Este nombre, tomado de Ned Ludd, personaje mítico que, según se dice, lideró una revuelta contra las máquinas de tejer en Inglaterra, se ha convertido en sinónimo de oposición y rechazo a las nuevas tecnologías. Hoy ha adquirido una resonancia casi sin precedentes. Pero los primeros luditas no se oponían a la tecnología como tal, sino a la forma en que los industriales ricos estaban destruyendo su modo de vida. Señalaban que no todos los avances tecnológicos son buenos para la sociedad, incluso en el campo de la energía.
El término ludita se originó en Inglaterra a principio del siglo XIX. En aquella época, la industria textil prosperaba, gracias a los telares manuales y mano de obra cualificada para fabricar tejidos y ropa de algodón y lana. Pero a medida que la revolución industrial cobraba impulso, las máquinas de vapor acabaron por amenazar el sustento de miles de artesanos textiles.
Enfrentados a un futuro industrializado que amenazaba sus empleos y su identidad profesional, un número creciente de trabajadores textiles recurrió a la acción directa. Galvanizados por su líder, Ned Ludd, empezaron a destrozar las máquinas de tejer que, en su opinión, les privaban de su fuente de ingresos.
No se sabe con certeza si Ned Ludd fue una persona real o simplemente un personaje mítico creado de la nada durante un periodo de gran agitación. Sea como fuere, su nombre se ha convertido en sinónimo de rechazo a las nuevas tecnologías, una identificación que perdura hasta nuestros días.
Cuestionar no significa rechazar
Contrariamente a la creencia popular, los primeros luditas no eran hostiles a la tecnología ni incompetentes en la materia. Más bien, eran hábiles profesionales y usuarios de las tecnologías textiles artesanales de la época. No se oponían a la tecnología como tal, sino a la forma en que los industriales ricos estaban destruyendo su modo de vida.
Hoy en día, a veces se pierde esta distinción. Ser llamado ludita [en los países anglosajones] indica a menudo incompetencia tecnológica, como ilustra una expresión popular: "No sé cómo enviar emojis, soy un ludita". Alternativamente, el término describe un rechazo ignorante de la tecnología: "es un ludita que se niega a usar Venmo [una herramienta de pago electrónico]".
En diciembre 2015, Stephen Hawking, Elon Musk et Bill Gates fueron nominados conjuntamente para un “Premio Ludita”. ¿Su pecado? Haber expresado preocupación por los peligros potenciales de la inteligencia artificial.
La ironía de ver a tres eminentes científicos y empresarios calificados de luditas pone de relieve la brecha entre el significado original del término y su uso más moderno como epíteto para cualquiera que no abrace de todo corazón y sin reservas el progreso tecnológico.
Sin embargo, empresarios como Musk y Gates no rechazan la tecnología ni la innovación. Más bien rechazan una visión del mundo según la cual todos los avances tecnológicos son, en última instancia, buenos para la sociedad. Esta visión del mundo asume con optimismo que cuanto más rápido innoven los seres humanos, mejor será el futuro.
En los últimos años, sin embargo, este enfoque de la innovación tecnológica, que consiste en ir deprisa y romperlo todo, ha sido objeto de crecientes críticas, entre otras cosas por la creciente conciencia de que una innovación desenfrenada puede tener consecuencias muy perjudiciales para el tejido social, el medio ambiente y nuestra salud, y de que un cierto grado de responsabilidad y previsión podría ayudar a evitarlas.
La importancia del ludismo
En la era del GPT Chat, la edición genética y otras tecnologías transformadoras, quizá todos necesitemos canalizar el espíritu de Ned Ludd para garantizar que las futuras tecnologías hagan más bien que mal. Así surgió el término "neo-luditas" o nuevos luditas a finales del siglo XX.
En 1990, la psicóloga Chellis Glendinning publicó un ensayo titulado "Notes toward a Neo-Luddite Manifesto".
Glendinning reconoce la naturaleza del primer movimiento ludita y lo asocia con una creciente desconexión entre los valores sociales y la innovación tecnológica a finales del siglo XX. Escribe Glendinning: "Al igual que los primeros luditas, nosotros también somos un pueblo desesperado que busca proteger los medios de vida, las comunidades y las familias que amamos y que están a punto de ser destruidos”.
Por eso se suele llamar "neo-luditas" a los empresarios y expertos que abogan por un enfoque más comedido de la innovación tecnológica, para que no caigamos en riesgos evitables y potencialmente catastróficos. Creen en el poder de la tecnología para cambiar positivamente el futuro, pero también son conscientes de los peligros sociales, medioambientales y económicos de la innovación indiscriminada.
Por último, están los neo-luditas que rechazan activamente todas las tecnologías modernas. El Club Ludita de Nueva York pertenece a este bando. Formado por un grupo de jóvenes de la Generación Z, desilusionados con la tecnología, el club aboga por el uso de teléfonos de bolsillo, las manualidades, los paseos por los parques y la lectura de libros de tapa dura o de bolsillo. Las pantallas son un anatema para el grupo, que las considera un azote para la salud mental.
No sé cuántos de los neo-luditas de hoy -ya sean tecnólogos reflexivos, adolescentes que rechazan la tecnología o simplemente personas incómodas con la agitación tecnológica- han leído el manifiesto del Glendinning. Y es cierto que algunas partes del manifiesto son bastante controvertidas. Pero hay un hilo conductor: la idea de que la tecnología puede causar daños personales y sociales si no se desarrolla de forma responsable. Y quizá este planteamiento no sea del todo malo.
*Andrew Maynard es Profesor de Transiciones Tecnológicas Avanzadas, Universidad Estatal de Arizona
Véase, Qu’est-ce qu’un luddite ?
Este artículo ha sido primeramente publicado en The Conversation (Etats-Unis)
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