El «multialineamiento» parece ser una palabra clave en las recientes opciones geoestratégicas de varios países del continente. Sin duda, una opción interesante, pero que debería combinarse con un panafricanismo nuevo y concreto.
El año 2023 en el continente africano ha visto la apertura de muchas mesas de trabajo globales que merecen atención y mucho compromiso de implementación. Hay al menos tres acontecimientos internacionales que pueden representar momentos significativos de cambio de rumbo para la proyección panafricana en la dinámica mundial.
El primero es la Asamblea General de la ONU que votó en febrero de 2023, por abrumadora mayoría, a favor de una resolución que pide la retirada «inmediata» de las tropas rusas que invadieron Ucrania un año antes y una paz «justa y duradera». El texto recibió 141 votos a favor de los 193 Estados miembros del organismo. Siete países votaron en contra: Bielorrusia, Siria y Corea del Norte, aliados tradicionales de Rusia, así como Nicaragua, Eritrea y Mali.
En general, entre los países que se abstuvieron, muchos eran africanos, entre ellos Angola, Etiopía, Argelia, Guinea y Mozambique. Posiciones que pueden explicarse por la tradicional relación entre algunos Estados de herencia socialista y la Unión Soviética, y por tanto Rusia. Estas abstenciones señalan, sin embargo, el retorno de una forma de «multialineamiento» en un contexto internacional en el que las asociaciones se multiplican y diversifican.
De toda manera, en un artículo publicado tras la primera votación, el investigador del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri) Thierry Vircoulon matizaba las razones de la abstención de los Estados africanos, afirmando que no era sólo el resultado de «la influencia de Moscú y el declive de la popularidad de europeos y estadounidenses», sino «también y sobre todo un reflejo de prudencia y salvaguarda por parte de una África multidependiente».
El segundo hecho a tener en cuenta es la entrada de la Unión Africana (UA) como miembro permanente del G20. Se trata de otro momento fundamental que pone en práctica uno de los objetivos de la Agenda 2063 - el plan a largo plazo de la Unión Africana que busca transformar a África en una potencia mundial -, a saber, acabar con la subalternidad geoestratégica del continente y hacer que su peso específico cuente más.
Desde el punto de vista demográfico, en 2050, según las previsiones de la ONU, África tendrá casi 2.500 millones de habitantes. En otras palabras, más del 25% de la población mundial será africana. A partir de entonces, el crecimiento se ralentizará, pero África seguirá siendo, con diferencia, el principal motor del crecimiento demográfico mundial: representará casi el 40% de la población mundial a finales de siglo.
Económicamente, los africanos representan un PIB total de tres billones de dólares y constituyen un mercado de 1.200 millones de personas desde 2021. Se espera que la Zona Africana de Libre Comercio (Afcfta) aumente el comercio intraafricano en más del 50%, con un gran impacto en el comercio con el resto del mundo, respectivamente el 29% de las exportaciones y más del 7% de las importaciones. Se espera un aumento significativo del 10% del PIB real medio per cápita. Corresponde ahora a la UE arrastrar al continente hacia las reformas necesarias, capaces de hacer realidad tal potencial y tales expectativas.
No basta, en definitiva, con aspirar a sentarse a la mesa de los grandes, es necesario demostrar que se es uno aplicando reformas estructurales de gobernanza y modelos económicos capaces de romper la economía depredadora multisecular tan querida por los explotadores extraafricanos y las élites off-shore de los empobrecidos.
El tercer hecho es la entrada de Egipto y Etiopía en el club de los países emergentes del Brics, al que aspiran muchos otros (Argelia, Nigeria, Marruecos...). La asociación prevista entre el continente africano y los Brics se orienta hacia tres ámbitos concretos: el comercio, la inversión extranjera directa y la ayuda al desarrollo. En cada uno de ellos, África tiene experiencia para no repetir los errores del pasado. La cooperación con los Brics - si las áreas prioritarias están bien identificadas y orientadas - puede fomentar el crecimiento económico, crear empleo y acelerar la inclusión del continente en las cadenas de valor mundiales. Es una lástima que Etiopía y Egipto se la jueguen individualmente en lugar de la UA. Un déficit de unidad que traiciona las proclamas de querer superar las fronteras trazadas por los colonizadores. “África debe unirse", escribió Nkrumah, padre del panafricanismo. Pero cuando llega el momento de jugar juntos, vuelven los reflejos nacionalistas. Tenemos tiempo de sobra para replantearnos nuestra pertenencia al Brics y poner en marcha una agenda afroafricana que se integre en él para no sufrir nuevas influencias paracoloniales.
Ver, Le sfide dell’Africa nel mondo globale
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