Llegué entre los Nuer en el noviembre del 2005. Era mi primera misión. Había esperado tanto a ese momento a lo largo de los años de formación. Ahora allí estaba y mi primera intención era aprender el idioma. No ocultaba mi inquietud: era mi primer idioma no europeo.
Mis co-hermanos me ayudaron mucho y fueron para mí una referencia continua. Hice amistad con muchos jóvenes Nuer que se comprometieron en enseñarme su idioma. Todos los días pasábamos horas bajo un árbol conversando. Les encantaba las publicaciones del Instituto de Lingüística de Verano: una lectura moderna del idioma nuer iniciada en el 1982 y que llegó a su quinta edición en 1994. Me hacían repetir frase por frase cientos de veces. También seguía las treinta y ocho lecciones de la gramática pedagógica editada en los años cincuenta por Eleanor Vandevort, una evangelista estadounidense que residió en Nassir desde 1949 hasta 1963. Me refería constantemente al diccionario Nuer - Inglés del padre John Kiggen, un misionero de la Sociedad de San José y hacía tesoro de cuando encontraba en Síntesis de una gramática nuer del misionero comboniano, Pascal Crazzolara del 1933.
Los Nuer son muy orgullosos de su idioma y cultura. Se refieren a sí mismos como Nɛy ti naath (el Pueblo entre los pueblos) y llaman a su idioma Thok naath (la lengua del Pueblo), y lo distinguen de los otros idiomas que llaman la lengua de los Dinka o de los Schilluk, etc. Un proverbio nuer dice Thilɛ thok gua̠ndɛ (Una lengua no tiene dueños), lo que significa que el idioma pertenece a los que lo usan. Por lo tanto, los Nuer son orgullosos cuando escuchan a los extranjeros hablar su idioma, y el idioma es la única puerta de entrada necesaria para hacer parte de su gente. No solo, otro proverbio dice Thi Peoplei̠k we̠c ɛ ji̠kɛ (La gente es la puerta al país). Sin embargo, no facilitan la entrada a nadie. Es excepcional encontrar un Nuer que enseñe el idioma a un extranjero, además del hecho de que pocos tienen la capacidad para presentar el idioma de manera sistemática explicando gramática, sintaxis y estructura del nuer.
Incluso el etnólogo E.E. Evans Pritchard, en su renombrado libro Los Nuer; una descripción de los modos de vida y las instituciones políticas de un pueblo nilótico, lo nota. Él dice que obtuvo entre los Zande más información en unos pocos días con la ayuda de un traductor que entre los Nuer en tantas semanas. No pudo obtener información de las costumbres nuer a través de un traductor hasta que él mismo aprendiera el idioma. Además, sus intentos de profundizar en la cultura nuer eran frustrados constantemente. El Nuer es un experto en sabotear una investigación y hasta que uno no haya residido con ellos y haya aprendido su idioma, obstaculizará con fuerza todos los esfuerzos para obtener los hechos más simples y dilucidar las prácticas más inocentes, señala. Vivía en sus campamentos y recibía visitas durante todo el día, especialmente de los jóvenes a quienes les gustaba quedarse con él en su tienda, fumando tabaco, bromeando y charlando, pero nunca estaban dispuestos a discutir asuntos serios. Aunque digan que un idioma no tiene propietarios, es un desafío tener éxito en conocer su idioma.
