Con la caída del gobierno afgano y la rápida reconquista del poder por parte de los talibanes, Afganistán vuelve a estar en manos del extremismo islámico después de casi veinte años. Se cierra así un capítulo de fracasos e inestabilidad y se abre otro con matices igualmente inciertos, tanto para el destino de la población civil como para la geopolítica de la región. Las últimas noticias han de nuevo llevado a este país en las primeras páginas.
Con el vacío dejado por los Estados Unidos y las potencias de la OTAN, este país del corazón de Asia Central muy probablemente volverá a ser un terreno fértil para el proselitismo del Islam radical, creando espacios para que otros actores como China, Rusia, Turquía e Irán gestionen un territorio con equilibrios étnicos, religiosos y políticos muy intrincados.
Lo que podría persistir es la condición de emergencia y crisis perenne que acompañaría a la 'transición' en el poder, mientras que las sensibilidades de los nuevos intereses (geo) políticos ya no estarían declinados por los preceptos occidentales (Estado, democracia, derechos humanos, estado de derecho) que tanto han fatigado para echar raíces. Es la enésima demostración del fracaso de la teoría del cambio de régimen: sin instituciones estables y fuertes e infraestructuras eficientes, Afganistán difícilmente podría haberse transformado en una economía, aunque solo fuera subrepticia, de mercado. ¿Qué salió mal en la reconstrucción del país y qué destino tendrá este País? Responder a estas preguntas no es fácil.
Sin embargo, un denominador común, un hilo común entre el pasado reciente y el futuro probable, puede encontrarse en parte en el patrimonio geológico de Afganistán. Es interesante notar que muchos periódicos han llamado la atención sobre un tema que ahora es más central que nunca: el de los recursos naturales del Afganistán, abundantes en el país bajo forma de minerales, metales e hidrocarburos. Un punto de debate que ahora, con la previsión compartida de una 'partición' del territorio afgano entre las potencias de turno y la fuerte dependencia de Estados Unidos y de la Unión Europea de materias primas imprescindibles para la transición energética y digital, cobra de repente actualidad.
Pero esta es una trampa conceptual que debe ser desacreditada por dos razones. Como nos recuerda la literatura económica sobre el desarrollo, la gestión (más que la mera explotación) de los recursos es un factor decisivo en el camino hacia la modernización de un país, atrasado pero rico en capital natural. Además, la correcta gobernanza de los recursos (tributación sobre las actividades extractivas, la distribución equitativa de la renta y la estrategia de diversificación del gasto público) es condición necesaria, pero no suficiente, para la transformación de una economía que requiere estabilidad, certeza de derechos y las consiguientes inversiones extranjeras.
La ecuación entre recursos y desarrollo no es, por tanto, lineal, del mismo modo que es engañoso considerar como un error estratégico de Occidente la huida de Afganistán basándose únicamente en la consideración de la riqueza de su subsuelo, sobre todo si se tiene en cuenta la importante presencia de yacimientos en países aliados (como Canadá y Australia) de gran tradición minera. Por otro lado, cabe señalar que, después de veinte años de ocupación e intensa exploración, evidentemente no se han creado las condiciones de seguridad para atraer los capitales extranjeros indispensables para el surgimiento de un sector industrial extractivo. Pero demos un paso atrás.
En 2010, un memorándum interno del Pentágono retomado por varios diarios estadounidenses afirmaba que Afganistán “podría convertirse en uno de los mayores centros mineros del mundo” y que, gracias a sus reservas, podría ser considerado como “la Arabia Saudí del litio”. El litio, ahora considerado sobre todo como un elemento central para la producción de baterías eléctricas, en ese momento se usaba principalmente en la electrónica de gran consumo. El propio general David H. Petraeus, comandante en jefe de las operaciones militares estadounidenses, había declarado que bajo el campo de batalla entre las fuerzas especiales y los talibanes "yacía un inmenso potencial", que podría contribuir al desarrollo económico del país, si se arrebataba el control político y económico de las manos de los talibanes. La necesidad de garantizar la seguridad de un contexto geopolítico, la promesa de la soberanía del pueblo afgano sobre sus recursos y el imperativo de evitar la explotación de recursos estratégicos por parte de potencias hostiles se consideraban vectores fundamentales para atraer inversores públicos y privados a un territorio históricamente plagado de conflictos e inestabilidad política.
