Gracias a las redes sociales, hoy la cadena de la información se ha vuelto casi ilimitada, abriendo camino a la transmisión de todo tipo de valores que, no cuesta mucho constatar, han cambiado radicalmente. Valores que en un pasado no muy lejanos eran indiscutibles se han vuelto obsoletos, impopulares o en contraste con las orientaciones de la sociedad y son considerados como exponentes de un furtivo poder dominante, del oscurantismo religioso, del patriarcado y de políticas que oprimen las minorías. Símbolo es el controvertido trinomio, Familia, Dios, Patria.
Los nuevos valores pretenden encontrar su unidad bajo la bandera de los derechos humanos que no se pueden llamar, ni pretenden llamarse, derechos civiles, sino más bien derechos individuales: aborto, homosexualidad, uniones libres, paternidad o maternidad por alquiler, libertad de palabra y de pensamiento sin límites, intransigente propiedad privada, movilidad indocumentada, total libre comercio, y tantos otros que hoy dominan el horizonte imaginario de la sociedad virtual.
La confrontación entre los diferentes valores no se da en un dialogo respetuoso, en la arena académica o política con marcos referenciales reconocidos y aceptados. Desborda más bien en violencias callejeras, en insultos, en enfrentamientos agresivos y opresivos de todo tipo, considerados a razón o sin razón como el último recurso posible para una alternativa al pensamiento que se considera dominante.
La libertad de expresar cualquier idea y divulgarla por cualquier medio puede, sin embargo, volverse también un arma de dominación, dañar la dignidad de las personas y la integridad de la comunidad. Todas las libertades, incluso las fundamentales como la libertad de pensamiento y de expresión, no pueden ser ilimitadas.
El concepto de límite es inherente al concepto de ley en un estado de derecho y para la convivencia de los derechos en su conjunto. Son límites las libertades y los derechos de los demás, y cada derecho debe necesariamente limitarse si quiere coexistir con los demás derechos de manera ordenada y viable. ¿Son estos criterios, teóricamente válidos, suficientes para garantizar el ejercicio de un derecho en el respeto de otros derechos? No parece tan cierto.
El New York Times hace alarde de su sección “Opiniones” como arena de libre debate. Sin embargo, en el corto espacio de pocas semanas se ha “liberado” de dos preciados colaboradores porque no están en línea con un cierto pensamiento. Primero fue James Bennet, despedido por haber dejado que se publicara el texto de un senador republicano, favorable al envío del ejército para reestablecer el orden tras las protestas por el asesinato de George Floyd. Luego fue el turno de Bari Weiss, editora de la sección “Opinión” quien dejó el periódico dando un portazo. Justificando su gesto en la carta al editor afirma: "Quien ahora dirige el periódico es Twitter” que domina con la "cultura de la cancelación" porque se quiere evitar todo lo que pueda incomodar la sensibilidad de alguien.
In Italia, un grupo LGBT improvisó una protesta delante de una iglesia porque se estaba rezando por la familia, interpretando la iniciativa como un rechazo a la nueva ley en discusión al parlamento, que muchos consideran inútil y ambigua, sobre homotransfobia. El neologismo significa literalmente "Miedo hacia las personas del mismo sexo", pero es utilizada para tildar de intolerancia cuantos y cuanto no es favorable a la ideología LGBT.
El proyecto "Legalidad y mérito" del Ministerio de Educación italiano y la Universidad Luiss de Roma ha individuado dos límites de la información que, en la moderna sociedad, a ciencia y consciencia, se proponen imponer nuevos “valores” ejercitando el poder del pensamiento único. Nacido para promover la cultura de la legalidad y la meritocracia en las escuelas italianas, este año el proyecto ha escogido como campo de investigación la información porque la pandemia ha mostrado como la desinformación se ha vuelto una verdadera infodemia.
La velocidad con que se trasmiten la información impide investigarla, profundizarla y estudiarla, al punto que hasta su comprensión resulta perjudicada.
La cantidad excesiva de información, además, hace difícil, a veces imposible su análisis profundo, impide la compresión de los hechos y dificulta comprobar si las fuentes son confiables. Lo sabemos por experiencia, porque todos hemos sido algunas veces receptores que se ha vuelto diseminadores maquinales de información y creencias, sin haber averiguado su fundamento científico y objetivo.
La convivencia en una sociedad libre y democrática, presupone un equilibrio entre valores distintos y a veces opuestos, para establecer con criterios de razonabilidad, cuáles de ellos puedan prevalecer en un determinado momento histórico pero sin que los valores – y los relativos derechos – por el momento dejados de un lado sean distorsionado o su ejercicio se vuelva difícil o incluso imposible.
Los "Derechos de personalidad" (derecho a la privacidad, integridad, reputación, dignidad social), que protegen el valor de la dignidad de la persona, son limitaciones esenciales a la libertad de expresión como lo es, en la esfera pública, todo cuanto se relaciona con la administración de la justicia y la seguridad del Estado. Sin embargo, mientras que la difusión de noticias falsas puede ser sancionada por ley, los instrumentos legales no llegarán nunca a crear la convivencia de valores opuestos – y los relativos derechos y deberes - si no están respaldados por el sentido de responsabilidad y la cultura de la legalidad de todos los ciudadanos.
Se puede pensar que la alternancia "en el poder" de ciertos valores y derechos a expensas de otros sea el resultado de la historia, en un ciclo de cursos y retornos según la formulación del filósofo italiano Gianbattista Vico. Para Vico, la era de los dioses, en la que nos dejamos guiar por los sentidos y la imaginación, la era de los héroes, en la que la sociedad se va organizando, y la era de los hombres, en la que las creencias reciben una base y una explicación racional y el principio de igualdad de los hombres ante la ley se imponen, se alternan en ciclos sucesivos. O se puede pensar que la condición inevitable del progreso de las ideas - valores y derechos consecuentes - es lo que Habermas define como la ley del péndulo por lo que no se dan dos pasos adelante sin dar uno atrás. El riesgo es de caer cada vez en esa libertad de pensamiento y expresión que Benito Mussolini elogiaba frente a los periodistas el 10 de octubre de 1928: "El periodismo italiano es libre porque sirve a una sola causa y a un solo régimen: es libre porque bajo las leyes del régimen puede ejercer, y de hecho ejerce, funciones de control, crítica y propulsión". Libre, entonces, de pensar y decir lo que en la marea del momento sube o baja de acuerdo a los intereses del poder, de la economía, o de las ideologías de las redes sociales.
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