Carta enviada por el administrador de este blog a amigos, familiares y conocidos con motivo de la Navidad e 2022.
La paz y las bendiciones que el nacimiento de Cristo nos ha traído sean sobre ti y tus seres queridos.
Quiero compartir contigo dos acontecimientos que han enriquecido mi vida y una preocupación.
Durante julio y agosto, dirigí dos semanas de ejercicios espirituales para los sacerdotes diocesanos de Butembo-Beni: 84 en el primer grupo, 110 en el segundo. Durante dos tardes hicimos también una experiencia sinodal de escucha mutua y de diálogo para captar lo que el Espíritu pide a esta Iglesia en medio de los conflictos y la violencia interna e internacional.
Así pude profundizar en el conocimiento de la realidad eclesial. El clero diocesano vive en comunidades sacerdotales: una casa, una mesa, una caja. Un fondo común también para las enfermedades, la manutención del clero, el desarrollo de nuevas parroquias y la "Casa Común" en la vida de la diócesis.
La gente, a pesar de la pobreza y la inseguridad, coopera generosamente en el funcionamiento de la comunidad eclesiástica. La inseguridad es el gran obstáculo para cualquier iniciativa, progreso y camino sinodal. Las bandas armadas que infestan nuestro territorio están infiltradas por elementos ugandeses y, sobre todo, ruandeses que buscan beneficios en las minas artesanales de oro, minerales preciosos y coltán. Por eso decidí unirme al proyecto diocesano "Paz y Seguridad para Butembo-Beni".
La diócesis rebosa de vocaciones religiosas y sacerdotales, pero sufre un retorno de las prácticas paganas y tradicionales –brujería, fanatismo, magia- y de unos antivalores: irresponsabilidad, violencia, mentira, bandolerismo, fenómenos casi desconocidos hace veinte años. Hay un cierto encaprichamiento por todo lo que es "nuevo": canciones, moda, teléfonos móviles aun sin funcionar siempre en la mano. Los jóvenes y las mujeres ocupan un lugar destacado en la vida de la comunidad, pero en la sociedad y en la Iglesia sigue dominando la concepción sacro-patriarcal. El resultado es una mezcla de formalismo y ritualismo que se transmite a las ceremonias religiosas y a las relaciones entre los fieles y el clero. Resulta entonces difícil hacer frente a los fenómenos sociales importados de la nueva ética mundial, como la prostitución, el tráfico de niñas atraídas desde el campo con la ilusión del trabajo y la escolarización y luego puesta en las "tora", donde se vende alcohol y sexo. Justo al lado de la catedral, ha nacido el "QG"(Cuartel General) donde la policía organiza bandas de chicos para que roben por encargo, recompensándoles con unos cuantos céntimos. Una sociedad y una Iglesia vivas, pues, pero también necesitadas de una revolución moral y social para hacer frente a la realidad, a los efectos de la globalización que están presentes en todas partes, y a los conflictos que las desestabilizan generando pobreza, odio y venganza.
Hacia el final del año, participé en el curso llamado de la ancianidad. Éramos unos diez combonianos. Juntos reuníamos casi 500 años de experiencia y vida misionera, cada uno con su propia personalidad bellamente manifestada y sólidamente defendida como lo hizo Comboni, nuestro fundador. Había el misionero refinado y juguetón que venía de los Andes peruanos, y el trotamundos de aspecto desaliñado; el pacífico que habla en voz baja siempre lanzando flechitas, y el que pretende ser respetuoso molestando a todo campo; el manitas incapaz de prepararse un bocadillo, y el que arrastra los pies gastados por los embarrados caminos africanos; y el que tiene siempre algo que comentar. Una variedad humana, seria y gozosa, que debió inspirar la encíclica Evangelii Gaudium.
Todos habíamos superado el umbral de los 70 y la mayoría él de los 80. En el curso, algunos buscaban la serenidad para hacer un balance de su trayectoria espiritual, otros para releer sus vidas. Unos se preparaban para retirar de los remos y otros revisaban el pasado para reconciliarse con los muchos motivos de satisfacción o frustración. Allí estaban los eternos "jóvenes": octogenarios felices y despreocupados, llenos de planes para aquellos cuyo "descanso espiritual" sigue siendo la búsqueda de experiencias que alimenten y actualicen su comprensión de la Biblia y de las directrices de la Iglesia. También había los perennemente satisfechos: el mundo parece estar hecho para ellos y ellos para el mundo, con el espíritu, incluso él con la mayúscula, inflando sus velas. Un tónico para la higiene mental de todo el grupo.