El interés por los recursos minerales en Afganistán - especialmente por las 'tierras raras', justo en el año en que China, entonces monopolista en la extracción, bloqueaba la exportación de metales preciados a Japón luego de una disputa diplomática sobre las Islas Senkaku - se hizo explícito con el financiamiento de parte de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional de una serie de encuestas y estudios geológicos realizados por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (SGUS) en colaboración con la contraparte afgana (AGS).
Los resultados mostraron la presencia no solo de 1,4 millones de toneladas de tierras raras (el depósito de Khanneshin en la provincia de Helmand, en ese momento un bastión de los talibanes, se considera, por ejemplo, el depósito más grande del mundo), sino también de 60 millones de toneladas de cobre, 2.200 millones de toneladas de hierro, gemas preciosas y otros metales no ferrosos, con un valor entre 1 y 3 billones de dólares, según las estimaciones más recientes. Sin embargo, esto no era un descubrimiento, sino una confirmación: una serie de trabajos y análisis previos realizados por la Unión Soviética en las décadas de 1970 y 1980 ya habían estimado el potencial minero afgano, lo que había llevado a los soviéticos a gastar miles de millones de dólares para construir la necesaria infraestructura minera.
Sin embargo, con la retirada de las tropas soviéticas en 1989, los proyectos fueron abandonados, para ser reiniciados, al menos en el papel, por sus colegas estadounidenses y británicos en 2003. Además, no se trata sólo de minerales. Según un informe afgano, retomado también por el SGUS, Afganistán podría contar con reservas de 1.600 millones de barriles de petróleo, 16 billones de metros cúbicos de gas natural y otros 500 millones de barriles de gas licuado, mientras que en las provincias de Tajik Basin y Amu Darya Basin se encontraría otros depósitos todavía no estudiados.
Poco después del redescubrimiento, en 2014, un articulo del Scientific American decía: "Los vastos depósitos de tierras raras y minerales críticos encontrados en Afganistán por geólogos estadounidenses bajo cobertura militar podrían resolver la escasez mundial y arrancar al país de la dependencia del opio y del control de los talibanes”.
[...] Además de la importancia estratégica de estos elementos - utilizados en muchos de los equipos militares utilizados por los Estados Unidos en las operaciones en Afganistán y que quedaron en gran parte en manos del rival chino-, las tierras raras también habían de convertirse en una herramienta potencial para ejercer un control político aún más efectivo donde la ocupación militar no parecía dar los resultados deseados, con miras a la construcción del Estado y la reconstrucción posconflicto.
La presencia del contingente militar estadounidense se tornaba entonces fundamental para apoyar las actividades del sector privado, el cual, a su vez, iba a requerir, en un mecanismo de reforzamiento recíproco, la presencia militar estadounidense necesaria por un tiempo indefinido, en la espera de las instituciones autónomas de los gobiernos locales. También se necesitaba una fuerte colaboración entre el Pentágono, AGS y cualquier empresa internacional interesada.
La tarea de fomentar el nacimiento de una industria para la explotación de recursos minerales en Afganistán era responsabilidad del Task Force for Business and Stability Operations del Departamento de Defensa USA. En el sector minero, la información sobre la configuración mineralógica del depósito y, por lo tanto, su rentabilidad real (la diferencia entre recurso y reserva) es crucial para el inversor. "Trabajar con el Servicio Geológico Afgano para el programa de exploración geofísica aérea", dijo el director de desarrollo de recursos minerales del Grupo de Trabajo en Afganistán, "es un paso importante en la preparación del gobierno afgano para que lleve a cabo sus propios esfuerzos de exploración minera. El objetivo de esta formación es permitirle proporcionar la mejor información posible a los inversores internacionales”.
Desde 2012, la presión de los inversores para mantener el control militar ha aumentado drásticamente, principalmente por el temor de que otros actores - China, Rusia e India - puedan capitalizar los esfuerzos de estabilización de la zona por parte de Occidente. Incluso la población afgana vio el desarrollo del sector como una válvula potencial para el desarrollo y la liberación tanto del comercio ilícito de los talibanes como de la ayuda internacional. En 2014, en una carta dirigida al primer ministro británico David Cameron y firmada por cuarenta organizaciones, el director de Integrity Watch Afganistán, Ikram Afzali, declaraba: “Queremos desarrollar nuestros recursos naturales, pero desde una posición de fuerza y orgullo, no aflojando nuestros estándares ni ignorando los abusos”. Era una clara referencia a la injerencia extranjera en el manejo de los campos mineros a la que se juntaba un reclamo de soberanía y 'nacionalización de los recursos' [...].
