Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Ganadores y perdedores. De la Biblia la invitación a no desanimarse

http://www.illibraio.it 28.09.2022 Alberto Maggi Traducido por: Jpic-jp.org

Como recuerda el biblista Alberto Maggi en su reflexión para el Libraio.it, "cuando el mal parece tener la sartén por el mango en realidad demuestra que ya está derrotado. Precisamente por eso Jesús nos invita a tener ojos para ver y oídos para oír, y así interpretar con su Espíritu los acontecimientos de la historia, conscientes de que todo gigante tiene pies de barro y está destinado no sólo a derrumbarse ruinosamente, sino también a desaparecer 'sin dejar rastro'..."

En el momento más dramático de su vida, cuando está a punto de ser capturado, escarnecido y humillado, torturado y asesinado como un maldito por Dios, Jesús anima a sus discípulos y les dice: "Tened valor: yo he vencido al mundo". La de Jesús no es una promesa futura. No asegura que vencerá, anunciando el triunfo de la resurrección, sino que declara que ya ha vencido.

¿Cómo puede afirmar esto? Nada parece permitir esta certeza, esperanza o ilusión, sino todo lo contrario. Jesús ha fracasado en su misión. Tiene a todos en su contra.

No sólo "ni siquiera sus hermanos creen en él”, "muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no iban con él", sino que incluso las propias autoridades religiosas, los dirigentes del pueblo estaban seguros de que Jesús es un pecador, un loco poseído por un demonio. Por eso intentan apedrearlo por blasfemo y quieren matarlo.

Jesús arrastrará también a sus seguidores a este dramático fracaso suyo, hasta el punto de advertirles que "serán expulsados de las sinagogas y que quien los mate creerá que adora a Dios".

Pero, a pesar de todo, Jesús está seguro de que quienes, como él, defiendan la Vida, la Luz y la Verdad, vencerán siempre sobre la mentira, las tinieblas y todas las formas de muerte. Verdad, Luz y Vida en los evangelios están siempre relacionadas con el amor incondicional del Creador por sus criaturas. Para el Señor, no hay valor que pueda sobreponerse al bien del hombre, a su libertad y a su felicidad.

La convicción de Jesús de que ya ha vencido proviene de haber aceptado plenamente el plan del Creador y de su compromiso, hasta dar la propia vida, de colaborar en la acción creadora del Padre de hacer de cada hombre su hijo. De ahí la certeza que muestra Jesús, a pesar del envoltorio mortal que está a punto de envolverle y engullirle, de que es victorioso.

Cuando la tierra aún estaba "informe y desierta y las tinieblas cubrían el abismo", el Creador ya estaba actuando y su espíritu vibraba sobre las aguas generando la vida que comenzaba a surgir y manifestarse. Siete veces en el libro del Génesis la acción del Creador se traduce con la expresión "Dios vio que era bueno", donde el hebreo tov indica no sólo lo que es bueno, sino también lo que es bello. En realidad, no había nada bueno, y mucho menos bello, sino que lo que se materializaba en la naturaleza como efecto de la Palabra creadora era un magma espantoso y ciertamente nada atractivo. Sin embargo, la mirada del Creador no estaba fija en lo que era, sino en lo que llegaría a ser aquella masa indistinta de elementos.

Dios es el artista que en la masa informe ya ve su obra maestra. Realizarla requiere tiempo y paciencia, quizá demasiados para nosotros que, en cambio, lo deseamos todo y enseguida. Sin embargo, la prisa no parece formar parte de la acción divina, que respeta los tiempos y modos de la naturaleza y los ciclos vitales. La Escritura compara la acción creadora con los dolores del parto, donde los gemidos y el sufrimiento preludian una gran alegría. Del mismo modo que un ser humano no nace ya adulto, completo, sino como un niño frágil e indefenso, necesitado de cuidados y atenciones, para el que no respetar las etapas necesarias de crecimiento sería catastrófico, así es el dinamismo del progreso en la historia humana.

Hay un desarrollo, una lenta, pero al mismo tiempo "ardiente expectativa" de transformación de todo lo inhumano en humano, que lleva su tiempo y necesita la cooperación activa de los individuos para alcanzar su plena plenitud. Y su cumplimiento es más que seguro. Jesús vino a realizar la acción creadora del Padre, para quien "ningún proyecto es imposible".

La obra maestra del Creador, a la que apunta toda su acción, es el hombre hecho a su imagen. Pablo escribe que, incluso "antes de la creación del mundo", Dios había elegido a los hombres para que fueran sus "hijos adoptivos por medio de Jesucristo". El Señor cuida de este designio suyo y no permitirá que los acontecimientos de la vida lo arruinen o destruyan. El Dios para quien "nada es imposible", con su acción y la cooperación activa de sus criaturas, hace que cada acontecimiento de la vida, por difícil o doloroso que sea, no eche a perder su obra, sino que se convierta en una oportunidad de crecimiento y una ocasión de enriquecimiento.

 

Jesús asegura que las situaciones de la vida que pueden parecer piedras que la aplastan son en realidad pan que la alimenta ("¿Quién de vosotros, al hijo que pide pan, le dará una piedra?").

Pablo, basándose en su experiencia que le llevó a afirmar que cuando es débil es cuando es más fuerte, no habla de esperanza sino de certeza, no sólo la suya, sino la de aquellos que como él han experimentado el amor de Cristo. Incluso llega a afirmar que "sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que han sido llamados según su designio". El Apóstol no sólo da a Jesús la certeza de que ya ha vencido, sino que, enumerando todos los posibles peligros, desgracias y calamidades que pueden acaecer a un hombre (de la tribulación a la angustia, de la persecución al hambre, de la desnudez a la espada), concluye exclamando triunfalmente que “en todas estas cosas somos más que vencedores”. El creyente no es un perdedor y no sólo vence, sino que vence de creces.

No sólo el que cree en Dios y en Cristo, sino cualquiera que crea en la Vida, la Luz y la Verdad. Por eso la Pascua es un acontecimiento humano, porque asegura la victoria del bien, de la verdad en la luz de la vida. Feliz Pascua, pues, a todos, creyentes y no creyentes.

Véase Alberto Maggi – Vincitori e vinti: dalla Bibbia l’invito a non scoraggiarsi

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