Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación

Al servicio de las comunidades beduinas

Newsletter Missionari Comboniani 07.08.2023 Equipe dei Missionari Comboniani Traducido por: Jpic-jp.org

Los beduinos suman aproximadamente 40.000 personas y 5.000 familias en Cisjordania, de las cuales 2.000 viven en campos de refugiados y 3.000 en la zona C. La mayoría de los beduinos son originarios del desierto del Néguev, del que fueron desplazados a la fuerza o huyeron durante la guerra árabe-israelí de 1948. Víctimas del desplazamiento forzoso por parte del gobierno israelí y del no reconocimiento por parte de Palestina, los beduinos viven en la exclusión, la precariedad y la pobreza extrema. Sor Lourdes García, misionera comboniana mexicana, que trabaja en las comunidades beduinas de Jahalin, en el desierto de Judea, nos da su testimonio.

Assalamu Alaikum ('La paz sea con vosotros') es el saludo con el que nos reciben cada vez que visitamos las comunidades beduinas de Palestina. Aunque la palabra "paz" forma parte del encuentro diario, su vivencia sigue siendo un anhelo que espera en el corazón de muchos beduinos. La constante amenaza de desplazamiento forzoso por parte del gobierno israelí, así como el no reconocimiento por parte de Palestina, dejan a estas comunidades beduinas en una situación de exclusión, precariedad y extrema pobreza.

Desde hace doce años, las Hermanas Misioneras Combonianas trabajan en las comunidades beduinas de Jahalin, situadas en el desierto de Judea. Empezamos en el campo de la salud, luego en el de la educación, con la creación de jardines de infancia, y finalmente en cada comunidad con actividades de formación para las mujeres.

 

El objetivo es mejorar la educación de los niños para que puedan continuar sus estudios y promover la integración de las mujeres para mejorar la calidad de vida en las diferentes comunidades. Todo ello con la ayuda de diferentes organizaciones que han apoyado varios proyectos. Se está creando una pequeña red interreligiosa para llegar a los más vulnerables. Mi esperanza es que podamos vivir y trabajar juntos por el bien común, utilizando cada uno los puntos fuertes de su propia fe, ya seamos judíos, musulmanes o cristianos.

Nuestra fe se proclama a través de gestos y acciones cotidianas, poniendo en actos los valores evangélicos de acogida, respeto, encuentro y generosidad, que así se hacen realidad. Se han así creado lazos de cercanía, diálogo, fraternidad y afecto con nuestros hermanos y hermanas musulmanes.

Conviviendo en los momentos significativos de sus vidas, he podido conocer, además de su cultura y sus tradiciones, la realidad íntima de estas comunidades. La acogida que nos brindan con su alegría, generosidad y sencillez nos hizo sentir en casa desde el primer momento.

Nos comunicamos en árabe, que aprendemos para poder expresarnos. Personalmente, mi comunicación es aún limitada, pero estoy muy contenta de compartir la vida con ellos y de aprender de su sencillez y generosidad. Cada vez que les entiendo un poco más y me doy cuenta de que ellos también han conseguido entenderme, veo la gracia de Dios que me acompaña y me anima a ser paciente y perseverante, porque sé que, a través del idioma, llegaré a conocerles mejor.

Visitamos comunidades y familias para entender màs sus necesidades, lo que supone un gran reto. Durante estas visitas, hemos observado varias realidades, por ejemplo, que las mujeres se casan muy jóvenes y ya no continúan sus estudios o su formación.

Aparentemente, las familias dan prioridad a los chicos; sin embargo, muchos de ellos no continúan sus estudios por diversos motivos, como la falta de medios de transporte, la precariedad económica o simplemente porque se dedican al pastoreo de ovejas. Además, la gran mayoría no sabe inglés ni hebreo, por lo que no tienen oportunidades de trabajar fuera de su entorno.

El compromiso misionero también continúa con la pequeña comunidad cristiana de El-Azariyeh, en la ciudad de Lázaro. Es una pequeña comunidad cristiana de unas diez familias. Nos reunimos todas las semanas para rezar el rosario con las mujeres, organizar momentos de oración y visitar a los enfermos.

Es una realidad compleja de la que todavía tenemos mucho que aprender y comprender, pero nos anima un fuerte deseo de continuar la misión que las Hermanas Combonianas iniciaron hace más de una década. La continuidad con la promoción humana, a través de cursos de formación para mujeres y jóvenes, es una forma concreta de hacerles protagonistas de su propia vida.

Ver, Mission Diary. “At the Service of the Bedouin Communities”

Deje un comentario