Cada vez hay más distancia entre los discursos, promesas, compromisos, conclusiones y estrategias anunciados en las sucesivas COP a lo largo de los años y la realidad. ¿Se debe aceptar que las COP no sean más que circos mediáticos? Una reflexión del pasado sobre las conclusiones del presente.
El 30 de noviembre pasado iniciaba la COP28, una nueva temporada de negociaciones mundiales sobre el clima. A pesar de la creciente atención mediática que suscita esta cita anual, una pregunta sigue en el aire: ¿conseguirá la emoción convencer a los países para que tomen medidas significativas para proteger el clima? ¿O es que la montaña ha parido otro ratoncito?
Las COP, o Conferencias de las Partes, han desempeñado un papel esencial a la hora de reunir a todos los países del mundo para que se comprometan con el objetivo crucial de limitar las alteraciones climáticas. Se basan en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático de 1992, y cada año abren una ronda de negociaciones en la que se espera que los países hagan balance de las medidas adoptadas y decidan las acciones futuras.
Fue en la COP21 de 2015 cuando se alcanzó el Acuerdo de Paris, por el que todos los países se comprometieran, por primera vez, a limitar el calentamiento global "muy por debajo" de 2ºC por encima de los niveles preindustriales y a proseguir "los esfuerzos para limitarlo" al 1,5ºC.
Sin embargo, las esperanzas suscitadas por el Acuerdo de París se han visto empañadas por el contexto extremadamente pesimista que rodea a la COP28, que se ha celebrado en Dubái en diciembre de 2023.
Han sido notadas tres series de debilidades, relativas respectivamente a los actores presentes en la mesa de negociaciones, a los temas tratados y, por último, al calendario de la reunión.
Lindas palabras y compromisos morales vacíos
A pesar de los cerca de 70.000 participantes en la COP28, dos grandes actores estuvieron ausentes: el presidente estadounidense Joe Biden y el presidente chino Xi Jinping, que alcanzaron un acuerdo sobre inversiones en energías renovables unas semanas antes de la COP28. Su ausencia ensombrece las ambiciones de los dos mayores emisores mundiales, que juntos suman el 38% de las emisiones.
Según la literatura científica, estos países, junto con la Unión Europea, son considerados líderes en las negociaciones sobre el clima. Este año, sin embargo, los principales países mantienen un perfil bajo, e incluso la Unión Europea estuvo representada por un comisario neerlandés conservador, Wopke Hoekstra, que tiene un historial poco favorable a las ambiciones climáticas.
En términos de ambición, son el Papa, el Rey Carlos III del Reino Unido y el secretario general de la ONU quienes pueden marcar el ritmo de la acción. Las cuestiones éticas también han permitido a Greta Thunberg movilizar masivamente a los jóvenes para darles voz en la mesa de negociaciones.
Pero en el tema del clima, la moral ha mostrado sus límites: ninguno de estos actores tiene poder de decisión real, y aunque su presencia da visibilidad a las negociaciones, su poder es sólo moral.
Unas semanas antes de la COP28, el Rey Carlos III se vio obligado a anunciar al Parlamento británico el programa del gobierno para conceder nuevas licencias de perforación de petróleo y gas en el Mar del Norte. Aunque el Rey se presenta como un ferviente defensor del clima, estas medidas se oponen directamente al límite de 1,5°C que debe respetarse para evitar daños mayores. En otras palabras, las buenas palabras no bastan para salvar el planeta.
El doble juego petrolero del sultán Al-Jaber
Varias evaluaciones de la ONU - como la edición 2023 del Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) o incluso los compromisos actuales asumidos por los Estados en el marco del Acuerdo de París - han demostrado que los compromisos actuales nos sitúan en una trayectoria de aumento de la temperatura de entre 2,5 y 2,9°C, muy por encima de los objetivos fijados por el Acuerdo de París.
Sin embargo, el presidente de la COP, el Sultán Al-Jaber, está plagado de grandes conflictos de intereses cuando se trata de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque se supone que debe guiar la redacción de las decisiones de negociación de forma neutral e independiente, Al-Jaber también representa al país anfitrión, Emiratos Árabes Unidos, como Director general de la compañía petrolera nacional, ADNOC.
