Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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La banana, el fruto de la globalización.

CNCD 11.11.11 04.11.2019 Jean-François Pollet Traducido por: Jpic-jp.org

La desventura de una banana considerada artística, engullida por otro artista y fotografiada por una enferma, puso en primer plano a esta fruta, la más consumida en el mundo, sabrosa, muy nutritiva y económica. Producida en los países del Sur, donde proporciona alimento y empleos, la banana es apreciada en el Norte, donde representa el producto alimenticio básico más vendido.

“La banana es el fruto de la globalización en todo su esplendor", afirma Denis Loeillet, investigador del Cirad (Centro de cooperación internacional en investigación agronómica) con sus aspectos positivos y negativos. Muy nutritiva, está disponible durante todo el año y es fácil de transportar, pero también tiene debilidades biológicas que la hacen devastadora para el medio ambiente y los derechos de los trabajadores”.

Los bananeros son plantas herbáceas muy productivas (hasta 100 toneladas por hectárea, en comparación con 7 para el trigo y 40 para las patatas) y la banana es el cuarto alimento de consumo humano en el planeta, después del trigo, el arroz y los productos lácteos. Sin embargo, a pesar de su aparente robustez, esta planta tiene debilidades genéticas que la hacen muy susceptible a las enfermedades. Su fruto no da semillas, la multiplicación está asegurada por esquejes, una variante de la clonación, que reproduce individuos estrictamente idénticos. En el campo, todas las plantas se parecen y la infección de una sola puede causar la infección en todas.

"Esta fragilidad constriñe a ciertos cultivadores a recurrir a prácticas que no son muy respetuosas con el medio ambiente, incluido el uso masivo de pesticidas y fertilizantes", continúa Denis Loeillet.

La fragilidad biológica de la banana se ve reforzada por las elecciones de los cultivadores. Si bien existen alrededor de 1.200 variedades de bananas domésticas, solo una de ellas, la Cavendish, representa más de la mitad de la producción (69,5 millones de toneladas en 2016, de un total de 136 millones de toneladas). "Es la única variedad que se comercializa internacionalmente. En los países productores, se le han dedicado valles enteros, y esto durante décadas. Este monocultivo no solo genera agotamiento de los ecosistemas, sino que requiere muchos recursos para luchar contra las enfermedades. En Guatemala, el país más problemático, las plantaciones consumen entre 70 y 80 kg de insumos por hectárea y año".

"En Costa Rica, los cultivos se sulfatan cada cinco días por pulverización aérea", confirma Alistair Smith, fundador de Banana Link. “Este país cultiva su fibra ecológica, exalta sus esfuerzos de reforestación, pero al mismo tiempo autoriza el uso de pesticidas de una toxicidad aterradora que destruyen sus áreas protegidas. El arrecife de coral, que una vez atrajo a los turistas, desapareció por completo hace veinte años".

Sin embargo, los países convertidos a las bananas no pueden apartarse fácilmente de este cultivo que les brinda una cierta paz social. "Las plantaciones movilizan a una persona por hectárea durante todo el año, lo que supone una tasa de empleo única en el panorama agrícola", continúa este activista. “El abandono de la banana dejaría regiones enteras desoladas por el desempleo masivo. Especialmente porque las plantaciones dejan un suelo tan envenenado por residuos de pesticidas que ya no es posible cultivar alimentos saludables en él".

Los Estragos de la Clordecona

En el Caribe, los departamentos franceses de Guadalupe y Martinica se vieron sin embargo obligados a revisar brutalmente su sistema de explotación. Se necesitó toda la energía de las autoridades francesas, la inventiva de los centros de investigación agronómica y los generosos subsidios europeos para repensar radicalmente el modelo de los bananeros. A la base, estaban las devastaciones causadas por la clordecona, un pesticida órgano-clorado utilizado entre 1970 y 1993 para destruir los gorgojos, temibles insectos parásitos de los bananeros. En veinte años de uso, este pesticida, que necesita siete siglos para degradarse, ha saturado completamente los suelos de las plantaciones. Luego emigró a tierras adyacentes, contaminando a su paso los cultivos de patatas y ñame, llegando finalmente a ríos y costas donde diezmó parte de la fauna, incluido el cultivo de los camarones.

Alrededor de 300 toneladas de este pesticida se han extendido en las islas de las Antillas francesas, envenenando el agua y los suelos, pero también los ecosistemas e incluso la sangre de las personas. Las Antillas tienen actualmente la tasa más alta de cáncer de próstata. "Estaba destinado allí cuando comenzamos a darnos cuenta de la magnitud del desastre", recuerda Sébastien Zanoletti, responsable de misión para la Unión de productores de bananas. “Fue un choque eléctrico”.

