Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación

¿Por qué salir de nuevo a Africa?

Milano 28.03.2021 Gian Paolo Pezzi, mccj Traducido por: Jpic-jp.org

Desde hace años es esta una cita que reúne a diferentes amigos en torno a un mensaje en el deseo de crear entre nosotros una comunión espiritual y una amistad cada vez más profunda. Esta vez he decidido dejar de lado las noticias sobre mis actividades y los problemas que nos rodean, para compartir las razones de mi regreso a África, precisamente a Congo, quizás cerca de Goma, donde fue asesinado el embajador de Italia

Querid@,

La paz y el gozo de la Pascua llenen tu corazón.

Lo más sencillo es reescribirte adaptándola un poco la carta de despedida que envié al Consejo de los Misioneros Combonianos al terminar mi servicio en los Estados Unidos. Esto es lo que esa carta decía.

Finalizando mi servicio en Estados Unidos escribí una carta de despedida que envié al Consejo de los Misioneros Combonianos que reescribo adaptándola en algo.

Al acercarse la fecha de salida del país, dos sentimientos surgen en mi corazón.

Un sentimiento de satisfacción por haber servido a la comunidad Comboniana de los Estados Unidos lo mejor que pude, aunque no perfectamente. Pero, ¿hay algo perfecto en esta vida? Acepté ir y volver de Chicago, cuando esa comunidad enfrentaba dificultades; hice todos los días misioneros que se me pidieron; presté ayuda en todas las parroquias a donde la comunidad me envió; y asumí casi todo el servicio pastoral con la comunidad hispana durante la enfermedad del P. Luigi Zanotto, cuando mis otros compromisos me permitían estar presente. Siento también plena satisfacción al notar que mi ministerio fue apreciado por las comunidades francesa, italiana, especialmente latina, ¡e incluso por la inglesa a pesar de mi inglés!

Lo único que lamento es haber visitado este interesante país en forma muy limitada.

Recuerdo esto para aclarar que nunca tuve la intención de dejar los Estados Unidos. Algunas de mis palabras podrían dejarlo pensar; en realidad, su objetivo era alentar a los superiores combonianos a encontrar a alguien que me reemplazara en el importantísimo trabajo de Justicia y Paz con VIVAT International en la ONU. El compromiso de JPIC y todas las actividades de las que era responsable, blogs y obligaciones pastorales en varios idiomas incluidos, me vinculaban a Estados Unidos. Entonces les escribí a mis superiores: "Nunca dije que quiero o deseo ir a Ecuador o Colombia o Congo", o salir de Estados Unidos.

Después de aceptar la decisión de regresar al Congo, puedo ahora expresar mi segundo sentimiento, que es un profundo agradecimiento por los dos regalos recibidos en EEUU estos últimos años.

Primero. Desde la guerra civil de 1972 en Burundi, pasando por la experiencia de los campos de refugiados en Ruanda antes de la tragedia de 1994, traté de comprender el origen de tantos conflictos en el mundo y en África en particular. Los contactos que tuve en Roma durante el II Sínodo Especial de los Obispos para África y las peticiones que este Sínodo dirigió al Papa me llevaban a concluir que "la tierra" está a la base de todo conflicto, especialmente el ambiguo fenómeno, llamado acaparamiento de tierras.

La ONU no reconoce el acaparamiento de tierras como una de las principales causas de la violación de muchos derechos humanos. También quedó sin respuesta una carta sobre el tema enviada al Papa durante un seminario en Perú. El presidente de la Comisión Nacional de Caritas y Justicia y Paz de Liberia, comentando el hecho, me dijo: "Si la iglesia se niega a reconocer su responsabilidad en este asunto, se verá envuelta en muchos conflictos en el futuro". Las dos oportunidades que me ofreció el tiempo en los Estados Unidos - el trabajo con VIVAT International en la ONU y los cursos de formación sobre el tema realizados en una decena de países - me han confirmado que el fenómeno del acaparamiento de tierras está en el centro de tantos conflictos y me anima en mi trabajo por la Justicia y la Paz. De esto, estoy muy agradecido.

El segundo regalo es el "sabor" recuperado por la misión. Un sabor que no se refiere a comidas o frutas exóticas, a proyectos pequeños o espléndidos - Comboni nos pide que seamos piedras escondidas en la construcción del Reino -, o al descubrimiento de países y culturas. Todo esto es hermoso pero no es nada más que acompañamiento. El "sabor" de la misión se encuentra en otra parte.

