La tierra, así como el agua y el aire, es un bien común de la humanidad que no debería ser privatizado. La Madre Tierra debería servir para producir alimentos sanos para la comunidad local entonces deberíamos respetar al medio ambiente y a la biodiversidad. Esto es lo que podría llamarse la agricultura ecológica de proximidad a servicio de la soberanía alimentaria.
Este modelo de agricultura no se ajusta a la tendencia actual de la globalización de los mercados, en la cual la tierra es una mercancía sujeta a la especulación y su utilidad es menos importante que su precio de mercado. Esta financiarización de la tierra es una causa del fenómeno del acaparamiento de tierras. Este fenómeno sucede particularmente en los países en desarrollo donde, a menudo, la falta de títulos claros de propiedad junto con la complacencia e incluso la complicidad de las autoridades locales hace la felicidad de los grandes especuladores internacionales. Sin embargo, también está presente en Quebec. De hecho, a pesar de algunas reglas que se pusieron en marcha para evitar la compra de tierras agrícolas por parte de intereses extranjeros, no estamos protegidos contra las agarras de nuestros agricultores o de la agroindustria y su apetito por los monocultivo orientado la exportación.
Sin embargo, hay soluciones para reapropiarse del territorio al alcance de la mano. Una de ellas es la creación de fideicomisos de tierras agrícolas (FFA en la sigla francesa) de utilidad social, - un tipo de fideicomiso que beneficia a una comunidad - para lograr que las tierras sean destinadas a la agricultura orgánica. El Manual sobre especulación inmobiliaria. Una introducción a los fideicomisos de tierras comunitarias[i] (Écosociété, 2014) documenta la historia de la evolución de este modelo y puede guiar su implementación.
En Quebec, la creación y la administración de los fideicomisos están regulados por el Código Civil, que le dedica varios artículos específicos (1260-1298). La primera ventaja de esta forma de propiedad es que el fideicomiso existe solo para alcanzar los objetivos para los que se estableció. Además, estos objetivos sólo pueden modificarse mediante una decisión judicial y únicamente con el fin de adaptarlos para asegurar su continuidad con las finalidades originalmente definidas. Por lo tanto, cuando un propietario decide poner su propiedad (la tierra) bajo fideicomiso para asegurar, por ejemplo, que su agricultura sea ecológica y sea solo para el mercado local, cada productor que la trabajará esa tierra tendrá que producir alimentos orgánicos certificados y distribuirlos en el mercado local hasta que expire el plazo del fideicomiso. Si se añade que el fideicomiso para la utilidad social puede ser perpetuo, eso sería una manera muy sólida para conservar las tierras agrícolas con el fin de alimentar a la población local.
La tierra que se mantiene en un FFA no es propiedad de pocos individuos. Cuando se crea un fideicomiso, se nombra un consejo fiduciario que será responsable de la administración de la propiedad. Este consejo generalmente se compone de representantes de la comunidad, del productor y de los consumidores de los productos agrícolas. Estos son nombrados para asegurar el logro de los objetivos establecidos y garantizar la sostenibilidad del fideicomiso de tierras agrícolas. La tierra no se puede vender y, por lo tanto, se encuentra fuera del mercado especulativo y protegida contra la lógica del acaparamiento de tierras.
Los FFA pueden constituir también una respuesta al problema del acceso a las tierras agrícolas, causado, en parte, por la especulación desenfrenada de los últimos 30 años que hizo que los precios de compra de tierras en varias regiones de Quebec fueran inalcanzables para los recién licenciados de las escuelas agrícolas. En efecto, la sucesión familiar en Quebec es continuamente menos frecuente y los hijos de los agricultores toman menos que antes las riendas de las granjas de sus padres. Los FFA pueden entonces servir el propósito de promover el acceso a la tierra, ofreciendo su uso gratuitamente o a bajo costo. Esto nos remite a la idea de las antiguas tierras comunales que fueron utilizadas para cultivar los alimentos de los pueblos y municipios de los alrededores.
En esta perspectiva, la tierra ya no es un buen especulativo sino un recurso en común para el bien de la comunidad. El productor, por su parte, puede ser el propietario de los capitales investidos, de los edificios, de la infraestructura y de la maquinaria necesaria para el trabajo y una mejor vida ya que tendrá menos deudas. Llegado el momento de ceder el lugar a otro agricultor podrá beneficiarse de las mejoras y del valor añadido de sus trabajos. Sin embargo, la tierra protegida por el FFA nunca podrá ser vendida!
[i] Le manuel d'antispéculation immobilière. Une introduction aux fiducies foncières communautaires (Écosociété, 2014)
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