"El sesgo egoísta, como escribe Kendra Cherry en un artículo en línea bien documentado y actualizado el 25 de julio de 2020, es cómo los psicólogos sociales describen la tendencia de los humanos a culpar a las fuerzas externas cuando suceden cosas malas y a darse crédito cuando suceden cosas buenas", una tendencia que se remonta al relato bíblico de Adán y Eva. ¿Realmente creemos que la ONU, las manifestaciones públicas, las sanciones económicas, las declaraciones, las marchas de protesta, la desobediencia civil y el ayuno social son suficientes acciones de abogacía capaces de traer a Putin de vuelta a las conversaciones de paz? Una interesante reflexión. Sin embargo, explicar no es excusar.
Por el sesgo del egoísmo, las personas están listas para tomar todo el crédito por sus éxitos y culpar a otros y a la mala suerte por sus fallas. En psicología, es una evaluación subjetiva, alejada de la realidad, y no objetiva; al final, una persona tiende a considerar elementos que no están conectados y desprovistos de racionalidad, como objetivos.
Ocurre en la familia, en la escuela, en el trabajo y en todos los demás entornos sociales. Si tienes éxito en un examen, el sesgo egoísta sugiere que es porque estudiaste mucho. Si reprobaste, te hace creer que el maestro no planteó la pregunta correctamente, que el día fue demasiado caluroso o que la cena del día anterior te mantuvo despierto toda la noche antes del examen.
El sesgo del egoísmo se da también en la vida social. Después de una reunión desastrosa con un cliente, un empresario culpará a los demás por prácticas comerciales sucias.
Desde el grito, las armas "empeoran el conflicto" y "salgamos de la OTAN", hasta la reflexión "cómo usar la diplomacia si los Ucranianos no tienen armas para defenderse mientras se discute", hasta la invitación "Yo estoy ayunando contra la guerra" y “la diplomacia europea es impotente”, incluso una de las acciones más sagradas, la defensa de la paz, muestra sesgos ideológicos interesados. Entre “los pacifistas puros y duros” y los que actúan como intérpretes de “un sano realismo” hay división.
Cuando el sesgo egoísta llega a las relaciones internacionales, los riesgos de conflicto se ciernen sobremanera. Daniel Kurtz-Phelan, editor de Foreign Office, comenta en su nota del 26/02/2022: “Solo unos meses después del colapso de la Unión Soviética, el ex Asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski tenía una advertencia para un Occidente triunfante. Aunque la Guerra Fría terminó con la victoria de un lado y la derrota del otro, este resultado no garantiza un final tranquilo. La derrota ha resultado políticamente inquietante en Moscú y ha convertido a la región en un genérico vacío geopolítico. Asegurar la paz requeriría una visión geopolítica de mayor alcance para lograr un objetivo más ambicioso: el surgimiento de una Rusia verdaderamente post-imperial que pueda asumir el lugar que le corresponde en el concierto de las principales naciones democráticas del mundo”.
La invasión de Ucrania deja “claro que la tarea que tienen por delante los Estados Unidos y sus aliados será tan desalentadora como la que describió Brzezinski en 1992”.
“Aunque [sesgo del egoísmo] puede empujar a evadir la responsabilidad personal por sus acciones, él es en realidad un mecanismo de defensa que protege la autoestima”. Sin embargo, al final, esta autodefensa se convierte en una acusación equivocada de los demás. Los ejemplos en la vida de todos los días son muchos: después de un accidente automovilístico, ambas partes involucradas culpan al otro conductor; un jugador de baloncesto de una escuela secundaria después de una canasta de tres puntos en los últimos segundos de un juego atribuye la hazaña a su habilidad en el juego.
Es fácil ver los pasos locos hechos por Putin para echarle toda la culpa a él y olvidar el oscuro plan de Estados Unidos para evitar que Rusia se convierta en un país europeo y la ambición de la OTAN para expandir su influencia hacia el Este. Putin es hoy un “archí-enemigo de la Alianza Atlántica, el que lucha en primera línea por la des-Occidentalización del sistema internacional. Pero nadie parece recordar que ayer, es decir, a principios de la década de 2000, Putin era un liberal entusiasta con una estampita de Pedro el Grande en sus manos y con el sueño de crear una Europa extendida desde Lisboa hasta Vladivostok” (Cuando Putin miraba a occidente).
