El número especial, con reportajes y ensayos, de ‘El Atlántico’ de octubre de 2018 era una lluvia de ideas sobre la pregunta: "¿Se está muriendo la democracia"? La cuestión ya había sido planteada por Gideon Rose, en su nota como editor de la edición de mayo / junio de ‘Foreign Affairs’.
Durante los últimos cuatro años, era bastante común señalar con el dedo a Trump y la supremacía blanca como las principales amenazas para una verdadera democracia. "Trump se ha ido, pero el trumpismo se ha mantenido", escribe Roberto Savio en su artículo (10 de noviembre de 2020) publicado en la revista online 'Otras noticias'. Como lo expresa el columnista Greg Sargent en la sección 'Opinión' de ‘The Guardian' (4 de marzo de 2021), "La estafa de Trump está viva y coleando en el Partido Republicano. Y es perfectamente plausible que seguirá dando resultados para los republicanos, quizás de una manera espectacular".
‘The Atlantic' insiste en que "La crisis de la democracia en los Estados Unidos es solo un gran ejemplo, aunque en contextos muy diferentes, de lo que está sucediendo en todo el mundo, desde Hungría a Brasil, desde Italia a Egipto en un amalgama político, económico y social”.
¿No será el momento, por tanto, de preguntarnos si nuestras ideas sobre la democracia no son por casualidad obsoletas? La democracia es el gobierno de todos los ciudadanos, obviamente al servicio de todos los ciudadanos y, por tanto, ejercido por todos los ciudadanos, ya sea como democracia directa o indirecta. De ahí el dicho, el poder del pueblo, para el pueblo.
La democracia ateniense es la primera forma de gobierno democrático atestiguada en la historia, aunque no se puede descartar que existieran otras antes o al mismo tiempo, y ciertamente fue un modelo para otras democracias, nacidas más tarde en todo el mundo. Atenas era una democracia directa. Cada ciudadano tenía derecho a votar, derecho a hablar y derecho a ser elegido para los cargos del gobierno de la ciudad.
“Aquí nuestro gobierno favorece a muchos en lugar de a pocos: y por eso se llama democracia”, proclamaba Pericles en el 461 a. C. Los muchos eran los ciudadanos atenienses, pero solo los varones mayores de veinte años eran los ciudadanos de Atenas y, para adquirir el derecho de ciudadanía, tenían que haber nacido de padres ambos atenienses. En consecuencia, ni las mujeres, ni los esclavos, ni los metèci (residentes de Atenas inmigrados del extranjero o de otras ciudades griegas) participaban en la vida política. Sólo un número limitado de ciudadanos, adultos y hombres, entre 30.000 y 50.000 sobre una población de 250/300 000, era por lo tanto considerado el pueblo democrático de Atenas.
En la época de Moisés, unos 1000 años antes de Pericles, leemos en la Biblia que un pacto era sancionado por todo el pueblo, sin exclusión de categorías, sin embargo era dirigido desde arriba, y el poder no residía en el pueblo sino en la ley divina.
En su nota editorial para la revista 'The Atlantic', Jeffrey Goldberg se remonta a las raíces de la democracia en los Estados Unidos y escribe: "El sistema de gobierno delineado en la Constitución [de América del Norte] es una concesión a la idea de que los humanos son incapaces de un autogobierno racional". Entre los 42 padres fundadores, 39 firmaron la Constitución y tres se negaron. La Intervención federalista no. 51 dice: "Si los hombres fueran ángeles, no se necesitaría ningún gobierno", lo que implica, tal vez inconsciente pero seguramente erróneamente, que los miembros de los gobiernos son ángeles.
Por lo tanto, la gente común debe ser excluida de un papel directo en el gobierno, la democracia directa debe dar paso a la república representativa, "donde los delegados ilustrados del pueblo sirven al bien público", "el pueblo elige directamente a los miembros de la Cámara de Representantes", y "votan por votantes sabios -, es decir, hombres blancos propietarios-, que finalmente eligen al presidente". La supremacía blanca estaba bien fundada desde el principio.
En el mismo número de 'The Atlantic', Jeffrey Rose, estudiando el proceso intelectual de James Madison, describe algunas de sus ideas peculiares, ilustradas pero peligrosas, que Madison habría pensado para evitar el "destino de las confederaciones antiguas y modernas", que "terminaron entregando el gobierno a demagogos y muchedumbre”.
