos en el Foro como Foro”. Aunque “Debe ser asegurada a organizaciones o grupos de organizaciones que participan en las reuniones del Foro, la libertad de decidir por ellos, sobre declaraciones y acciones que decidan desarrollar”, de esta manera el FSM se reduce a veces a experiencia de participación y de encuentro sin eficacia operativa.
FSM “es un espacio plural y diversificado, no confesional, no gubernamental y no-partido” que pretende ser siempre “un espacio abierto a la pluralidad y la diversidad de compromisos y actividades de las organizaciones y movimientos que quieran participar”. Por ende, el espacio del FSM es manejado sea por el Consejo Internacional, sea por los grupos más organizados y al fin con más capacidad financiera. Y esto aunque se diga en él art. 10 que “El FSM se opone a toda visión totalitaria y reduccionista de la economía, del desarrollo y de la historia… y propugna el respeto a los Derechos Humanos, la práctica de la democracia real, participativa, por relaciones igualitarias, solidarias y pacificas entre los pueblos, etnias, géneros y pueblos, condenando a todas las formas de dominación y sometimiento de una persona por otra”.
Sin embargo, el FSM “como un espacio de intercambio de experiencias, alienta el conocimiento y el reconocimiento de las organizaciones y movimientos que participan en él, apreciando su intercambio, sobre todo lo que la sociedad construye para centrar la actividad económica y la acción política en la satisfacción de las necesidades del ser humano y respeto a la naturaleza”. De esta manera el FSM “es un proceso que alienta a las organizaciones y movimientos que participan en él a situar sus acciones, desde el nivel local hasta el nacional buscando una participación activa en los foros internacionales”.
Como siempre, las declaraciones de principio deben ver verificada en las actuaciones prácticas. Y a Montreal se ha notado la brecha entre ideas y realidad. A Montreal hizo falta la palabra del Sud. Alrededor del 70% de los visas pedidos por extranjeros fueron negados y la realización del FSM en un país rico, en tiempo de vacaciones se volvió económicamente prohibitivo por africanos y asiáticos. Y la pregunta que se vuelve insistente al final de un FSM de Montreal es "¿Qué podemos hacer desde aquí en adelante?".
La distancia entre el Fórum con el Sur del mundo es todavía demasiada y no le permite centrarse con estrategias específicas en la solución de los problemas globales. En muchos países soplan vientos de inestabilidad, los valores democráticos parecen desmoronarse menoscabando los valores referenciales necesarios para construir los acuerdos de convivencia solidaria y justa. La violencia del terrorismo echa por tierra la confianza en el diálogo y en la convivencia de las diferencias. El lenguaje de las corporaciones multinacionales crea la ilusión de un cambio, del crecimiento de una sensibilidad por la justicia social y ecológica, mientras aumenta la búsqueda de intereses de parte que asegure beneficios a los pocos de siempre.
En este contexto, sin embargo, el FSM se hace cada vez más necesario pero tiene que evolucionar en sus estrategias. ¿Cómo? ¿Profundizando los encuentros temáticos? ¿Aprovechando el gran poder de influencia que tienen las organizaciones y movimientos sociales para que el FSM sea una herramienta de advocacy en defensa de los derechos humanos y para propuestas alternativas? ¿Haciendo del FSM una globalización de la solidaridad?
Lo que es cierto y percibido por todos los participantes, el FSM sigue teniendo su valor y debe continuar, pero necesita salir de un cierto estancamiento y recuperar la lozanía de sus comienzos sacando agua para un nuevo compromiso social del sentido de la vida, de las historias de la gente y de las comunidades que protegen su forma de vida y ¿por qué no?, del sabor de lo religioso. Si el capitalismo es una religión, con sus ritos de consumo y su mística del deseo inducido, los sueños que se alimentan de lo que es más profundo del ser humano no puede pasarse de lo religioso y hasta de lo evangélico.
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