Varias investigaciones han demostrado que los Emiratos tienen previsto aumentar la producción de petróleo y gas, y que incluso se llevaron a cabo negociaciones comerciales durante las reuniones previstas para la COP.
Según documentos confidenciales obtenidos por el Centre for Climate Reporting, los Emiratos Árabes Unidos ha preparado reuniones comerciales privadas en las que participó ADNOC con delegaciones de más de 27 países hasta durante la cumbre.
En la COP se debatirán otros temas. Los riesgos de las alteraciones climáticas para la salud y la alimentación ocuparán un lugar destacado en el programa, pero al ser la primera vez que se debaten estas cuestiones, no se esperan decisiones importantes.
Las negociaciones sobre los mercados de carbono, que permiten a los contaminadores comprar créditos verdes para compensar sus emisiones, se verán empañadas por el escándalo que supuso la sobreestimación de las emisiones evitadas y calculadas en el marco de los certificados de compensación de carbono.
Financiación ilocalizable para el Sur
Por último, el tema de la adaptación de las comunidades a los efectos del cambio climático ha dado paso a cuestiones igualmente importantes, pero más pesimistas, como la financiación por perdidas y daños. Mientras que la adaptación trata de anticiparse a los problemas preparándose para un mundo más cálido, el fondo de pérdidas y daños reconoce el hecho de que alguien tiene que pagar por los daños causados por el cambio climático.
Pero, ¿quién paga qué? Desde las negociaciones del año pasado en Egipto, la cuestión de quién es responsable de qué sigue sin resolverse. China, ahora el mayor contaminador del mundo, no quiere financiar la reconstrucción de los países mas pobres, y sigue siendo considerado un país "en vías de desarrollo" por la ONU.
Del mismo modo, durante las negociaciones, los países ricos no hacen concesiones sobre la activación del fondo en caso de necesidad, los objetivos financieros a largo plazo o incluso los plazos de aplicación.
Un estudio de las negociaciones sobre el clima muestra que existen muchas tácticas de bloqueo. Tratan de limitar el alcance de las decisiones haciendo que el lenguaje sea ambiguo, reduciendo la transparencia de los procesos de toma de decisiones y proponiendo soluciones que no pueden llevarse a la práctica. Es como si el dinero para financiar la acción por el clima fuera siempre más caro que el dinero para financiar nuevas explotaciones de petróleo y gas.
Clima, guerra, inflación, de una crisis a otra
Por último, la cuestión del calendario es muy importante en las negociaciones sobre el clima. Un estudio de la historia reciente de las negociaciones climáticas ha demostrado que las mejores decisiones se toman cuando hay una convergencia de expectativas por parte de los distintos actores. Sin embargo, la guerra de Ucrania, el conflicto palestino-israelí e incluso los problemas económicos mundiales acaparan actualmente la atención y el interés del mundo, a detrimento del clima.
Al mismo tiempo, el poder de las personalidades en la acción climática es limitado. Desde que asumió el cargo en 2017, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha hecho todo lo posible por mantener el tema en la agenda, visitando, por ejemplo, los lugares más afectados por los trastornos climáticos. Tras visitar las islas del Pacífico en 2019, Guterres visitó la Antártida unos días antes del inicio de la COP28 para poner de relieve el colapso de la capa de hielo. Pero el poder del jefe de la ONU se limita a poner en vitrina a los actores ambiciosos, sin culpar a los inactivos ni penalizar a los contaminadores. La paradoja de este tipo de enfoque es que, como ocurrió en la Cumbre de Ambición climática de 2023, el mundo está tomando conciencia de las soluciones que hay que aplicar, pero nadie asume la responsabilidad de actuarlas.
En resumen, la ambición climática necesita poder, recursos y la atención de la gente. Podemos mantener el tema en la agenda, pero el verdadero poder reside en los gobiernos que toman las decisiones.
Como resumen muchos de los expertos en negociaciones climáticas de la ONU, las COP se parecen ahora más a un espectáculo que a una verdadera orquestación de buenos propósitos. Como muestra claramente el ejemplo de las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y China, las grandes decisiones se toman cada vez más entre bastidores, fuera del ámbito de la ONU. A esta altura, la gobernanza mundial del clima corre el riesgo de perder su importancia si no consigue resolver los problemas mundiales.
Ver, COP28 les négociations climatiques sont-elles entrées dans l’ère du pur spectacle
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