Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Jesús removiendo la piedra de la tumba abre a la humanidad un camino de unidad

Chicago 17.04.2014 Jean Paul Pezzi Confiarse a las “coincidencias” de la vida nos llevan a nuestro verdadero destino: es la sabiduría para entender la toma de conciencia que abre las puertas a una nueva visión de la vida.

Mis saludos y los mejores deseos de paz y bien para ti y todos los tuyos.

Por mi Newsletter mensual sobre Justicia y Paz ya sabes que mis primeros meses de 2014 estuvieron marcados por la experiencia de los seminarios sobre el tema del acaparamiento de tierras que he preparado y luego dirigido en Perú durante el mes de marzo: una hermosa experiencia que ha dejado huellas, (ver: http://www.jpic-jp.org/pt/pl_pub/pl_pub.php?na=136&idm=Es ), también por acontecimientos que no se escriben en un artículo; mientras iba de paseo por las colinas de Arequipa me robaron, cuchillo en mano, mi cámara fotográfica; tuve la alegría de encontrar dos mis antiguos alumnos de filosofía en Congo ahora misioneros combonianos en Perú y, a fin de mes, todos esos cambios de temperatura desde el calor abrazador hasta el frio extremo; a nivel del mar desde la llanura desértica hasta las cumbres más allá de los 4000m, por poco me hacen enfermar. Fue este un buen mensaje: ha llegado el momento de empezar a rezar esa sabia oración, Señor enséñame a volverme viejo.

Leyendo entra líneas ese artículo percibirás cuanto me siento comprometido en este trabajo que me inspiraron los obispos africanos durante el Sínodo especial para África: de continuar así, las absurdas políticas agrícolas europeas traerán a Europa 300 millones de africanos, no 300.000.

La recolección de documentos, la reorganización del blog, la preparación de estos seminarios de 23 módulos (9 ya están listos en español, pero el objetivo es que todos sean bien preparados también en francés y en inglés) sobre un tema social de gran interés como el problema de tierra -lo que implica el problema de la comida para todos- son para mí un verdadero servicio misionero a nuestra sociedad y a nuestra misión como iglesia; el ministerio sacerdotal diario me ayuda a sentir este compromiso no como una alternativa sino como parte integral del único servicio misionero al que estoy  llamado.

Mi experiencia misionera -tanto en Burundi cómo en el Congo, en Ecuador y en Colombia-, me ha convencido de que sólo las personas directamente involucradas en un problema tienen la imaginación y la decisión necesaria para hacerle frente y solucionarlo. Por ello, a menudo he pensado en el pasado y estoy ahora convencido, de que estar presente como misioneros y religiosos en los organismos internacionales -Parlamento Europeo y Naciones Unidas, por ejemplo- sólo tiene sentido bajo ciertas condiciones. En concreto: si se trabaja en construir puentes con la base que permitan un flujo bidireccional de información y conocimientos; si se echa una mano para resolver o al menos aclarar los problemas que tanto dolor traen a nuestro mundo; si se obra para crear conciencia de los derechos y deberes a los que se encuentran en la parte inferior de la escala social y de quienes están sentados en la parte de arriba. En una palabra, si las esperanzas y los sufrimientos de los pobres son vistos con los ojos del Padre, enfrentados con el corazón de Cristo, vividos con la sabiduría del Espíritu. 

En Perú, he visto que esto es posible. En Chincha, cerca de Lima, durante la Eucaristía de clausura un campesino pidió perdón: por 40 años, he luchado a favor de nuestros derechos inculcados por el estado y por los poderosos -dijo-; sin embargo, aquí me he dado cuenta de que muchas veces me olvido que el respeto a la tierra, el no desperdiciar agua y energía, el vivir con convencida sobriedad frugalidad son formas de dar gracias a Dios por sus dones y de amar a los demás; las riquezas del planeta no son un fin en sí mismas, ni tampoco son infinitas.