Al mismo tiempo, era una perspectiva no tan simple de realizar. Aunque se había comprometido hasta la caída de su gobierno a transformar los recursos minerales de Afganistán en riqueza económica, el expresidente afgano Ashraf Ghani, ahora en el exilio, y con una carrera como economista en el Banco Mundial, en 2020 creía que el país, ya desgarrado por el conflicto y estructuralmente frágil, corría el riesgo de caer en la 'maldición de los recursos', especialmente por la ausencia de una estrategia de desarrollo coordinada entre las fuerzas aliadas y el gobierno local, y de una profunda reforma del sector privado.
En el otoño de 2017, el presidente Donald Trump y Ghani se reunieron en Nueva York para discutir las perspectivas de explotación de los recursos minerales en Afganistán. La reunión fue seguida por un comunicado de la Casa Blanca, en el que se afirmaba que las iniciativas mineras "ayudarían a las empresas estadounidenses a desarrollar materiales críticos para la seguridad nacional y, mientras tanto, enriquecer la economía de Afganistán, creando nuevos puestos de trabajo en ambos países y, por lo tanto, contribuyendo a aligerar los costos de la asistencia de los Estados Unidos al hacer que los afganos fueran más autónomos”.
A pesar de las intenciones, la difícil situación política y la inestabilidad del persistente conflicto no permitieron sentar las bases para el florecimiento de las actividades económicas. Según dos informes publicados respectivamente en 2017 y 2018 por el Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction (SIGAR), Estados Unidos ha gastado cientos de millones de dólares desde 2009, pero esto lo ha hecho en ausencia de una verdadera estrategia unificada para facilitar la Industria minera.
Además, con el surgimiento de un nuevo auge comercial de la República Popular China y considerando su dependencia estratégica de algunos materiales críticos, Estados Unidos ha iniciado una redefinición de su política minera, tanto en el sector doméstico como en el campo de alianzas internacionales. El todo mientras descuidaba - quizás voluntariamente - la riqueza mineral bajo el control semioficial del gobierno de Kabul. En un informe del Programa de la ONU para el Desarrollo de marzo de 2020, el escenario descrito es sombrío. “Actualmente, se lee, [los recursos minerales] aportan muy poco a la economía y a la sociedad”, principalmente “porque la mayor parte permanece bajo tierra pero también porque la mayor parte de la minería es ilegal o informal”, con más de 160 minas artesanales.
Entre los sitios más prometedores, se encuentran él de Mes Ayak, rico en cobre - un campo de 11,5 millones de toneladas, con un valor potencial de 100 mil millones de dólares a precios actuales, cuya licencia fue adquirida por la Chinese Metallurgical Group -, él de Jiangxi Copper por 3 mil millones de dólares, según informa Il Sole 24 Ore - que està rodeado del inestimable patrimonio cultural y arqueológico de la zona - y él de Hajigak, rico en hierro, cuyo contrato ha sido suspendido por la inseguridad de la zona y por la falta de transporte. "Si el país quiere desbloquear el potencial de su riqueza mineral - continúa el informe - el gobierno y las partes interesadas tendrán necesariamente que fortalecer la gestión de los recursos y garantizar la paz y la seguridad". Según estimaciones, solo el 2% de los ingresos del gobierno (42 millones de dólares) provienen del sector minero, mientras que en 2017 Kabul podría haber recaudado unos 123 millones de dólares en concepto de regalías e impuestos a la exportación.
De hecho, el fracaso de las autoridades gubernamentales para controlar la extracción de recursos minerales en Afganistán ha estimulado el interés de los rebeldes (especialmente los talibanes), quienes vieron la oportunidad tanto de obtener recursos para financiar el conflicto como de deslegitimar el estado, contribuyendo así al aumento del caos y la violencia. [...]
Un control más generalizado de los sitios de extracción por parte de las fuerzas talibanes implicará mayores riesgos de explotación ilegal, control social y, finalmente, daños ambientales potenciales por la falta de reglas y gobernanza en el sector, además de rellenar de modo significativo las arcas de la talibanes. Según un informe de Global Witness de 2018, "los ingresos que fluyen hacia los grupos criminales, los 'señores de la guerra' y los talibanes solo de la pequeña área de la provincia de Badakhshan compiten con los declarados por el gobierno central de todo el sector". De hecho, se estima que los recursos minerales de Afganistán - especialmente los más preciados, como las gemas y el lapislázuli - son su segunda mayor fuente de financiación (unos 300 millones de dólares) tras el opio y la heroína.