Empecé con mucho entusiasmo. Sin embargo, pronto me di cuenta de lo arduo que era el nuer. Con facilidad confundía una palabra monosilábica con otra. No percibía las diferentes entonaciones de las siete vocales básicas que producen alrededor de dieciocho sonidos diferentes y muchos diptongos. No captaba el patrón y el cambio de la vocal radical y de la consonante final en las declinaciones y conjugaciones. Los sustantivos tienen tres casos: nominativo, genitivo, locativo y las formas verbales tienen muchos casos irregulares. Por último, pero no menos importante, a todos los idiomas, como también el nuer, a menudo les gusta liberarse de las reglas gramaticales para una comunicación más inmediata o tan solo porque suena mejor. Me encontraba construyendo hipótesis gramaticales que se derrumbaba regularmente tan pronto como las usaba en la conversación. Empecé a temer de nunca lograr ser dueño de ese idioma, pero persistí y el trabajo pastoral me ayudó bastante. Cuando visitaba las capillas remotas de la parroquia, residía con las familias y solo usaba el idioma nuer para comunicarme. Cuando predicaba o enseñaba, me esforzaba en hablar lo mejor que podía, pero luego le pedía a alguien que repitiera lo que había dicho. De esta manera, podía comprobar si había sido claro, si había cometido errores y cómo podía corregir y mejorar mi habilidad comunicativa. Fue de verdad un trabajo de paciencia. Encontré fuerza al darme cuenta de que la gente apreciaba mi esfuerzo. Al estudiar su idioma, me estaba acercando a ellos y, poco a poco, ganaba su simpatía. El lenguaje al principio era una barrera; de repente, se convirtió en el medio para construir relaciones. Me di cuenta de lo importante que era escuchar a los líderes de la comunidad y a los catequistas con los que pasaba la mayor parte de mi tiempo. ¡Su forma de expresarse era tan diferente de la mía! Me ayudaron a salir de mi mentalidad europea y acercarme a la mentalidad nuer.
Un idioma no es solo un conjunto de expresiones. Cualquier idioma expresa también la mentalidad y la cultura de las personas que lo utilizan. Por lo tanto, dominar un idioma significa poseer también la cultura y la mentalidad de un pueblo. Tomemos algunos ejemplos. Un nuer nunca saluda a una persona diciendo Buenos días, sino ofreciéndole la paz y preguntándole, ¿Estás ahí? La respuesta esperada es: Sí, aquí estoy. Esto porque el Nuer no tiene expectativas de futuro, solo vive confiando en el presente. Lo importante es estar vivo ahora y estar en paz con los demás ahora, eso es todo. El nuer tampoco tiene una palabra para decir gracias. Simplemente dice Bien, lo que significa que lo que uno ha hecho es bueno. Reconocer que una acción ha sido buena, es como decir que se debía haberla hecho. Fue bueno que lo hiciste por la comunidad.
Un último ejemplo. En el idioma nuer, solo hay una palabra para decir que lo necesito, lo deseo, lo quiero. Esto me hizo pensar que, en su cultura, los Nuer no desean lo que no necesitan y no piden por lo que no les hace falta. Por lo tanto, no es grosero decir Quiero eso, porque significa tan solo que lo necesito. Del mismo modo, la palabra amor no recuerda un sentimiento romántico hacia alguien, sino la voluntad de estar de acuerdo, de cuidar a alguien. No habla de un sentimiento, sino sobre de una actitud de vida. ¿Harás lo que te dije? Sí, porque estoy de acuerdo contigo, lo acepto, me gusta, me encanta. Ya que una sola palabra dice todo esto, no hay dicotomía entre lo que una persona desea y lo que realmente hace. Si alguien no hizo algo, es porque no lo deseaba, no estaba de acuerdo, no lo quería. El amor no es un sentimiento sino una acción que alguien realmente hace. Del mismo modo, en nuer no hay palabras para los ideales y las realidades abstractas. Un nuer no hablará de justicia, sino de una conducta justa, correcta o buena, de deberes y responsabilidades.
Aprendiendo el idioma nuer, me interesé en su literatura oral. ¡Es tan rica en canciones, proverbios, acertijos, cuentos y mitos! ¡Lleva una sabiduría que ha orientado el comportamiento de tantas generaciones! Muchas veces, la literatura oral, al ser parte de la sociedad tradicional, se atiene a valores conservadores y le teme a los cambios. Otras veces, por el contrario, revela lo que las personas y la sociedad necesitan cambiar. Este es el punto de encuentro con el Evangelio, que siempre está orientado al cambio. Por lo tanto, durante los cursos para catequistas y líderes comunitarios, además de leer y comentar las Sagradas Escrituras, comenzamos a recopilar proverbios y cuentos populares. Nos llevó seis años de trabajo publicar el material recopilado en el libro “Nuer Folktales, Proverbs and Riddles”.