Partiendo de la democracia de Atenas, "donde se requerían 6.000 ciudadanos como quórum" para que una asamblea fuera legal, Madison afirma: "En demasiadas asambleas, del tipo que sea, nunca es posible evitar que la pasión se apodere de la muchedumbre", y concluye," Incluso si cada ciudadano ateniense hubiera sido un Sócrates, todas las asambleas en Atenas habrían sido escoria". Es como decir que, desde el principio, hay una especie de agujero negro en el ADN de toda forma democrática que acaba reduciendo la aspiración democrática a una ilusión.
Una persona, un voto se convierte en el único derecho político otorgado al pueblo y la república representativa se reduce a una ‘oligarquía’ empapada de un sutil preconcepto de que no todas, sino unas pocas personas - negando así el principio mismo de la democracia-, son capaces de hacer política. La sociedad necesita un gobierno para subsistir, pero solo unos pocos son dignos de conformar al gobierno. Sin embargo, ya que tampoco ellos son ángeles, se hace necesaria una institución superior que los controle y asegure la separación real entre los tres poderes - ejecutivo, legislativo, judicial -. Pero, ¿quién elige a las personas de esta institución superior? El nivel inferior replica sus límites al nivel superior. En Italia, el escándalo que estalló en el poder judicial demuestra cómo este estaba dominado por la política. En Estados Unidos, la máxima garantía de Democracia reside en la Corte Suprema, que se ha convertido en el principal objeto de disputa entre los partidos.
"Los fundadores diseñaron un gobierno [para los EE. UU.] capaz de protegerse de las emociones de personas manipuladoras, pero no anticiparon las pasiones que desenfrenaría la era digital", continúa Jeffrey, quien ve la tecnología social moderna como el caballo de Troya puesto en el corazón del sistema democrático. Afirmando, en última instancia, la necesidad de criterios externos al poder popular y la necesidad de un grupo 'aristocrático', al que entregar la autoridad que en los antiguos reinos e imperios se atribuía a los reyes y reinas y en los sistemas teocráticos a la divinidad. Un papel que ahora asumen las grandes potencias de las tecnologías de la información con sus algoritmos.
En su artículo, Lo psicodramma di Greta (El psicodrama de Greta), Miguel Martínez - 4 de marzo de 2021 - describe cómo el tema ambiental "preocupaba solo a un pequeño grupo de académicos […], hasta que explotó el fenómeno Greta". Greta es el símbolo del movimiento mediático que ha transformado el tema ambiental en un tema democrático gracias a la toma de conciencia de miles de millones de personas y esto es positivo. Sin embargo, "Greta consiguió su audiencia, simplificando el tema medioambiental" en la concentración de CO2 de la atmósfera y reduciéndolo al calentamiento global, el villano al que hay que matar para que todos vivamos felices para siempre. Con la acusación, "Nos están robando nuestro futuro", declaró que le tocaba a los poderosos de las finanzas y de la política matar al villano.
Y reaparece el agujero negro que se traga la democracia, “todo se delega -salvo las marchas en las calles - a las finanzas y los negocios, que se transforman de la causa de la catástrofe en una solución”, "a los políticos que pueden presentarse como salvadores", "a los técnicos de alto nivel de las empresas" que definirán el tema ambiental como les plazca y justificarán que el dinero público vaya al sector privado para salvar el mundo, aumentando su control sobre la sociedad hasta que se vuelva total. “El psicodrama à la Greta afecta a todos, pero delega la salvación a la tecnocracia, al capitalismo y al poder político”, a los que va dirigido nuestro culto por ser los salvadores en vez que nuestra crítica por ser los culpables.
¿Qué hacer entonces? El único remedio, ciertamente no a corto sino a mediano plazo, y que requiere el compromiso de todos, es el que nazca en el pueblo todo una conciencia política que lo aleje de una visión populista de la democracia.
En dinámica social, se habla de 'masa crítica' para indicar la cantidad de personas suficiente que se adhieren a una idea o sistema social y hacen que la tasa de adopción se vuelva autosuficiente y genere un continuo crecimiento. Bueno, sólo cuando una masa crítica de la población sea el vigilante de los valores de una verdadera democracia y sujeto de la vida política, revivirá la esperanza en la democracia.
Aunque la gran pregunta seguirá siendo quién sería el garante y si los 'valores' transmitidos a esta masa crítica son los verdaderos valores democráticos. Una oligarquía ambigua intentará siempre de imponerse con el poder del dinero, el prestigio de la ciencia, los medios de la tecnología informática, la mentira y la calumnia como la nueva generación de controladores de la opinión pública.
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