Los antillanos estaban aún más indignados al saber que la toxicidad de la clordecona era ya conocida por las autoridades estadounidenses, que prohibieron su uso en 1976, mientras que Francia esperó hasta 1993 para hacerlo. Frente a lo que resultó ser un escándalo de estado, las autoridades francesas impusieron una transformación completa del modelo de producción optando radicalmente por la agroecología. "Había que salvar este sector económico estratégico, continúa Sébastien Zanoletti. “Con diez mil trabajadores, las plantaciones de banano representan el segundo empleador de las islas después del turismo. Por lo tanto, se invitó a las plantaciones a limpiar sus suelos con barbechos y luego a replantar plantas sanas obtenidas en laboratorio. La hierba que crece entre las plantas simplemente se corta para atraer pájaros, ranas y hormigas que son depredadores de los gorgojos y de sus huevos".

El siguiente paso para la conversión del banano de las Antillas es el etiquetado bio, que es difícil de obtener debido a la falta de estiércol en las islas. “Así las cosas, los agrónomos han desarrollado una nueva variedad, una banana pequeña muy dulce y sabrosa que resiste a la cercosporiosis, enfermedad producida por hongos”. Los primeros frutos pronto estarán en el mercado y se espera que esta variedad reemplace gradualmente a la banana Cavendish.

Mercado en plena expansión

La conversión de las Antillas francesas a la agroecología es hoy considerable. "Es importante mostrar que es posible producir bananas comercialmente aceptables con pocos insumos. El mundo de la investigación finalmente se da cuenta de la importancia de esta fruta para la seguridad alimentaria y la necesidad de revisar las prácticas de cultivo que están demostrando ser absolutamente insostenibles. El futuro de las bananas y la supervivencia de 400 millones de personas dependen de la agroecología, cuyas prácticas deben adaptarse a todas las regiones del mundo", afirma Alistair Smith. "Tenemos todas las soluciones tecnológicas, confirma Denis Loeillet, su implementación es una cuestión de opciones políticas y comerciales y de la sensibilización de los consumidores occidentales".

La producción de la banana está destinada principalmente a los mercados del Norte que exigen frutas baratas y de gran tamaño. "Estos mercados", enfatiza el investigador, "están en auge, con un millón adicional de toneladas vendidas entre 2013 y 2018. Al mismo tiempo, estamos presenciando una caída continua de los precios. Esto no es sostenible. En algún momento tendremos que convencernos para pagar un poco más y comprar solo a los productores involucrados en una transición ecológica”.

Un producto estimado de comercio justo

"La banana representa el primer producto de comercio justo en peso, precisa Charles Snoeck, de Fairtrade Bélgica, y el segundo en facturación después del café". La certificación FairTrade tiene como objetivo mejorar la vida de los productores garantizando un precio mínimo que varía según el país (las bananas de Perú, las más vendidas en Bélgica, se pagan a 12 dólares por caja de 18,14 kilos). En 2017, 650.000 toneladas de bananas producidas en 16 países por 10.000 pequeños productores y 11.000 trabajadores fueron etiquetados como FairTrade. En Bélgica, las 14.000 toneladas de bananas de comercio justo que se consumen cada año también están etiquetadas como bio.

Consumida primero en el Sur

Las bananas se consumen principalmente (85%) en los setenta países que las producen. Los dos principales productores son India y China, con 29 y 13 millones de toneladas respectivamente en 2016. Estos países consumen todas sus bananas. El primer productor por habitante es Ruanda, con 250 kilos por persona y año. Los ruandeses producen diversas variedades destinadas a comerse cocinadas, crudas o incluso fermentadas, servidas como bebidas alcohólicas.

Bélgica es el segundo importador europeo de bananas y el quinto a nivel mundial después de Estados Unidos, China, Rusia y Alemania. Los belgas no consumen todas las bananas que importan (1,2 millones de toneladas en 2017). La mayoría de ellas (un millón de toneladas) se exportan al resto de Europa. Pero este fructífero comercio beneficia de paso al tesoro público belga, que recibe 250 euros de derechos de aduana por cada tonelada desembarcada procedente de un país latinoamericano. No obstante, esta ganancia financiera prevista por los acuerdos comerciales firmados en Ginebra en 2009, se reducirá a menos de un tercio a partir del año próximo - 2020 - y el impuesto pasará de 250 a 75 euros.

Bélgica alberga la primera colección mundial de esquejes de banano, instalada en Lovaina en el laboratorio de fitotecnia tropical de la KUL, que conserva 1.536 variedades diferentes. La increíble colección de la KUL proviene de los lazos históricos de Bélgica con África y de la experiencia adquirida por la universidad en cultura in vitro. Con un interés científico añadido: preservar estos esquejes en un país septentrional y protegerlos de enfermedades tropicales. Preservadas por una técnica de criogenización a -196° C, las plantas se reaniman según las necesidades para luego multiplicarse en un tubo de ensayo estéril con sustrato nutritivo. En treinta años de existencia, el laboratorio ha suministrado esquejes a universidades, centros de investigación y asociaciones de productores de más de 109 países. Logró su mayor éxito en 1994, cuando envió 70.000 plantas de 24 variedades a los campamentos de refugiados ruandeses y burundeses en Tanzania. Esto permitió posteriormente a los agricultores producir 6 millones de plantas que han contribuido a alimentar a medio millón de personas.

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