El plan de acción de 7 años es un camino hacia la sostenibilidad total en el espíritu de Laudato Sí, prestando atención a los 7 objetivos de Laudato Sí (LSG en su sigla inglesa): el Grito de la Tierra, el Grito de los Pobres, la Economía Ecológica, la Adopción de Estilos de Vida Sencillos, la Educación Ecológica, la Espiritualidad Ecológica y el Énfasis en la Participación Comunitaria y Acción Participativa. Ver una reflexión sobre, (1) El Grito de la Tierra y (2) El Grito de los Pobres, (3) Economía Ecológica
La invitación a adoptar estilos de vida sencillos es un llamado a la sobriedad en el uso de recursos y energía, a evitar el plástico de un solo uso, a seguir una dieta más vegetal reduciendo el consumo de carne, a un mayor uso del transporte público evitando los transportes contaminantes, y a tener comportamientos a estos similares.
El Papa Francisco nos recuerda: “Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades” (LS, 14), y todos podemos adoptar estilos de vida sencillos.
Siendo el cuarto de los objetivos, la adopción de estilos de vida simples está en el centro de los siete propuestos por la encíclica Laudato Sí.
Además, este 4° compromiso concierne más a los otros casi todas las 7 instituciones mencionadas en la Encíclica: Familias, Diócesis y Parroquias, Escuelas, Universidades y Colegios, Hospitales y Centros de Atención Médica, Empresas, Granjas Agrícolas y similares, Órdenes Religiosas al compromiso hacia la sostenibilidad total en el espíritu de Laudato Sí. Por lo tanto, sería útil analizar de qué manera cada uno de estos siete grupos de instituciones podría y debería responder al “desafío urgente de proteger nuestra casa común” y “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar” (LS, 13).
Sin embargo, en nuestro mundo globalizado el poder financiero está en el centro de cualquier acción y plan, bueno o malo que sea, relacionado con nuestra casa común. Debe, por lo tanto, adoptar buenas prácticas, como sus propios 'estilos de vida simples', ya que se debe de ser el primero en adoptar la sobriedad en el uso de recursos y energía.
De hecho, el Papa aborda este tema en su carta del 4 de abril de 2021 dirigida a los Participantes en las Reuniones de Primavera de 2021 del Grupo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, a quienes llama a asumir plenamente sus responsabilidades sociales y financieras.
“A pesar de nuestras profundas convicciones de que todos los hombres y mujeres han sido creados iguales, muchos de nuestros hermanos y hermanas en la familia humana, especialmente los que están en los márgenes de la sociedad, están efectivamente excluidos del mundo financiero. La pandemia, sin embargo, nos ha recordado una vez más que nadie se salva solo”.
Esta convicción debe enfocar en discusiones que “contribuyan a un modelo de "recuperación" capaz de generar soluciones nuevas, más inclusivas y sostenibles para apoyar la economía real, ayudando a los individuos y a las comunidades a alcanzar sus aspiraciones más profundas y el bien común universal”. Sin embargo, “La noción de recuperación no puede contentarse con una vuelta a un modelo de vida económica y social desigual e insostenible, en el que una exigua minoría de la población mundial posee la mitad de la riqueza”.
A veces, Papa Francisco parece ser repetitivo. En realidad, teniendo claros los valores evangélicos fundamentales, trata de transmitirlos de muchas y variadas formas, siempre apuntando a lo esencial.
De hecho, enseguida, llama la atención sobre la conversión ecológica que sola, cuando es adoptada por todos, puede asegurar estilos de vida simples. “Tampoco podemos pasar por alto […] la ‘deuda ecológica’ que existe especialmente entre el norte y el sur mundial. De hecho, estamos en deuda con la propia naturaleza, así como con las personas y los países afectados por la degradación ecológica y la pérdida de biodiversidad inducidas por el ser humano”.
Por eso llama a “la industria financiera, que se distingue por su gran creatividad”, a mostrarse capaz de desarrollar mecanismos para calcular esta deuda ecológica. Los países desarrollados deberían pagarla, “limitando significativamente su consumo de energía no renovable o ayudando a los países más pobres a promulgar políticas y programas de desarrollo sostenible”. Y también “cubriendo los costes de la innovación necesaria para ello”, de manera que incluso los países empobrecidos puedan esforzarse por un estilo de vida simple, superando la pobreza sin dañar la vida de la naturaleza (Ver LSI, 51-52).
Si "todos los hombres y mujeres son creados iguales", esos "muchos de nuestros hermanos y hermanas de la familia humana que se encuentran al margen de la sociedad", no pueden ser dejados atrás en el camino hacia una vida más digna, ni tampoco ser obligarlos a hacerlo a costa de destruir su hábitat tratando de sobrevivir.
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