El ganado es una moneda de gran valor en Sudán del Sur. Los hombres están desesperados por conseguir un rebaño para utilizarlo como dote, pero sus novias tienen poco que decir al respecto.
Son diez años que Dau Deng lleva buscando el amor; un factor ha frustrado sus sueños una y otra vez. El ganado. O mejor dicho, la falta de ganado.
En dos ocasiones, este licenciado universitario ha visto cómo sus novias se casaban a regañadientes con otro porque él no podía reunir el exorbitante número de vacas y toros necesarios para pagar la dote, en este país que es uno de los menos desarrollados del mundo.
Ahora está a punto de perder a otra, cuyos padres le han pedido 50 vacas, cada una del valor de varios cientos de libras. "Llegará el momento y ella no podrá esperar más", dice Deng, de 32 años, sentado a la sombra de un árbol de mango junto al Nilo en Juba, la capital sur sudanesa. "Y se irá con otra persona que esté preparada".
En Sudán del Sur, que se convirtió en estado independiente hace sólo 11 años, el ganado no es tan sólo ganado. Entre los pueblos del valle del Nilo, el ganado funciona como fuente de alimentos, pero también como moneda y como cuenta de ahorros. El ganado es la clave para la riqueza, la seguridad, la estabilidad y el matrimonio.
Reunirlo, cuidarlo y apacentarlo es el trabajo de toda una vida para las comunidades pastorales como la de Deng. Así ha sido durante miles de años. Sin embargo, la historia más reciente de inestabilidad violenta y desastres naturales ha destruido muchos de los controles y equilibrios que mantenían funcionado a esta sociedad. El país se sumió en una guerra civil poco después de la formación del Estado sur sudanés en 2011. En 2018 se alcanzó un precario acuerdo de paz, pero desde entonces varias regiones se han visto azotadas por una inseguridad alimentaria extrema, exacerbada por los conflictos, la mala gobernanza y las inundaciones.
Algunos se han aprovechado del caos. La guerra y los desplazamientos masivos han permitido a reducidas élites militares y políticas amasar enormes rebaños de ganado. Esto les proporciona una enorme riqueza y poder, así como impunidad efectiva frente a las sanciones internacionales: es casi imposible sancionar a alguien cuyos activos multimillonarios pastan al interior del país, lejos del alcance del sistema bancario Swift.
"Estas pocas docenas de hombres utilizan el ganado como cuenta bancaria", afirma Flora McCrone, investigadora especializada en conflictos de pastoreo en el Cuerno de África. "El equivalente occidental más parecido que se me ocurre es comprar una flota de carros de lujo, porque tienen mucho valor y son un símbolo de estatus".
Cuando estas élites quieren casarse, ya sea por primera o por cuadragésima vez, están dispuestas a gastar enormes cantidades en dotes, que tradicionalmente se pagan en ganado. El resultado es una inflación en el mercado matrimonial.
Las subastas de mujeres con dotes especiales pueden llegar a valer cientos de miles de libras, un proceso organizado por sus familias, en el que la futura esposa tiene poco o nada que decir. El precio viene determinado por la estatura de la mujer, su nivel de educación y sus antecedentes familiares. "Si una mujer es muy alta, bien plantada, y si viene de una buena familia y tiene buenos modales, habrá competencia por ella", me cuenta un agente de poder local. "Pero en mi opinión estas competiciones están ya fuera de control".
Este año, una joven sur sudanesa de 17 años fue vendida en matrimonio a un hombre de negocios con el triplo de su edad a cambio de 500 cabezas de ganado, tres coches de lujo, 10.000 dólares y unos cuantos teléfonos móviles. Se convirtió en su novena esposa. Los grupos de derechos humanos condenaron el caso y afirmaron que la niña había sido subastada en un claro caso de abuso infantil.
Su dote era una suma increíble en un país donde la mayoría de la gente vive cada día sin saber de dónde saldrá su próxima comida.
En la última década, la dote media en algunas zonas ha aumentado de unas diez a unas 60 reses, cada una de las cuales puede costar desde unos cientos a muchos miles de libras.
El valor de un toro o una vaca viene determinado por clasificaciones ancestrales, en las cuales la más importante es el color del pelaje. En un modesto campamento ganadero a las afueras de Juba, David Makuac, pastor de la comunidad borDinka, desgrana algunos de los más valiosos colores: machar (negro), marial (blanco y negro) y mabior (blanco).
"Los cuernos también son importantes", dice mientras indica uno de sus toros que ha recibido premios de un brillante pelaje rojo grisáceo. "Tienen que ser ni muy grandes ni muy pequeños, y prefiero cuando uno está doblado y el otro va recto, porque significa que es diferente".
Algunos están dispuestos a pagar cualquier precio por un ejemplar perfecto. Hace dos semanas, Deng Makuak, empresario y ex soldado, vio en Facebook la foto de un toro que le dejó sin aliento. Musculoso y delgado, tenía un pelaje picazo y unos cuernos bellamente proporcionados. Tenía que comprarlo. Tras una corta negociación, pagó 24 vacas y diez cabras por el toro, lo que equivale a unas 22.000 £.
La semana pasada me enseñó una foto del toro. Llevaba una bufanda del club de fútbol Inverness Caledonian Thistle, porque a Makuak le gustaba la combinación de colores. "Me siento orgulloso de ese toro, porque puedo decir que es el mejor", me dijo.
Para la gente normal, gastarse semejantes sumas es inimaginable. A medida que suben los precios del ganado y las dotes, algunos han recurrido al robo de ganado en su desesperación. Titas, un pastor de ganado, me contó que conocía a muchos que habían tomado las armas para casarse. "El alto precio es la razón", me contó en un mercado de ganado de Juba. Mientras hablábamos, pasaba un rebaño de vacas levantando nubes de polvo rojo.
McCrone, un analista de ganado, afirma que, aunque siempre hubo robos de ganado, la escala actual es insosteniblemente alta y está siendo utilizada por las élites para expulsar a sus rivales de las zonas de pastoreo y debilitar a otras comunidades.
Los dirigentes del país afirman que están intentando reducir los precios de las dotes y reintroducirles los topes, lo que antes era habitual, y aún lo es en algunas comunidades. Este verano, el primer vicepresidente, Riek Machar, anunció que había aceptado un precio de 45 reses por la mano de su hija para el matrimonio, en lugar de las 500 que le habían ofrecido.
Sin embargo, el impacto en la sociedad en general sigue siendo limitado. Mientras los hombres se pelean por el precio del ganado, una minoría de mujeres de las élites educadas se niega a ser vendida por ganado. En el concurso de Miss Sudán del Sur, celebrado hace algún tiempo en un lujoso hotel de Juba, una guapa licenciada universitaria declaró que despreciaba esta práctica. "Es como mercadear: dame tantas vacas y te daré a mi hija", y añadió: "Es absurdo".
Ver, The marriage market where cows are traded for women
Foto. El ganado, reunirlos, cuidarlos y apacentarlos es el trabajo de toda una vida para las comunidades pastorales de Sudán del Sur © The Sunday Times
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