"¿Cuáles son los grandes ideales, y también las formas tangibles de avanzar, para quienes desean construir un mundo más justo y fraterno en sus relaciones ordinarias, en la vida social, en la política y en las instituciones?", se pregunta Isabella Piro en un artículo para Vatican News, Fratelli Tutti. Esta es la pregunta principal a la que Fratelli Tutti se propone responder.
La encíclica tiene como objetivo promover una aspiración universal hacia la fraternidad y la amistad social. “Nadie puede afrontar la vida en aislamiento”; ha llegado, pues, el momento de “soñar como una sola familia humana” en la que todos somos “hermanos y hermanas”, dice el Papa (n. 8). Fratelli Tutti, por tanto, proclama que el amor es "el tipo de atención que devuelve la salud a un mundo roto y sangrante", comentó Anna Rowlands, durante el acto de presentación de la encíclica.
Y no fue la única que elogió al Papa Francisco por este mensaje de concordia en medio de la discordia. "Como joven musulmán estudioso de la Sharia, del Islam y de sus ciencias -dijo el juez Mohamed Mahmoud Abdel Salam-, me encuentro, con mucho amor y entusiasmo, de acuerdo con el Papa. Todas sus propuestas nos infunden un espíritu de entrega al renacimiento de la fraternidad humana". "La encíclica nos muestra que todos somos guardianes de la paz" (Andrea Riccardi), porque llama "Las religiones al servicio de la fraternidad en nuestro mundo", diciendo: "El esfuerzo por buscar a Dios con un corazón sincero, siempre que no sea contaminado por fines ideológicos o egoístas, nos ayuda a reconocernos unos a otros como compañeros de viaje, verdaderamente hermanos y hermanas” (Capítulo 8).
La encíclica, sin embargo, es una meditación social sobre el Buen Samaritano y puede leerse en el contexto de la preocupación central del Papa Francisco por los pobres y del camino cristiano en el compromiso por ellos.
Si bien la preocupación por la justicia social en la Iglesia Católica ha comenzado con el Papa León XIII, la centralidad de los pobres volvió durante el Concilio Vaticano II (CV2) y se plasmó a través de algunos gestos significativos. Tres semanas antes del cierre de la CV2, en las Catacumbas de Domitila, cerca de Roma, 42 obispos firmaban un compromiso llamado El Pacto de las Catacumbas, comprometiéndose a vivir como los más pobres de sus feligreses. Unos días después, el Papa Pablo VI, renunciando a la silla gestatoria, entraba a pie en la Basílica de San Pedro y durante la ceremonia depositaba sobre el altar la tiara, la corona que representaba la triple autoridad del Papa. El padre Pedro Arrupe, superior general de los jesuitas en ese tiempo, en 1968 acuñó la frase opción preferencial por los pobres, retomada muy pronto por los obispos católicos de América Latina y que será plenamente acogida por la Teología de la Liberación.
La expresión, sin embargo, no tardó en enfrentarse a las críticas. Sobre todo porque no hay opción cuando se trata de lo esencial. No hay opción por la vida que es fundamental para los seres humanos. No hay opción por el amor entre los cristianos, siendo el amor esencial en la vida de fe. Para una sociedad, no hay opción por la justicia: la justicia es esencial, no una opción en la vida social y el clamor de los pobres que piden por la justicia debe ser escuchado.
Era un llamado a volver a los textos bíblicos, donde la preferencia por las personas indefensas, que viven al margen de la sociedad, es clara y fuertemente proclamada en la primera bienaventuranza en su doble versión, la original según la relata el Evangelio de Lucas - Bienaventurados ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios, y según la editada por Mateo, Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Las puertas se abrían de nuevo de par en par, para la perspectiva bíblica. Vivir en la pobreza es una elección de fe, un regalo et una bendición y no hay opción por los pobres donde primero no se pone en camino una opción por la pobreza evangélica. Ser pobre no es un crimen, no es una maldición, ni un destino. La gente no es pobre, es empobrecida por la codicia y la injusticia social.
El trabajo de los cristianos por la justicia no puede, entonces limitarse a una opción por los pobres; debe ser un compromiso para empoderarlos y brindarles oportunidades para que ellos mismos construyan su vida en dignidad. Los pobres son personas con voluntad y conciencia, dones y fortalezas, así como con debilidades y faltas. En este siglo XX, los instintos y deseos, las imágenes y la cantidad de cosas percibidas como imposibles de prescindir, han hecho que dependamos en todo de la cultura liberal con su búsqueda desenfrenada del placer y de las últimas modas, lo que nos impide acercarnos en libertad a los pobres y a los asuntos de pobreza. Es un derecho y un deber de los pobres asumir su responsabilidad frente a los problemas.
La opción por los pobres se ha convertido, por tanto, en la opción para superar con los pobres el principal obstáculo a la justicia social, que son las innumerables desigualdades económicas y políticas.
El Papa Francisco lo expresó claramente: "Mientras que los ingresos de una minoría aumentan exponencialmente, los de la mayoría se desmoronan" (A los embajadores del Vaticano)".
"La teoría o la actividad económica y política debe apuntar a proporcionar a cada habitante del planeta los medios mínimos para vivir con dignidad y libertad", mantener a su familia, educar a sus hijos, alabar a Dios y "desarrollar el propio potencial humano".(Letter to Prime Minister David Cameron for the G8 Meeting).
Fratelli Tutti, a través de la Fraternidad y la Amistad Social, es entonces la última y mejor formulación del ideal de la justicia social y de la preocupación cristiana por los pobres, al afirmar que el amor y la atención son ley preeminentes y modelos para lograr la amistad y la justicia social.
En efecto, la encíclica es una meditación social sobre el Buen Samaritano y responde a la pregunta: ¿Quién es mi prójimo?, afirmando: "La palabra 'prójimo' en la sociedad de la época de Jesús solía indicar al que es más cercano, próximo. Se entendía que la ayuda debía dirigirse en primer lugar al que pertenece al propio grupo, a la propia raza. Un samaritano, para algunos judíos de aquella época, era considerado un ser despreciable, impuro, y por lo tanto no se lo incluía dentro de los seres cercanos a quienes se debía ayudar. El judío Jesús transforma completamente este planteamiento: no nos invita a preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos" (n° 80)
Es la solidaridad universal que está puesta al centro. Cabe recordar que incluso este fue el mensaje de Juan el Bautista en su llamado a preparar el camino al Mesías. A quienes buscaban el perdón les pedía un compromiso solidario: si tienes dos abrigos, dale uno a quien no tiene; si tienes comida, haz lo mismo. No cobre más de lo que es justo. No tome nada por la fuerza.
Papa Francisco, al final de la encíclica, cita a Charles de Foucauld quien eligió estar del lado de los últimos "abandonados en lo profundo del desierto africano". Deseaba "sentir a cualquier ser humano como un hermano", y devenir realmente el "hermano de todos", y ser el "hermano universal". "Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos", concluye el Papa.
El llamado del CV2 por una justicia social teniendo a los pobres en su central ha hecho un camino. De la opción por los pobres, pasando por la opción con los pobres se ha convertido en la opción para que la sociedad cambie a través de los pobres, a fin de que la Tierra se convierta en la casa común de nosotros, Fratelli Tutti.
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