Tradicionalmente, África subsahariana ha sufrido las cargas que le han impuesto los conflictos que se han producido en otras regiones globales y esta vez no tenía que ser una excepción. Hasta hace poco tiempo, las relaciones en el Oriente Próximo parecían estar mejorando y específicamente en lo concerniente a las relaciones entre el mundo árabe e Israel parecía que los Acuerdos de Abraham iban a llevar a esta gran área a una nueva posición que podría fomentar la prosperidad.
Todo ello saltó por los aires cuando el pasado 7 de octubre se produjo un ataque de Hamás desde la Franja de Gaza contra territorio israelí. Las imágenes de esta acción fueron verdaderamente escalofriantes, tanto por la cantidad de muertes producidas como por la crueldad que sufrieron las víctimas. En pocos días, las Fuerzas de Defensa de Israel realizaron una potente operación militar en Gaza, comenzando a verse en los medios de comunicación social imágenes de civiles e instalaciones que han sido afectados por la incursión armada israelí.
África subsahariana, llena de sensibilidades hacia el exterior, tenía que sufrir de algún modo las consecuencias. Los regímenes políticos de esta área geográfica africana tienen determinadas afinidades que se acentúan con los acontecimientos globales, haciendo de correa de transmisión hacia las sociedades que administran con mayor o menor acierto. En esta ocasión, las afinidades con Israel han venido de la mano del Gobierno de Kenia y, en cierto modo, de Ghana, Zambia o República Democrática de Congo. Mientras tanto, Sudáfrica se ha puesto del lado palestino debido a su tradicional afinidad con la causa de este pueblo. El pasado 21 de noviembre, el Parlamento sudafricano aprobó el cierre de la embajada de Israel en el país y la ruptura de relaciones diplomáticas. Unos días antes, la ministra de la Presidencia, Khumbudzo -Ntsahavheni, señaló que “no se puede tolerar un genocidio bajo la vigilancia de la comunidad internacional” [Lo que ha llevado Sudáfrica a acusar Israel delante de la Corte Internacional de Justicia]. Otros países como Nigeria parecen asumir posiciones neutrales. En el ámbito de las organizaciones continentales, la Unión Africana, que pareció situarse en una posición relativamente neutral, acabó poniéndose del lado palestino tras las explosiones en el hospital de Al-Ahli que causaron centenares de víctimas.
Sin embargo, en una región en la que los grupos terroristas sustituyen en vastos territorios la acción de los estados, es más que posible que se produzcan “ataques de solidaridad” por parte de varios de estos grupos, principalmente aquellos que quieran demostrar su aproximación hacia la causa palestina. Por ello, habrá que estar muy pendiente de organizaciones afiliadas con Al Qaeda, por su afinidad con el grupo Hamás. Aunque los grupos afines al Daesh no tengan esta misma tendencia, lo cierto es que la situación podría ser aprovechada por estos para desestabilizar el entorno y obtener beneficios.
Una parte relevante de la población africana puede polarizarse con mucha facilidad. Nos encontramos con una situación sociocultural en la que la división intercomunitaria, los enfrentamientos entre ganaderos y agricultores, campesinos y urbanistas, o animistas, cristianos y musulmanes, nos dan una idea de cómo se puede destruir la frágil convivencia de muchas zonas o avivar el fuego del conflicto en otras. Estos enfrentamientos son más que suficientes para sobrecargar las doloridas espaldas de los pueblos africanos, por lo que no deberían encontrar en el conflicto palestino-israelí una nueva fuente de controversia y sí una preocupación humanitaria por otros pueblos que sufren como ellos.
Sin embargo, ya han comenzado los discursos incendiarios por parte de determinados líderes religiosos y sociales que empiezan a calentar los ánimos de la población. Hasta este momento se han empezado a polarizar posturas en torno al conflicto, que tienen como causas subyacentes las divisiones anteriormente descritas. No obstante, cabe preguntarse qué es lo que sucederá cuando aumenten drásticamente las bajas palestinas como consecuencia de la intervención militar israelí. En este entorno, las redes sociales van a jugar un papel crucial, debido a la vulnerabilidad de la población africana hacia la desinformación, las fake news y las limitadas capacidades existentes para combatir todo tipo de bulos.
Para colmo de males, la situación puede desestabilizar la precaria economía de los países africanos, aunque habría que hacer una primera distinción entre los que poseen recursos energéticos y los que no. A este respecto hay que tener en consideración los elevados precios del petróleo antes del comienzo de la crisis gazatí, a la que se ha añadido un aumento cercano al 5 % hasta el momento. Aunque algunos estados se puedan beneficiar de este incremento de precios, lo cierto es que otros muchos verán repercutida su economía negativamente.
Lo que está claro, desde esta perspectiva económica, es que la situación de riesgo global va a aumentar significativamente los precios de los créditos, de los que muchos países africanos son dependientes. Otro aspecto que habrá que valorar serán las repercusiones de las inversiones extranjeras causadas por el conflicto. En lo que respecta a Israel, es más que probable que el esfuerzo que le está ocasionando la crisis de Gaza vaya a desviar partidas presupuestarias en una dirección diferente a la prevista. Entretanto, los estados africanos que se han mostrado críticos con la actitud de Israel posiblemente vean desafección económica por parte de este, mientras que los más proclives intentarán mantener las relaciones comerciales y la inversión en la medida que les permitan las posibilidades.
El ámbito humanitario es especialmente significativo en África subsahariana, teniendo en cuenta que la situación ya era lo suficientemente complicada con la cuestión ucraniana como nuevo escenario de crisis. El problema global se ha visto tremendamente agravado tras el desplazamiento de muchos de los habitantes de Gaza para evitar ser víctimas de los enfrentamientos armados. La crisis humanitaria gazatí demanda gran cantidad de recursos de todo tipo y estos ya son muy limitados de por sí. La redistribución mundial de la ayuda entre escenarios endémicos y emergentes está obligando a realizar una serie de compensaciones a todos los actores implicados, lo que seguro que está ya repercutiendo a la región del África al sur del Magreb.
Se podría concluir que en un mundo global e interconectado no existen acontecimientos que se puedan producir de una forma aislada. Igualmente, en esta maraña de actores, variables y relaciones, la cadena del bienestar siempre se romperá por el eslabón más flojo. Uno de estos eslabones globales se encuentra situado en África subsahariana, por sus condicionantes diplomáticos, políticos, económicos y sociales. En este contexto, la situación actual del conflicto entre Israel y Hamás puede constituir un acelerante de las crisis en las que se encuentra envuelta la región.
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