Para mí, todo comenzó en el verano de 2020. Unas cartas de Congo me pedían que ayudara a encontrar fondos para "un proyecto de la Provincia". El pedido era confuso y requirió un considerable intercambio de mensajes para entender que en realidad se trataba de dos proyectos, uno de los cuales tenía aprobación -el Centro CeRFA-, y el otro no.

Casi para disculparme por haber pedido tantas aclaraciones, al final expresé mi apoyo entusiasta y “también” directo al proyecto CeRFA, Centro de formación a la espiritualidad de Justicia y Paz. Estaba pensando en colaborar ocasionalmente con seminarios como lo hacía en otros países. El superior comboniano del Congo fue más allá al sugerirme que regresara al país. Tomado por sorpresa, también en vista de mi edad, la primera reacción fue: "¡Ciertamente no pediré cambiar de lugar!" ¡Nunca lo hice en 60 años de vida religiosa!

Luego, en octubre de 2020, durante los ejercicios espirituales anuales, mientras leía El libro de mi vida de Teresa de Ávila, me sentí desafiado por algunas de sus expresiones tal como: "Y entonces nos engañamos a nosotros mismos, y no confiamos completamente en el voluntad de Dios". Me di cuenta de que en realidad tenía 'mi mundo' en los Estados Unidos: amistades, herramientas adecuadas para mi trabajo, libertad, ingresos extra por ‘obras buenas’, casa y comida, un carro 'casi' personal y muchas otras cosas para una vida cómoda. No todo era ‘flores y rosas’, pero para una vejez decente, mientras durara, estaba bien.

Habiendo estado ya en el Congo, sabía el precio a pagar: el clima, la alimentación, el medio ambiente, los riesgos, el contexto cultural, político y económico no siempre son fáciles. La experiencia de la guerra de 2000 no era tan lejana. Mi posición: "No voy a pedir", tenía implícito, algo que me va a costar.

Y ahí me cayó encima la palabra de Teresa: "¡Somos tan lentos y tan tacaños en entregarnos por completo a Dios! Hay que saber pagar el precio de unas radicales separaciones". Una palabra que El Evangelio de Gabriel, la siguiente lectura espiritual, profundizaba al afirmar que la llamada fundacional del discípulo es: "Déjate desnudar por completo". En la Eucaristía unas palabras de San Pedro me llegaron como advertencia: "Sean solícitos en hacer permanente la llamada que se les ha dirigido". El apoyar al Centro CeRFA me ofrecía continuar el trabajo de JPIC y eliminaba la última razón válida para no pagar el precio de una auto-separación radical.

Durante este diálogo con los superiores, me acompañó el recuerdo de un querido amigo, el p. Pino Giannini. Habíamos pasado un tiempo, juntos en Roma. Lo volví a encontrar cuando dejaba su puesto de superior en la Casa General de los Combonianos. Me dijo: "El mejor regalo que recibí aquí fue recuperar el verdadero gusto por la misión: dejarlo todo y volver a África". Lo hizo. Murió en Malawi hace unos meses.

Nuestro Superior General me lo hizo notar: "La idea de asignarte fuera de los Estados Unidos, en el Congo, no sale de nosotros. Es fruto del diálogo que tú y el superior del Congo tuvieron”. Estaba en lo correcto. Acepté la invitación a volver de nuevo a África como un desafío de fe al redescubrir que el verdadero sabor de la misión es la capacidad de acoger la vida con radicalismo evangélico.

Cuando salí de Estados Unidos, un detalle me confirmó esta actitud. Confiar en la providencia es una expresión un tanto estereotipada, pero es un llamado a juntar la fe con el compromiso de involucrarnos con toda nuestra inteligencia y experiencia. Me había hecho el test del virus el lunes 15 de marzo para tener el resultado el miércoles 17 por la mañana y poder viajar el mismo día por la noche. Una antífona en la oración de Laudes de ese dia rezaba: My heart is ready, Lord - mi corazón está listo, Señor-. ¿Listo para qué? Y pensé. Veras que el test sale positivo. Si indica que estoy enfermo, es una invitación al sufrimiento. Si, por el contrario, es una advertencia para acoger lo que queda de mi vida como un desafío a tomar decisiones en la fe, sé cómo debo enfrentarlo. A las 10 del miércoles llega el resultado, positivo. En línea con mi oración, voy al laboratorio, insisto en que me hagan otra prueba, paso el aeropuerto y reprogramo el viaje de miércoles a viernes. El jueves llega el resultado de la prueba, negativo y el viernes subí al avión. Había leído correctamente el mensaje, ahora estoy llamado a vivirlo.

Te aseguro mis oraciones y te deseo, como lo hago a mí mismo, que tu vida sea un camino de resurrección y tu corazón esté siempre tan alegre como… Pascua.

Deje un comentario