Una experiencia gozosa aunque impregnada de tristeza, refrescante y amonestadora al mismo tiempo, fue visitar Castel d'Azzano, la casa-reposo de los misioneros que ya no son autónomos. Volver a ver a amigos de juventud, antiguos superiores provinciales y generales, fundadores y directores de revistas, animadores de "ciudades de los chicos" y parroquias, en el ocaso de la vida fue penoso y consolador. Misioneros que, después de escuchar el ir y anunciar, y de haber sido sal y luz del mundo con buenas obras viven la palabra cuando lo han hecho todo, digan 'somos siervos inútiles'. Inútiles en un sentido profundo: la misión y el Reino son de Dios estaban ante nosotros y avanzan después y sin nosotros. Inútiles, pero libre de la duda de ser a veces utilizados por el poder político por el bien que se hace, o por la Iglesia por ideas que huelen a ideología. Inútiles, sin valor, descartados diría el Papa. Sin embargo, signos de lo esencial: amar y ser amados por lo que uno es y no por ser útil. ¡Ya! Es que toda vida tiene sentido.
Incluso cuando está a punto de extinguirse. El Loco le dice a Gelsomina en la película de Fellini, "La strada – La carretera": "Toma esa piedra allí.... Ella también sirve para algo". "¿Para qué?" Y el Loco: "¿Cómo voy a saberlo? Si lo supiera, ¿sabes quién sería?". Gelsomina: "¿Quién?". "El Padre Celestial que lo sabe todo... ¿cuándo naces, cuándo mueres? No. 'No lo sé pero para algo debe servir: si ella fuera inútil, entonces todo sería inútil'. Misioneros, 'siervos inútiles' y sin embargo... con 'sentido' en el universo de los hombres y... especialmente en el de Dios. ¿Y qué sentido tiene entonces lo que nos ocurre aquí en este rincón del mundo?
Llego a Goma -de regreso a Congo-, cuando el movimiento rebelde M23, patrocinado por Ruanda, está a 20 kilómetros y amenaza con retomarse la ciudad como lo hizo hace diez años. En el complejo escolar de los Salesianos se amontonan 6.000 familias que huyen de la guerra, no muy lejos de donde fue asesinado el embajador italiano. En Butembo, al día siguiente de mi llegada a un cruce de caminos, aparece la cabeza de un decapitado. La tercera en una semana: imagen de una situación política y militar difícil, sangrienta e incomprensible que domina en el Ituri, al este del país. Parece que estamos viviendo lo que la liturgia ha estado diciendo en las últimas semanas: se levantará nación contra nación y reino contra reino; habrá terremotos, hambre y peste. Vecinos contra amigos, como en un Walmart de Virginia (EE.UU.), donde un empleado mata antes de suicidarse; como en Ucrania, donde una bomba mata a un bebé aún antes de salir de la maternidad; como en Jerusalén, donde a los atentados se responde con la venganza. Les pondrán las manos encima y los perseguirán. Esto también en la diócesis de Butembo-Beni. La violencia continúa contra los sacerdotes -3 secuestrados hace 10 años de los que no se sabe nada, otros asesinados durante o al final de la eucaristía-, contra religiosos y religiosas, laicos, catequistas, agentes de pastoral, líderes comunitarios.
A principios de 2022, el Papa Francisco dirigía una oración y una invitación a la fraternidad. Y hoy nos encontramos a hablar de guerras, a ver imágenes sangrientas, a presenciar escenas que nos cuesta reconocer como nuestras. "La guerra, cualquier guerra, es siempre y en todas partes una derrota para la humanidad", dijo el Papa Francisco al Congreso Judío Mundial. La paz no puede ser "una promesa para el otro mundo, sino una realidad en este". "La ira de Dios se encenderá contra los responsables de los países que hablan de paz y venden armas para hacer la guerra". La guerra es "un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal". "Cada guerra deja al mundo peor de lo de antes": víctimas, refugiados, madres que pierden a sus hijos, niños mutilados y privados de la infancia, personas que luchan y se destrozan entre sí, jóvenes que sólo conocen la violencia (Fratelli tutti).
Señales de una humanidad cada vez más miserable que necesita más que nunca de la fraternidad y de la compasión que toman el relevo sobre el interés económico y la ambición de unos pocos. ¿Qué se puede hacer? La mente y el corazón se pierden en esta cuestión. Todo parece no tener sentido. Y, sin embargo, si lo tiene. Hay una respuesta y nos llega desde la Navidad, desde esta Navidad, porque "Donde nace Dios, nace la esperanza: Él trae la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, ya no hay lugar para el odio y la guerra" (Papa Francisco).
Feliz Navidad a todos, especialmente a los que buscan y construyen la paz.
PS.
Ø Mis datos de contacto: tel. y WhatsApp: +39 328 732 6990 // +243 991 457 856.
Ø Correo electrónico: pezzijp@hotmail.com y el blog www.jpic_jp.com;
Ø El enlace https://www.flickr.com/photos/194566074@N05/albums para las fotos
Deje un comentario