Es imposible imaginar a Vladimir Putin como un abogado del clima. Sin embargo, y ahí está la paradoja del asunto, el presidente ruso podría estar en el origen de una aceleración sin precedentes de la transición energética. Ya lo dice el refrán: "No hay mal que por bien no venga".
Según The Economist, la guerra de Ucrania ha retrasado entre cinco y diez años el calendario de la des-carbonización mundial.
Mientras que el carbón ha vuelto con fuerza y los precios de los hidrocarburos se han disparado -debido al chantaje constante del líder del Kremlin-, el retorno de los combustibles fósiles esconde una "historia mayor", según el semanario británico: la de la creciente competitividad de la energía solar y eólica frente al petróleo, el gas y el carbón, que se han vuelto "más escasos y más caros".
El mundo político no es ajeno a la ayuda con subvenciones para la transición. En Europa, el Green Deal destina 250.000 millones de euros a las tecnologías limpias; en Estados Unidos, el Inflation Reduction Act asigna 400.000 millones de dólares a las tecnologías verdes en diez años. Hasta la China que se ha fijado el objetivo de producir el 33% de su energía a partir de fuentes renovables de aquí a 2025.
La Agencia Internacional de la Energía predice que la capacidad de energía verde aumentará en 2.400 gigavatios entre 2022 y 2027, lo que equivale a la producción total de electricidad de China en la actualidad. Esto supone un 30% más de lo que la agencia esperaba antes de la invasión de Ucrania. El detonante ya se ha producido, según Die Zeit: la Unión Europea se ha ahorrado 12.000 millones de euros en sus importaciones de gas desde el inicio de la guerra gracias a una producción "récord" de energía eólica y solar.
La crisis energética ha sensibilizado a los consumidores. El New York Times se congratula de que en Europa "no haya ocurrido lo peor" en este invierno de peligros energéticos. No hubo escasez ni apagones, pero sí se atendieron los llamamientos a la sobriedad: la demanda de gas cayó un 24%.
Es cierto que el consumo cayó también porque los precios se dispararon y las amenazas oscurecieron el horizonte. Pero esta aceleración de la transición verde es la prueba de que es posible promover otras formas de consumo sin necesariamente recurrir al "ejércitos de chalecos amarillos", señala el editorialista del diario americano. Y que no es ingenuo pensar que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) tiene razón cuando estima que "la reducción de la demanda" podría reducir las emisiones mundiales de CO2 entre un 40 y un 70%. Este invierno, que parece una primavera de energía verde para Europa, nos da motivos para creerlo.
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