La Cumbre de la ONU sobre los Sistemas Alimentarios reunió planteamientos de líderes, empresarios, académicos, productores, consumidores y ambientalistas, pero ningún pequeño agricultor ni representante de los pueblos que pasan hambre. La cumbre se proponía revisar los sistemas alimentarios para ver si garantizan que se alcance el objetivo bien definido por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres: “Construir un mundo en el que haya alimentos saludables y nutritivos disponibles y asequibles para todos, en todas partes. Pero esto no debe ser a costa de la naturaleza”.
La cumbre se realizó en el contexto de la 76 Asamblea General de la ONU, celebrada en el pasado mes de septiembre 2021. Los aportes de los participantes a esta cumbre fueron resumidos en cinco propuestas-objetivos (Ver La cinco propuestas de la cumbre).
El primer objetivo-respuesta es garantizar el acceso a alimentos sanos y nutritivos para todos los 811 millones de personas que padecen hambre. “Los más vulnerables sufren, no porque los alimentos escaseen (el mundo produce lo suficiente para alimentar a todas las personas), sino por factores políticos y logísticos que hacen que sea demasiado caro o difícil de conseguirlos”, apuntó un informe presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El segundo objetivo-respuesta es adoptar modalidades de consumo sostenibles para los 7800 millones de habitantes del planeta que sufren de malnutrición y los 1900 millones que presentan sobrepeso. Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) quiere promover una coalición entre Estados, sector privado y entes multilaterales, para garantizar la producción sostenible de alimentos nutritivos que aseguren dietas saludables, lo que implica mejorar el transporte, el almacenaje y la distribución, y educar a las familias consumidoras con una “valoración de la comida”. Cabe recordar que cada año en el mundo se arrojan a vertederos más de 900 millones de toneladas de alimentos.
Un tercer objetivo-propuesta es la de impulsar una producción respetuosa de la naturaleza, a partir de los estudios y debates sobre el impacto ambiental y climático de la agricultura, la ganadería y la actividad pesquera. Guterres ha, por ende, pedido “acabar la guerra con el planeta” y recordó el papel de los sistemas alimentarios en el calentamiento de la Tierra: ellos producen un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero, y son responsables de 80% de la pérdida de biodiversidad.
El cuarto objetivo-propuesta es la promoción de medios de vida equitativos en los que, según Guterres van incluida la defensa de los productores agrícolas y de los trabajadores del transporte y distribución, en particular cuantos han laborado durante este tiempo de pandemia para llevar los alimentos hasta los mercados y los hogares. “Estos hombres y mujeres han sido los héroes olvidados de los últimos 18 meses. Con demasiada frecuencia, son trabajadores mal pagados, incluso explotados, y para cambiar esta situación hace falta reevaluar el enfoque de los subsidios agrícolas y el apoyo al empleo para esos trabajadores”, afirmó el secretario general.
Estudios de agencias de la ONU señalan que de los 540.000 millones de dólares que cada año van en subsidios agrícolas, 87% distorsionan los precios y fomentan prácticas dañinas para el ambiente, y benefician sobre todo a los grandes productores, a expensas de los pequeños agricultores. Y esto cuando estos pequeños agricultores que trabajan en media menos de dos hectáreas producen un tercio de los alimentos que se consumen en todo el mundo, y hasta 80% en regiones de África y Asia.
El quinto objetivo-propuesta es entonces la creación de resiliencia ante las vulnerabilidades que van desde desastres naturales como inundaciones y sequías prolongadas, hasta la persistencia de plagas como las langostas africanas y la crisis del covid-19. Y también antes los conflictos armados que causan el desplazamiento de cultivadores y pastores en zonas de pobreza crónica y los bruscos altibajos en los precios de los alimentos. “Los sistemas alimentarios tienen un poder increíble para acabar con el hambre, construir vidas más saludables y sostener nuestro hermoso planeta”, afirmó en síntesis Agnes Kalibata, enviada especial del secretario general para la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios.
Ahora bien, desde hace dos años, Antonio Guterres, el secretario general de la ONU, ha sido el principal impulsor de esta cumbre. En este tiempo, en 148 países y en todas partes del mundo se ha efectuado más de 600 encuentros, con participación de unas 45 000 personas, para actualizar propuestas encaminadas a disponer de sistemas alimentarios sostenibles. Eh bien, ¿qué decir delante de esta explosión de concertaciones?
El periódico El Salto escribe: “Los precios de los alimentos subieron en todo el mundo un 40 % durante el último año” [léase el tiempo de la pandemia]. Y explica que “en el continente africano se encuentra en situación de inseguridad alimentaria una de cada cinco personas”. En The New Humanitarian se dice: “Reclaman sexo a cambio de alimentos a mujeres en Burkina Faso”. Leyendo estos textos, por asociación de ideas, uno vuelve al ensayo El hambre (Anagrama, 2015), del periodista argentino Martín Caparrós, donde explica lo que es la Bolsa de Chicago.
“Chicago ya no es el lugar donde todo se compra y se vende pero sigue siendo el que fija los precios que después se pagarán –se cobrarán– en todo el mundo. Los precios que definirán quién gana y quién pierde, quién come y quién no come” (p. 287). “Antes era un mercado para productores y consumidores, y ahora se ha vuelto un lugar para el juego financiero, la especulación” (p. 288). “La historia de la comida dio un giro ominoso en 1991 (…). Fue el año en que Goldman Sachs decidió que el pan nuestro de cada día podía ser una excelente inversión” (p. 289). Y así, “La comida se volvió una inversión, como el petróleo, el oro, la plata o cualquier otra acción. Cuanto más alto el precio mejor es la inversión. Cuanto mejor es la inversión más cara es la comida. Y los que no pueden pagar el precio que lo paguen con hambre” (p. 290).
No hay citas más claras y, claro, como de costumbre, la ONU analiza bien los problemas, hace óptimos diagnósticos y dibuja validos principios para solucionar los problema. Pero no se arriesga a ir al fondo del manantial donde la tierra se ha vuelto un lodo pútrido que infecta el agua que luego se saca, se distribuye y se toma. Entonces, a qué sirve tanto hablar? (Ver Qué lo paguen con hambre).
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