El nombre procede del cuerno del Levítico y del perdón del Papa Celestino: un trayecto hecho de conveniencias, rituales populares y tradiciones. Viaje a través de los siglos: orígenes del jubileo (que hoy conviene a todos). Un sistema que «conviene» al papado, a los fieles, a Roma.
Enmarcado todo ahora en el pentagrama católico y papal, el jubileo no es de ahora objeto de chistes y escepticismo: «un solo jubileo pe' tanti ladri è ppoco» (un jubileo para tantos ladrones es poco), decía Belli; y en la época de Tangentopoli la definición de «madre de todos los sobornos» no estaba lejos de la verdad. Y, sin embargo, precisamente por ser tan impuro, revestido de aspiraciones profesionales y formas mesuradas de papolatría, el jubileo parece un mal necesario no sólo para los católicos, sino para nuestro tiempo. Porque toca un nudo ineludible: un nudo político y espiritual, económico y psicológico, diplomático y teológico que es el de la «remisión», la «emancipación», el «perdón». Y no hay nadie que no vea que en un momento dado -cuando la sangre haya dejado de regar la tierra, cuando a la explotación de la tierra no le quede nada que robar, cuando la guerra del tercer capítulo haya agotado su potencial destructivo-, después de todo esto, no bastará nada que no esté a la altura de la promesa jubilar que el Levítico expresa en un lenguaje deliberadamente mítico: «Santificarás el año cincuenta y proclamarás la liberación en la tierra para todos sus habitantes. Será un yobel para vosotros: cada uno de vosotros volverá a su propiedad y cada uno de vosotros volverá a su familia».
Yobel (transliterado por Jerónimo al latín iubilaeum), como el carnero, como el cuerno que lo proclama: que restituye a Dios su lugar de único señor de la tierra y de los vivos, mediante la anulación de las deudas, la liberación de los insolventes y la cancelación de las hipotecas existenciales y territoriales. La Biblia (que luego no menciona su aplicación) fija este año jubilar utilizando una métrica mística: siete veces siete años, marcando así un ritmo en el que la justicia deja paso a la gracia.
Si los maestros rabínicos discuten mucho sobre el significado y los detalles del jubileo, en la tradición de Israel no hay constancia de una práctica jubilar: lo que deja margen para que la Iglesia se apropie (una de las muchas expresiones de la teología del supersesionismo o teología de la sustitución) de la indulgencia del jubileo y la inscriba durante siglos en los sacramentos, la penitencia y la disciplina de la peregrinación. Incluida desde el siglo XI la peregrinación armada de la Cruzada, que ofrece el perdón (eterno) a los que luchan por Dios.
Un sistema que admite a partir del siglo XIII algunas excepciones como la remisión gratuita y no armada: Honorio III concede la misma indulgencia a Francisco para los peregrinos a la Porciúncula (1216), a los que van a la tumba de Tomás Becket (1220), o a los que, por decisión de Celestino V, van a Collemaggio y obtienen el «perdón» (1294). Su sucesor, Bonifacio VIII, la revoca y reafirma la cruzada, pero tropieza con una convicción popular romana. Corre el rumor de que a quienes acudan a San Pedro el 1 de enero de 1300 se les perdonarán todos los pecados, sin pagar y sin matar: y ante la «fe popular» decide en febrero apoderarse de la devoción, rentabilizarla, disciplinarla, dando paso a lo que es y será siempre el jubileo «romano»: un conglomerado de negocios y devoción, triunfalismo y corrupción, poder y piedad, obras públicas y buenas obras. Ingredientes amalgamados por una extraordinaria participación popular y populista, que aprovecha a todos.
Es provechosa para el papado: hasta el punto de que el ritmo jubilar se intensificará con jubileos cada 25 años (como el de 2025), los jubileos extraordinarios y desde el siglo XX los del 33 y el 88 (supuesto aniversario de la muerte de Jesús en la cruz).
Para quienes administran Roma, el jubileo es ocasión de grandes dispendios, desde el siglo XIV hasta nuestro siglo, y de elecciones estrambóticas que van desde las corridas de toros en la plaza de San Pedro hasta la mascota del jubileo 2025, que ha provocado un frenesí social y la alarma de neuróticos católicos que consideran blasfema la marioneta diseñada por Simone Legno, autor también activo en obras no menos kitsch, pero mucho más profanas. Es provechoso para Roma, vendiendo habitaciones y recuerdos pintorescos. Destaca en 1900 la paja sobre la que dormía el Papa «prisionero en el Vaticano».
Es provechoso para los fieles: a los que deciden aprovechar el jubileo para hacer un poco de turismo, y a los que, a la sombra de mercaderes y mercancías, expresan esa necesidad de emancipar (emancipar a Dios sobre todo del uso que hacen de él quienes utilizan su nombre para sacralizar su ferocidad y sus complejos) y de emanciparse a sí mismos (de la culpa, del estigma, de la soledad).
Lo mismo ocurrirá en 2025: un año que trae consigo grandes aniversarios, como el del primer Concilio de Nicea, en el que una fórmula de catequesis bautismal se convirtió en el Credo que Oriente y Occidente profesaron juntos y profesarán el 24 de mayo, con la visita de Francisco al patriarca ecuménico Bartolomeo; y aniversarios más agudos, como el sexagésimo aniversario de la conclusión del Vaticano II, que ve en el trono de Pedro al primer papa ordenado sacerdote después del concilio.
Y que trae consigo la necesidad de mirar más allá del previsible dispositivo por el que, aunque la guerra socave las democracias, los autócratas la vuelven a proponer como instrumento para resolver las crisis. Cuando el Papa Francisco eligió «esperanza» como palabra clave del jubileo, aún se podía pensar en ella como una opción entre muchas. Hoy aparece como una carta a un mañana al que todos llegaremos como «veteranos andrajosos y cansados» y algunos con la insignia de «héroes inútiles» (Gaber): y por tanto con la necesidad de creer que en un rincón misterioso del tiempo (siete por siete más uno) hay un cuerno, un yobel que nos transporta a un mañana que sólo necesitamos saber que existe. Y que, a pesar de todo, existe.
Viaje a través de los siglos: orígenes del jubileo (que hoy conviene a todos)
Ver, Viaggio attraverso i secoli: origini del giubileo (che oggi conviene a tutti)
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