Con ese mismo espíritu de los carteles pegados a las vitrinas cerradas de las tiendas en Bérgamo y luego en toda Italia, cantando el estribillo "Tutto andra bene" (todo irá bien), una joven religiosa francesa que vive en Milán a publicado este lindo mensaje de esperanza
La Esperanza, en estos días en Italia, es el cielo azul limpio y esplendoroso, es el sol que brilla obstinadamente sobre las calles desiertas, y que se introduce sonriendo en los hogares que aprenden a volver a ser familias.
La Esperanza son estas notas anónimas que por centenares han comenzado a cubrir las vitrinas de las tiendas cerradas, para alentar a todos estos pequeños comerciantes que se enfrentan a un futuro oscuro, primero en Bérgamo, luego, como una ola de esperanza, viral también, en Lombardía, antes de llegar a toda Italia: "Tutto andrà bene" (Todo irá bien y ¿cómo no pensar en estas palabras de Jesús a Juliana de Noruega "... ma tutto sarà bene e tutto finirà bene" mas todo será bien y todo terminará bien?).
La Esperanza es la vida, más fuerte, y la primavera que se olvida de llorar y temer, y avanza inexorablemente, poniendo verde a los árboles y a los pájaros a cantar.
La Esperanza son todos estos maestros ejemplares, llamados a improvisarse creadores en pocos días y a reinventar la escuela, y hacer lo imposible para enfrentar valientemente la preparación de sus cursos, las clases en línea y las correcciones a distancia, mientras preparan almuerzo, con dos o tres niños entre las piernas.
La Esperanza, son todos estos jóvenes, que después de los primeros días de inconsciencia y descuido, de euforia por unas "vacaciones" inesperadas, recuperan su sentido de responsabilidad, y se dan a conocer que saben ser serios y cívicos cuando tienen que hacerlo, sin perder nunca la creatividad y el sentido del humor: y así cada noche a las 6 p.m., hay un flash mob para todos... un flash mob particular. Todos en la casa, desde la ventana... y la ciudad entera escucha el himno italiano, cantado desde cada hogar, y después cada noche otra canción popular, cantada al unísono. Porque los momentos difíciles crean unidad.
La Esperanza, son todos estos padres que redoblan su ingenio y creatividad para inventar nuevos juegos a platicar en familias, y nuevas iniciativas para los momentos "sin dispositivos móviles" para todos, de manera que las pantallas no roben al hogar todo eso Kairos-tiempo sagrado que le es regalado.
La Esperanza, después de una explosión inicial de los instintos de supervivencia más básicos (compras frenéticas en el supermercado, carrera a las máscaras y desinfectantes, éxodo por la noche hacia el sur...), son también los estudiantes quienes, en medio de todo eso, mantuvieron la calma, la responsabilidad y el civismo... que tuvieron el coraje de quedarse en Milán, lejos de sus familias, para proteger sus regiones más vulnerables, Calabria, Sicilia... pero, y sobre todo, que aún se resisten a otro instinto primario, él de condenar y señalar a dedo, llenos de rabia o de envidia, a aquellos que no tuvieron la valentía de verse aislados durante un mes, lejos de sus familias, y que huyeron.
La Esperanza es ese agente de policía que, verificando las "auto-certificaciones" se topa con una enfermera que reanuda su turno y vuelve al frente, le hace una reverencia y le dice conmovido: "Mi más grande estima".
Y la Esperanza, por supuesto, se focaliza en la "camicia verde" de los médicos y en la dedicación de todo el personal sanitario, quienes exhaustos en hospitales con exceso de trabajo, continúan la lucha. Y son todos ellos que en estos días se consideran como los verdaderos "ángeles de la Patria".
Pero, la Esperanza también es una vida que comienza en medio de la agitación, es mi hermana pequeña que, en medio de una Bolsa de Valores que se hunde, da a luz a su pequeño Noah en un país a dos pasos de aquí, mientras todos se refugian en su Arca, por "la supervivencia", no de las especies esta vez, sino de las más vulnerables.
Y aquí está la Esperanza, sobre todo: son estos países ricos y dedicados a producir, de una Europa que creíamos tan fácilmente dispuesta a deshacerse de sus viejos, que creíamos cínicos ante la eutanasia de los más precarios en salud... Eh bien, aquí están estos países que de repente defienden la vida, los más frágiles, los menos productivos, los "estorbosos" y pesados para el Rey-sistema, de cara al famoso problema de las pensiones...
Y aquí nuestra economía de rodillas. De rodillas al lado de la cama de los más viejos y más vulnerables. Todo un país que se detiene, para ellos...
Y en esta Cuaresma en particular, una nueva hoja de ruta: cruzar el desierto, rezar y redescubrir el hambre de la eucarística. Vivir lo que viven a cotidiano miles de cristianos en todo el mundo. Recuperar la capacidad de extrañarse. Salir de nuestras rutinas...
Y en esta niebla total, navegar a la vista, volver a aprender la confianza, la verdadera es rendirse a la Providencia.
Y aprender también a detenerse. Se necesitaba un virus pequeño, invisible, irrisorio, que se nos ríe a la cara, para desacelerar nuestra loca carrera.
Y al final, la esperanza de la Pascua, la victoria de la vida para concluir esta larga Cuaresma, y será también una explosión de abrazos re-encontrados, de gestos de cariño y una muy esperada comunión, después de un largo ayuno.
Y podremos decir con San Francisco: "Alabado seas, Señor, por el hermano Coronavirus, que nos ha enseñado nuevamente la humildad, el valor de la vida y de la comunión".
Ánimo, no tengas miedo: ¡he conquistado el mundo! (Jn 16, 33)
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