A los amigos que esperan mis noticias y me preguntan cómo estoy, les digo: ¡Estoy bien! No pregunten si mejor o peor, simplemente digo que estoy bien. Llevado de la mano por mi pareja ELA (Esclerosis lateral Amiotrófica) y con el cuidado de mi ángel de la guarda, el padre Ignacio, continúo con serenidad mi camino. Claro, ya no puedo hacer carreras de Fórmula 1 por los pasillos de la casa con mi "Ferrari", es decir, mi silla de ruedas eléctrica (y esto, ¡para el alivio de mis hermanos!). El cuello, luego, comienza a no soportar más el peso de la cabeza (buena señal de que, ¡no es todavía una calabaza vacía!). Por último, los brazos y las manos han decidido entrar en huelga, así que tengo que utilizar nuevas técnicas para escribir en la computadora (el Maestro está tirando las riendas pero mi consuelo es que, de esta manera, ¡voy a estar más cerca de Él!). Mi boca, sin embargo, todavía funciona bien, para comer y hablar, sonreír y cantar!
La pasada Semana Santa y la Pascua las pasé en el hospital debido a un problema cardíaco (pero no se preocupen: no va a ser el corazón el que me lleve al otro mundo porque mi pareja ELA es demasiado celosa para dejarme en manos de otros): Pascua ha sido, por lo tanto, una experiencia muy especial, única, de inmersión total en el sufrimiento humano.
El octubre pasado, además, tuve la oportunidad de participar, en tren y con el Padre Ignacio, en una peregrinación de enfermos a Nuestra Señora de Lourdes. Éramos unos 600. ¡Qué alegría hacer una visita a Nuestra Señora una de sus "casas" preferidas, Ella que tienen tanto apuro por verme cada día! También tuve la oportunidad de sumergirme en la fuente (¡aunque el agua estaba helada!), con el deseo de volver a nacer desde su vientre materno.
Luego llegó la Navidad. Y, de nuevo, yo llego atrasado. No soy como los pastores, que se dan prisa por llegar donde el Niño. Soy más bien como los Magos, quienes llegan a Belén después de un largo viaje de búsqueda. Sólo espero no llegar demasiado tarde, después del paso de Herodes. Así que me uno a los Reyes Magos de Oriente.
Este año, su búsqueda ha sido particularmente difícil. La estrella de Oriente ha sido teñida en sangre, y fue apagada por manos asesinas. Es con penas que lograron llegar a Jerusalén. Incluso allí, sin embargo, han sufrido contratiempos. No les fue posible llegar a Belén. Un alto muro ha sido construido por un nuevo gobernante Herodes. Junto a ellos, en vano hemos buscado al Niño. No lo hemos encontrado.
¿Qué hacer? ¿Dónde habrá ido a esconderse la familia santa? ¿Habrá huido a Egipto? Por desgracia, en Egipto, que en sus tiempos ha albergado a Jacob y a sus hijos, ahora reina un "nuevo faraón" que ya no conoce a José. ¿Es posible que hayan huido a la tierra de sus Padres, a Ur de los caldeos? Peor. Esa se ha convertido en una tierra de terribles ladrones, los seguidores de la bandera negra que siembran muerte y terror por todas partes.
¿Dónde buscarla, entonces? He aquí una nueva estrella que nos guía "por otro camino", hacia las largas multitudes de refugiados quienes, no encontrando una tierra que los acoja, van hacia el mar, su última esperanza. Incluso allí, sin embargo, además de aguas embravecidas, se enfrentan a piratas despiadados, listos para venderlos, para explotarlos como nuevos esclavos o incluso tirarlos por la borda sin merced. Es una aventura que a menudo termina en trágicos epílogos.
Juntándonos con angustia a las interminables filas de familias que huyen con sus hijos, buscamos entre ellos al otro infante, el divino, anunciado por la estrella teñida en sangre. ¿Estará vivo todavía? ¿O hemos llegado demasiado tarde para salvarlo de las manos de los muchos "Herodes" que amenazan su vida? ¿No será tal vez él el pequeño Aylan que las olas del mar han piadosamente depuesto en la playa?
He aquí, pues, mi deseo para este año 2016, el Año de la Misericordia: qué el niño Jesús, como el pequeño Aylan, pueda descansar en paz en la cuna de nuestros corazones y soñar cielos estrellados y una tierra nueva donde reinen la paz, la justicia y la misericordia.
La solidaridad con los que sufren es mi nueva misión, y la intercesión por la oración, mi nuevo ministerio.
Les llevo a todos Usted en mi corazón.
Padre Manuel João Pereira (Comboniano)
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