“Se ha indicado varios factores que influyen en el sesgo egoísta, incluidos la edad y el género. Los adultos mayores tienden a hacer atribuciones a sí mismos, es decir, a acreditarse sus éxitos. Los hombres son más propensos a hacer atribuciones externas, lo que significa que tienden a culpar a fuerzas externas por sus fallas. Cuando una persona está deprimida o tiene baja autoestima, este tipo de sesgo puede revertirse: atribuirán los resultados positivos a la ayuda externa o incluso a la suerte, y se culparán a sí mismos cuando sucedan cosas malas”.
La cultura también puede ser una fuente de sesgo egoísta. “Las Culturas Individualistas como la estadounidense ponen un mayor énfasis en el logro personal y la autoestima, por lo que será muy importante protegerse de los sentimientos de fracaso. Por otro lado, las Culturas Comunitarias, como las que suelen encontrarse en los pueblos orientales, tienden más a atribuir el éxito personal a la suerte y los fracasos a la falta de talento”(Kendra Cherry).
“Los mayores, menos interesados en mostrarse exitosos en el grupo en el que se encuentran y en beneficiarse de una sabiduría madurada con el tiempo, en general se inclinan más por evaluaciones equilibradas de su trabajo. Cualquier forma de presunción, basada en premisas egoístas y ajenas al correcto acercamiento social a los demás, conduce a la sobrevaloración de uno mismo, a la incapacidad de crecer y aprender de los propios errores” (Marco Managò). Nuevamente emplazando este escenario en las relaciones internacionales, es fácil ver cuán peligroso sería un enfoque basado en prejuicios alimentados por el sesgo del egoísmo.
Hay, por supuesto, un lado positivo. El sesgo del egoísmo, “Lleva a las personas a perseverar aún frente a la adversidad. Un trabajador desempleado puede sentirse más motivado para seguir buscando trabajo si atribuye su desempleo a una economía débil en lugar de alguna falla personal. Una atleta puede sentirse más motivada si cree que su último fracaso fue el resultado del mal tiempo en lugar de la falta de habilidad”. Depende de los amigos, los buenos amigos, “mantenerle a uno bajo las luces de críticas honestas sobre cuándo una mala situación podría ser resultado de su propia acción” (Kendra Cherry). ¿No deberían las Naciones Unidas proporcionar este enfoque amistoso a sus estados miembros?
Cuando falta la voluntad de reconocer los propios errores, la parcialidad de una actitud egoísta al alterar méritos y deméritos determina una planitud estéril, sin posibilidad de mejora; las personas quedan prisioneras de sus prejuicios y presas de sus distorsiones de la realidad. La arrogancia exterior esconde una gran fragilidad interior y la dificultad, en una actitud infantil, de evaluar correctamente la gestión de habilidades, medios y resultados. La incapacidad de reconocer el egoísmo, termina en el rechazo de toda responsabilidad y la tendencia humana a la complacencia surge de forma natural y automática. Se vuelve fácil, entonces, considerarse el pivote de un evento positivo y la víctima de un resultado negativo. Es el fracaso de un verdadero discernimiento acerca la gestión de responsabilidades - personales, familiares, sociales, políticas -, lo que lleva a atribuirse únicamente méritos y a descargar los fracasos en los demás. Entre las naciones, esta actitud conduce a conflictos y a veces a la guerra.
Por otro lado, “Este tipo de conducta corre el riesgo de hacer caer a los demás en la creencia de que han fracasado, sistemáticamente. Las repercusiones psíquicas, en este caso, son pesadas y quien arroja al otro en esta condición no se da cuenta de la gravedad del acto cometido" (Marco Managò).
Es fácil comprender cómo una actitud de sesgo egoísta mal gestionada acarrea tristes consecuencias en las relaciones entre personas, entre grupos, entre países. El ejemplo de la guerra que se está dando en Europa del Este es una advertencia de cómo un sesgo egoísta radicalmente malo puede envenenar las relaciones internacionales. Lo bueno o malo de una decisión tiene que ser juzgado siempre por los frutos y consecuencias que tiene en el futuro. Y los frutos, ¡los vemos “ahora”! Por lo tanto, ¿realmente creemos que la ONU, los eventos públicos, las sanciones económicas, las declaraciones, las marchas de protesta, la desobediencia civil y los ayunos sociales son suficientes acciones de abogacía para que Putin vuelva a los diálogos de paz?
Vea también: No hay buenos en la guerra de Ucrania- There are no good guys in the Ukraine war y How the Self-Serving Bias Protects Self-Esteem
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