Un joven se acercó a un anciano sabio del pueblo Cherokee y le dijo: “He sufrido una injusticia por parte de otro joven y no sabría cómo darle la pareja”.

El anciano sabio se quedó pensativo un momento y le dijo: “Déjame que te cuente una historia. Yo también sentí odio y desprecio por alguien que me hizo una gran injusticia. Y lo peor era que esa persona no tenía ningún remordimiento por el daño que me había causado. Después de sufrir varias injusticias, llegué a pensar que la vida había sido injusta conmigo. Sin embargo, tras mucho reflexionar, me di cuenta de que el odio me afectaba a mí y no a mi agresor. Llegué a la conclusión de que odiar es como tomar yo mismo el veneno, imaginando que será la otra persona a morir. Ahora lo veo así: dentro de mí hay dos lobos. Uno es muy bueno, vive en armonía con otros animales, no ofende a nadie y no se ofende. Y si tiene que reaccionar, lo hace de la manera correcta, sin dejarse llevar por la ira y el odio. También hay otro lobo. Éste siempre está enfadado, se pelea con todo el mundo e incluso ofende a los demás sin motivo. Su ira y su odio son más fuertes que su autocontrol. Es una rabia sin sentido porque no produce ningún cambio. El otro sigue siendo malo. Mi querido joven, no es fácil vivir con estos dos lobos dentro de ti, porque ambos quieren dominar tu espíritu y tu corazón. Así es con todo ser humano”.

El joven, perplejo, preguntó al sabio anciano: “¿Quién de los dos gana en esta lucha interior?” El sabio anciano cherokee sonrió y dijo: “El al que alimentas".

Conclusión: la humanidad, nosotros y todos, superaremos el mundo del odio, de la venganza y de la guerra si alimentamos al lobo de la paz y la armonía que llevamos dentro. De lo contrario...

Como diría Jesús de Nazaret: "Quien pueda entender este mensaje, que lo entienda y lo ponga en práctica”. De lo contrario, conoceremos la desolación de la abominación.