El 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), se celebró con millones de personas hambrientas y muchas más en situación de pobreza, en medio de la crisis provocada por la subida de los precios de los alimentos. Covid, guerras y cambio climático contribuyen de la peor manera a empeorar la situación, de la que se aprovechan las multinacionales de la agroindustria y de los alimentos con fines especulativos.
La Vía Campesina es el mayor movimiento planetario de organizaciones campesinas. Lleva décadas hablando de soberanía alimentaria y lanza un nuevo llamamiento en favor de una soberanía alimentaria de los pueblos frente a las multinacionales de los alimentos. La crisis alimentaria que asola el mundo no tiene precedentes por su intensidad y frecuencia, y genera más de mil quinientos millones de refugiados climáticos, además de guerras y otras catástrofes que son cualquier cosa menos que naturales. Este año compartió su análisis de la situación y sus propuestas en una declaración titulada “La soberanía alimentaria es la única solución y camino a seguir”.
La crisis alimentaria actual no tiene precedentes porque se produce en un contexto mundial más difícil que la crisis alimentaria y de los combustibles de 2008. La intensidad y frecuencia de los impactos climáticos se han más que duplicado desde la primera década de este siglo. En los últimos 10 años, unos 1.700 millones de personas se han visto afectadas por catástrofes relacionadas con el clima, y casi el 90% de ellas se han convertido en refugiados climáticos. El hambre, la desnutrición y la pobreza son más difíciles de superar debido a las continuas guerras, conflictos y catástrofes naturales. Esto dificulta todos los aspectos del sistema alimentario, desde la cosecha, transformación y transporte de alimentos hasta su disponibilidad, venta y consumo.
Sin embargo, el problema no es la producción o el suministro -se producen alimentos más que suficientes para toda la población mundial-, sino el acceso a los alimentos, obstaculizado por una cadena alimentaria industrial controlada por empresas multinacionales. Las empresas controlan los macro-datos, las tierras de cultivo, los recursos oceánicos, las semillas y los productos agroquímicos, y además se apropian del 80% de los alimentos producidos por la agricultura familiar y doblegan a los gobiernos y las organizaciones internacionales para proteger sus intereses.
Al mismo tiempo, presionan para que los gobiernos y las organizaciones internacionales ejerzan cada vez menos control. La Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios celebrada en 2021, promovida en gran medida por las multinacionales, tenía como uno de sus objetivos debilitar los escasos mecanismos de gobernanza pública de los sistemas alimentarios (véase Secuestro corporativo de los sistemas alimentarios y Un Summit sotto assedio).
La Vía Campesina también denuncia la tendencia mundial a reducir los espacios para la acción civil, así como el aumento de las violaciones de los derechos humanos, la opresión y la criminalización de las personas y organizaciones que defienden la tierra. Hay más represión por parte de los Estados, utilizando fuerzas militares y de seguridad, mientras que la legitimidad del sector público disminuye, tanto porque está cooptado por las empresas multinacionales como por una narrativa desarrollista que asigna un papel destacado a la inversión del sector privado.
A pesar de ello, el documento subraya que "las últimas tres décadas han sido testigo del crecimiento de una red cada vez más sólida, diversa y articulada de pequeños productores de alimentos, trabajadores y otros actores sociales que se sienten perjudicados por el sistema alimentario globalizado dirigido por las corporaciones y abogan por una transformación radical de los sistemas alimentarios y agrícolas basada en la soberanía alimentaria".
Estos movimientos están decididamente comprometidos con la defensa y la construcción de dispositivos que proporcionen alimentos ecológico y socialmente sostenibles y arraigados localmente, movimientos que suelen denominarse "alternativos", a pesar de que producen hasta el 70% de los alimentos que se consumen en el mundo. Repensar las políticas agrícolas como una cuestión de seguridad económica y nacional debe ser una prioridad".
Para ello, el documento de La Vía Campesina propone, entre otras medidas, "el cese de la especulación alimentaria y la suspensión de la comercialización de productos alimentarios en la bolsa"; "la exclusión de la producción alimentaria de los acuerdos de libre comercio y de la Organización Mundial del Comercio"; "la prohibición del uso de productos agrícolas para producir biocombustibles o energía".
El documento hace un enérgico llamamiento a un cambio radical de las políticas alimentarias a escala nacional e internacional, que incluya un nuevo sistema mundial basado en la soberanía alimentaria, no en el comercio, para reforzar la agricultura campesina local y nacional, proporcionar una base estable para la producción de alimentos deslocalizados y el apoyo a los mercados dirigidos por agricultores locales y nacionales, y proporcionar un sistema comercial internacional justo basado en la cooperación y la solidaridad.
Pide "un cambio radical hacia la agroecología para producir alimentos sanos para el mundo". Debemos asumir el reto de producir suficientes alimentos de calidad, reactivando al mismo tiempo la biodiversidad y reduciendo drásticamente las "emisiones de gases de efecto invernadero" causantes del cambio climático.
De hecho, la verdadera soberanía alimentaria desde y con las comunidades campesinas e indígenas es la única solución para atajar el hambre, el cambio climático, la destrucción medioambiental y social y las crisis sanitarias.
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