El 22 de febrero de 2021, cerca de Goma, al norte de Kivu en la República Democrática del Congo, en un ataque a un convoy de las Naciones Unidas, fue muerto el embajador italiano en Congo, Lucas Attanasio, junto con el carabiniere de su escolta Vittorio Iacovacci, y el conductor. Casado y padre de tres jovencitas, Lucas tenía 43 años y era uno de los más jóvenes del mundo en tener un rango diplomático tan importante. En su funeral el sábado 27 de febrero, el arzobispo de Milán, Mario Delpini, pronunció una homilía que es un profundo acto de abogacía por la justicia, la paz, la hermandad y la reconciliación en esta tierra de desigualdades, en este mundo que se ha hecho incómodo.
Llega el momento en que cada uno está solo en la presencia del Señor.
Termina el clamor, callan las palabras, el pueblo reunido se dispersa y cada uno está solo en la presencia del Señor.
Son olvidadas las gestas, se vuelven insignificantes los honores, los títulos, las condecoraciones y cada uno está solo en la presencia del Señor.
La noticia, las palabras buenas y las palabras amargas, la retórica y las celebraciones pierden de interés y cada uno está solo en la presencia del Señor.
La página del Evangelio [que acabamos de leer] describe lo que el Señor podrá decirme, lo que yo podré decirle al Señor, cuando, como todos los demás estaré, y estaré solo en la presencia del Señor.
El Señor dirá: "¿De dónde vienes Lucas, hermano?".
Y Lucas responderá: “Vengo de una tierra donde la vida no cuenta para nada; vengo de una tierra donde se muere y a nadie le importa, donde se mata y a nadie le importa, donde se hace el bien y a nadie le importa. ¡Vengo de una tierra donde la vida de una persona no cuenta para nada y se le puede hacer sufrir sin motivo y sin disculparse!"
El Señor dirá: “No digas eso, Lucas, hermano mío. ¡Yo escribo tu nombre en el libro de la vida como el nombre de un hermano a quien amo, de un hermano que me es querido, a quien deseo encontrar para compartir la vida y la alegría de Dios! No digas eso hermano. Te bendigo por cada vaso de agua y por cada pan compartido, por la hospitalidad que me has ofrecido. Serás bendecido por mi Padre y heredarás el reino preparado para ti desde la creación del mundo”.
El Señor dirá: "¿Por qué miras atrás Lucas, hermano mío?".
Y Lucas responderá: “Miro hacia atrás porque pienso en lo que queda por hacer, considero lo inconcluso que aguarda de cumplirse, las promesas que debí haber honrado, la misión que debí haber cumplido. Aquí, lo ves: demasiado corta es la vida. ¡Demasiadas esperas en suspenso! ¡Por eso miro atrás!”.
Y el Señor dirá: “No mires atrás, Lucas, hermano mío. Tu vida fue demasiado corta, como lo fue mi vida. Sin embargo, desde lo alto de la cruz se puede gritar: ‘¡Todo está cumplido!’, así como en el momento extremo se puede ofrecer el regalo más preciado, sin que el tiempo lo desgaste. Así que no mires atrás, Luca, hermano mío; entra en la vida de Dios: ¡serás joven para siempre!"
Y el Señor volverá a preguntar: "¿Por qué estás herido Lucas, mi hermano?"
Y Lucas responderá: “Me duele porque así trata la gente a los que los aman y a los que les sirven: me rinden mal por bien y odio a cambio de amor. Me duele porque hay países donde la esperanza está prohibida, donde el compromiso de arreglar el mundo se declara en quiebra, donde la gente que importa sigue pactando sus negocios y la gente que no cuenta sigue hiriendo y a ser herida. Por eso me siento herido, porque así es que son los malvados: siempre a salvo, atesorando riquezas y tramando trampas contra los justos, ¡y no hay quien haga justicia!”.
Y el Señor dirá: “No digas eso, Lucas, hermano mío. Mira mis heridas, las recibí de mis hermanos; y mira mi corazón: sangre y agua fluyen de mi costado; si el grano de trigo caído en la tierra no muere, queda solo; si muere, da mucho fruto. He sembrado en la historia una semilla de amor que da frutos de amor, y quien permanece en el amor permanece en mí y yo en él. Las personas que cuentan y amasan riquezas están también destinadas a morir y por ellas se pronunciará el juicio: lejos, lejos de mí, malditos, en el fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Pero los mansos heredarán la tierra, los justos serán bendecidos y bendecida será su descendencia”.
Y el Señor volverá a decir: "¿Por qué lloras Lucas, hermano mío?"
Y Lucas responderá: “Lloro porque la gente que amo llora; lloro porque quedan jóvenes vidas que necesitan abrazos y besos, mimos y palabras verdaderas y fuertes y yo no estaré allí para secar sus lágrimas y compartir sus alegrías; lloro porque después del clamor descenderá el silencio, después de la notoriedad vendrá el olvido: ¿quién cuidará de esas jóvenes vidas que yo no veré avanzar en la vida?”.
Y el Señor dirá: “No digas eso, Lucas, hermano mío. Yo enviaré al Espíritu Consolador, el Espíritu de sabiduría y fortaleza, el Espíritu de verdad y amor, y los que te son queridos se unirán en lazos de afecto invencible y nadie será abandonado y yo mismo secaré toda lágrima de sus ojos, y los lazos de sangre, los lazos de afecto, los lazos de amistad serán más intensos y verdaderos, más libres y felices. Tu partida no se convertirá en una ausencia, tu presencia en la alegría del Padre no será una distancia. ¡No llores más, Lucas, ¡mi hermano!”.
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