En San Ramón, puerta de entrada a la selva amazónica, hubo el comentario: Nos parece escuchar el grito urgente de la Tierra, Defiéndeme para la vida y las generaciones futuras! La tierra es un don de Dios y es su voluntad que siga siendo el hogar de todos!; esto me llevó a repensar dos documentos que acompañan a mi reflexión en estos meses, a pesar de sus defectos de forma y de contenido. El primero Las oraciones del Cosmos, Meditación de las palabras arameas de Jesús, de Douglas Klotz, es una relectura del Padre Nuestro y de las Bienaventuranzas en búsqueda de los significados ocultos en las palabras originales, para saborear el sonido y las vibraciones que los mantras arameos de Jesús traen: quiere despertar el místico que está dentro de cada uno de nosotros al igual que lo hacían las palabras de Jesús hace dos mil años. 

Revivir la Buena Nueva del Reino con el corazón –y con el cuerpo arraigado a la tierra-, nos abre a la dimensión cósmica típicamente oriental que sin duda empapaba la experiencia religiosa del judío Jesús: es saborear la Danza Universal, el Himno del Universo de Teilhard de Chardin, que en el Evangelio de Jesús respira y vive como anuncio y se hace oración. De hecho, ¿qué es la oración, si no “la inhalación y exhalación del único respiro del universo”? (Hildegarda de Bingen). Padre  en la luz de todos nosotros y de todo lo que se mueve: Tú eres el respiro y la armonía que nos llena; Tú el Nombre de todos los nombres, Tu nombre es santo cuando decimos santos todos los nombres del universo.

El segundo es una novela ambientada en las hermosas montañas con sus cumbres fascinantes, en la tupida y profunda selva de Perú, en esos valles que llenan el corazón que he contemplado en marzo. Se titula, La profecía de Celestino y se presenta como un antiguo manuscrito, en el que parábolas y aventuras ofrecen una claves para interpretar la existencia: confiarse al flujo de las coincidencias de la vida cotidiana que, una vez interpretadas, nos llevan a nuestro verdadero destino, es la sabiduría para entender ese sobresalto de conciencia que abre las puertas del tercer milenio a una nueva visión de la vida. Entonces podremos amar al planeta tierra, sus criaturas y sus bellezas. Narrado en primera persona, es la experiencia de un personal despertar espiritual y de una búsqueda para llegar a esa toma de conciencia de la unidad universal que es energía sumergida de donde sacar hoy luz y fuerza.

La persona, termino final de toda la evolución, evoluciona absorbiendo inconscientemente la energía de los demás para lograr una más alta calidad de vida: se trata de un conflicto que continúa hasta que, tomando conciencia de que nos estamos olvidando del porque vivimos, no empezamos a buscar sin enfrentamientos nuestra unidad radical con todos y con todo.

El trabajo que estoy haciendo, y estas reflexiones, me llevan a revisitar el pecado original que me parece siempre más, no la culpa de los orígenes, sino el origen de nuestros errores actuales; y la creación que no es un hecho del pasado, sino una atracción universal que nos viene desde ese futuro, cuando Dios será todo en todos y todo, como dice San Pablo. Las palabras de Caifás que están en la liturgia de estos días -Es mejor que uno muera por el pueblo y no se pierda la nación entera-, provocan la reflexión de San Juan: Dijo esto, porque siendo sumo sacerdote profetizó que Jesús había de morir por la nación, no solamente por eso sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

Todos somos hijos e hijas de Dios en esta tierra. En su resurrección Jesús es verdaderamente el primogénito –el que abre la vagina, según la expresión bíblica-, porque removiendo la piedra de la tumba abre desde el seno de la tierra a la humanidad un camino de unidad, por cierto,  de intenciones y de corazones, pero también de relaciones físicas y psicológicas que nos convierten en el Uno de la múltiple Unidad del único Dios.

La experiencia de paz y reconciliación de la Pascua llenen tu corazón.

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