El Comité Civil Society Action, el 7 de abril de 2020 ha emitido una Declaración destinada a la Sociedad Civil mundial (Global Civil Society Statement) a favor de los migrantes y refugiados en esta crisis global de la pandemia del COVID-19 para manifestar sus preocupaciones sobre cómo son tratados durante esta pandemia.
La pandemia del COVID-19 está poniendo bajo presión los recursos y ha reducido drásticamente la calidad de vida de todos en todo el mundo. Sin embargo, los migrantes y refugiados ya estaban en position desfavorecida antes del inicio de la pandemia, y esta sólo ha empeorado su situación. Toda la comunidad internacional debe solidarizarse con ellos y abogar por su protección.
El Comité de Acción de la Sociedad Civil, con esta declaración, quiere recordar los principios a tenerse en cuenta al tomar decisiones sobre migrantes y refugiados, y ofrece sugerencias y consejos diseñados específicamente para ellos sobre cómo reducir la propagación del virus en medio de los grupos de migrantes y refugiados.
Hay personas que olvidan que los migrantes y refugiados son parte activa de la fuerza laboral, a pesar de que históricamente se les haya negado el derecho a atención y medidas de seguridad adecuadas.
Durante este tiempo, se recomienda a los empleadores que provean a sus empleados de materiales de seguridad, como desinfectantes para las manos y otros equipos que ayudan a prevenir la propagación del virus, como guantes y máscaras. Estas medidas deben proporcionarse también a los migrantes y refugiados porque seguir descuidándolos, especialmente durante este tiempo difícil, pone directamente en peligro su salud y bienestar.
Por otro lado, los peligros del COVID-19 no cesan después de que termina la jornada laboral, sino que siguen también en la vida hogareña de todas las personas. El virus se propaga con facilidad por el contacto cercano y en muchas partes del mundo se exigen como estrategia para frenar su propagación el distanciamiento físico y el autoaislamiento. Sin embargo, los migrantes y los refugiados viven habitualmente en espacios estrechos o pueden estar recluidos en centros de detención, donde mantener la distancia física entre sí no es posible. Como resultado, el virus puede propagarse a un ritmo más rápido y resulta ser para quienes viven en esas condiciones una realidad fatal y una fuente de preocupación para los que están cerca de ellos.
Cuando descubren que han contraído el virus, los migrantes y refugiados a veces ni siquiera buscan la ayuda necesaria para recuperarse de manera segura. Su condición les impide acceder a esa ayuda y, en general, el miedo a ser identificados y expulsados juega también un papel en disuadirlos a buscarla.
No importa su estatus social, nadie debería tener que sacrificar su salud y seguridad, ya que estas son derechos humanos esenciales. La pandemia pues pone de manifiesto la urgente necesidad de un esfuerzo global para atender mejor las necesidades de los migrantes y refugiados que a menudo son ignoradas, y establecer por fin, una legislación migratoria segura y reglamentada.
Los rechazos que enfrentan los migrantes y refugiados en las sociedades de todo el mundo afecta negativamente su capacidad de buscar y recibir suficiente ayuda. Esta pandemia ha mostrado lo importante que es para ellos tener acceso a una vivienda segura y a la atención médica, por ser estas necesarias para sobrevivir frente a un virus mortal.
Es de esperar que en este tiempo las personas se sientan más unidas como una comunidad global y haya más disponibilidad en cuidar a los migrantes y refugiados como personas con derechos y deberes como cualquier ser humano. La sociedad en su conjunto debería abogar reactivamente y proactivamente a unos cambios para que ya no se les nieguen a migrantes y refugiados sus derechos humanos básicos y se les ponga en la condición de asumir sus inevitables deberes. El mantra "Que nadie se quede atrás" no puede quedarse en un eslogan vacío.
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