"El civismo es reivindicar y cuidar la propia identidad, necesidades y creencias sin degradar las de los demás en el proceso" (Cassandra Dahnke y Tomas Spath, fundadores del Instituto para el Civismo): El civismo es algo más que cortesía, aunque la cortesía es un primer paso necesario.
El Institute for Civility in Government afirma que, aunque la cortesía es un primer paso necesario, el civismo es algo más y "consiste en discrepar sin faltar al respeto, buscar un terreno común como punto de partida para el diálogo sobre las diferencias, escuchar más allá de las propias ideas preconcebidas y enseñar a los demás a hacer lo mismo" (What is civility?) Esto, sin embargo, entra también en lo político y consiste en negociar el poder interpersonal de manera que se escuche la voz de todos y no se ignore la de nadie.
La hermana benedictina Joan Chittister, preocupada para que la gente se escuche y trabaje con los demás, escribió recientemente: "Ahora vivimos de pantalla en pantalla. Nuestros hijos 'hablan' unos con otros en sus teléfonos inteligentes sentados uno delante del otro a los dos lados de una habitación y no porque están de los dos lados de una valla. El problema es que ahora la vida ya no es un proceso que pensamos y resolvemos paso a paso. Ahora es 'virtual', aparentemente real, aunque no lo sea realmente" (The Beatitudes revisited: a template of the good life).
Muchos de los que nos comunicamos virtualmente con ‘amigos’, hemos aprendido recientemente de una denunciante de Facebook, Frances Haugen, ex miembro de su Departamento de Integridad Cívica, que "los daños del modelo de negocio de Facebook no son un accidente, sino más bien el resultado inevitable de un diseño peligroso". Ese diseño, el capitalismo de vigilancia, convierte la experiencia humana en datos y construye modelos para predecir el comportamiento futuro de los individuos. Los anunciantes pagan por esas predicciones, de modo que el modelo genera beneficios, lo que facilita la manipulación de los usuarios de Facebook (Facebook Will Not Fix Itself).
El equipo de integridad cívica de Facebook había creído en anteponer a las personas a los intereses. Se les pidió que tuvieran en cuenta el impacto de Facebook en el mundo, mantuvieran a salvo a las personas y desactivaran la polarización airada, aunque estuviesen "dedicados exclusivamente al papel de Facebook en el discurso político, desarrollando contramedidas contra el contenido engañoso y odioso para los países que la empresa consideraba a su propio juicio a riesgo". Pero el equipo fue disuelto un mes después de las elecciones de 2020 (How Facebook Forced a Reckoning by Shutting Down the Team That Put People Ahead of Profits).
El equipo había sugerido cambios que fueron rechazados por la dirección de Facebook, entre ellos eliminar a ‘la lista blanca' de cuentas políticas que están exentas de la comprobación de hechos y "dejar de aceptar anuncios políticos" (Splits Up Unit At Center of Contested Election Decisions). En la revista Time, Roger McNamee afirma: "El Congreso tiene que proteger también la privacidad de las personas frente a un control implacable. Yo quisiera que el Congreso prohibiera el capitalismo de vigilancia igual que prohibió el trabajo infantil en 1938" (Roger McNamee).
A la Hna. Joan le preocupa que, por estar el Senado estancado en un partidismo mezquino, "esté paralizando el avance de toda la nación" y que "un partido quiera ganar las elecciones haciendo engorroso, si no atrozmente difícil, que la gente vote". Pero sigue viendo "una razón eterna" para esperar en las Bienaventuranzas, que, dice, son "los signos de lo que significa ser un buen ser humano, un gobierno ético, un país moral". Y, lo más importante, "es el corazón que llevamos a la política, a la economía, a la inmigración, a las figuras públicas que buscamos para que nos dirijan, elegidas o no" (Joan Chittister).
Integridad personal y civismo van de la mano sea en lo privado que en lo público.
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