¿Por qué un misionero debería comprometerse a recopilar y conservar la literatura oral de un pueblo? ¿No podría simplemente reemplazarla con las narrativas del Evangelio que responden de una manera más apropiada a los desafíos modernos de la sociedad?
Bueno, la evangelización no es solo reemplazar ropa vieja por otra nueva. Los misioneros son sensibles en respetar la identidad de las personas que evangelizan. El idioma y la literatura oral son los vehículos de la cultura y la identidad de cada grupo étnico. Forman lo que las personas piensan, fijan sus valores y orientan sus patrones de comportamiento. Ciertamente, hay rasgos de la sociedad tradicional que se agarran a valores conservadores y temen el cambio. De hecho, los cambios continuos ponen bajo presión a una sociedad, a menudo socavan la identidad de las personas y provocan una subcultura vacía. La necesidad de aferrarse a raíces sólidas es grande. Sin embargo, a veces el cambio es inevitable y en algunos casos necesario. El desafío es hacer los pasos correctos, promoviendo una transformación que esté profundamente arraigada en la identidad de la gente.
Si bien el Evangelio siempre está orientado hacia el cambio, no desecha lo antiguo por lo nuevo, sino que promueve una transformación desde adentro de la cultura, reinterpretándola en el nuevo contexto, tanto social como espiritual. El Papa Francisco lo expresa muy claramente en el mensaje para la Jornada Mundial de la Misión de 2015: “Hoy, la misión se enfrenta al reto de respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raíces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas. Se trata de conocer y respetar otras tradiciones y sistemas filosóficos, y reconocer a cada pueblo y cultura el derecho de hacerse ayudar por su propia tradición en la inteligencia del misterio de Dios y en la acogida del Evangelio de Jesús, que es luz para las culturas y fuerza transformadora de las mismas". De esta manera, ser un verdadero Nuer, un verdadero Dinka o un verdadero Bari es el punto de partida para aceptar a Cristo y convertirse en un verdadero cristiano.
Por otro lado, hay una nueva preocupación emergente, en todas partes e incluso fuertemente en África. La identidad nacional está en algún lugar en peligro por un sentido restrictivo de pertenencia tribal. La preocupación de la Iglesia es formar en el pueblo una identidad universal que vaya más allá de la reductora identidad tribal. La Iglesia tiene un mandato especial para promover tanto una identidad cristiana interétnica como una identificación positiva con su propia cultura. Aquellos que sienten que su lenguaje y cultura son subestimados tienden a ver el cambio con miedo, la diversidad como una amenaza y, en algunas circunstancias, pueden reaccionar violentamente. Aquellos que están bien arraigados en su propia cultura son también capaces de crear relaciones interculturales. El conflicto en el Sur Sudán ha surgido a menudo de la falta de comprensión, de una comunicación falsa, de una pobre estima entre comunidades, lo que ha generado frustraciones profundas.
Por esta razón, el idioma es altamente relevante también en el trabajo de abogacía. Para empoderar a las personas en la defensa y fortalecimientos de sus derechos humanos y sociales, no es suficiente poder intercambiar adecuadamente experiencias e ideas. Es indispensable hablar el lenguaje de la gente usando sus narrativas, su imaginario, su cosmovisión y mentalidad. Daniel Comboni, en su intento de regenerar a la gente de África, formuló un grito apasionado O África o muerte. Del mismo modo, las personas comprometidas en la abogacía, al comprender cómo la identidad de la gente está profundamente arraigada en su idioma y cultura, deberían estructurar un diálogo sincero sobre una declaración audaz: ¡lengua materna o muerte!
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