A fines de enero de 2021, el ministro de Minas y Petróleo, Mohammad Haroon Chajhansuri, denunció francamente a la prensa que "los talibanes controlan actualmente 750 sitios mineros y utilizan los ingresos contra el gobierno". “Los talibanes están ahora sentados sobre algunos de los minerales estratégicos más importantes del mundo”, dijo Rod Schoonover, jefe del programa de Seguridad Ecológica del Council on Strategic Risks, un grupo de expertos de Washington. Pero queda por entender "si pueden o si quieren utilizar" estos recursos como base para la economía del futuro. Es evidente que los talibanes o cualquier grupo rebelde no poseen el capital y el saber hacer suficiente para lograr lo que dos superpotencias como la Unión Soviética y Estados Unidos, en períodos históricos diferentes pero unidos por escenarios similares de inestabilidad, no han logrado realizar.
Sin embargo, la repentina retirada de las fuerzas militares estadounidenses ha dejado un vacío político que China, considerando los activos financieros e industriales que posee en el sector minero, podría explotar. La revista The Week ha informado sobre una reunión entre el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y una delegación de los talibanes, que terminó con el acuerdo para un mayor papel de Beijing en la "reconstrucción futura y el desarrollo económico de la región", quizás incluyendo al país en la densa red de inversiones de la iniciativa Belt and Road. China, entre 2007 y 2008, ya había obtenido una licencia para la mina de cobre de Mes Ayak y había iniciado algunos proyectos de infraestructura, aun, sin completarlos. Los yacimientos de tierras raras y litio siguen siendo de su potencial interés […].
Actualmente, China posee y comercializa este tipo de recursos en abundancia - controlando las etapas de mayor valor agregado en la cadena de valor -, pero de cara al futuro, la explotación de los campos afganos podría reducir la degradación ambiental asociada con la extracción y el procesamiento doméstico de estos materiales. Un acuerdo entre los talibanes y el gobierno chino podría alcanzarse sin demasiadas trabas desde el punto de vista de la gobernabilidad (con gran opacidad respecto a temas relacionados con derechos humanos, sociales y ambientales), pero no sería tan inmediato, dada la ausencia casi total de infraestructuras, redes eléctricas y energéticas, y conducciones de agua necesarias para el desarrollo de actividades extractivas a escala industrial.
Incluso a nivel comercial, quedarían signos de interrogación. El creciente control financiero (se piense en los llamados ESG – Environment, Social, and Governance - Estándares ambientales, sociales y de gobierno, ahora dominantes en el sector financiero) y regulatorio de las empresas globales involucradas en el sector podría obstaculizar el alcance de las actividades de las empresas estatales que operan en Afganistán en colaboración con los talibanes. El 10 de enero de 2021 entró en vigor el Reglamento 2017/821 Conflict Affected and High Risk Areas (Zonas Afectadas por Conflictos y de Alto Riesgo), con el que la UE vigila que las importaciones de tantalio, tungsteno, oro y estaño no procedan de zonas afectadas por guerras y que sean negociadas de acuerdo con las políticas europeas en materia de prevención de conflictos armados y desarrollo. Un argumento similar se aplica a los Estados Unidos. Las restricciones vigentes, especialmente bajo el amparo de la sección 1502 de la Ley Dodd-Frank de 2010, exigen de las empresas estadounidenses no tanto detener los suministros desde las regiones enumeradas, sino a presentar informes sobre la debida diligencia en verificar que una actividad comercial no sea fuente de financiamiento para los grupos armados o que conduzca a abusos contra los derechos humanos.
Los talibanes no están designados como una 'Organización Terrorista Extranjera', pero el Departamento del Tesoro los incluye en una lista especial. Teniendo en cuenta los riesgos y los desarrollos potenciales, es deseable que los recursos minerales de Afganistán estén sujetos a un escrutinio severo en el futuro, en caso de que surjan actividades ilegales.
En conclusión, considerando la amplia disponibilidad de recursos en regiones caracterizadas por mayores índices de desarrollo y estabilidad, es claro que el sector privado y los inversionistas más prudentes se mantendrán alejados del territorio afgano, en el contexto de una situación aún más explosiva. La competencia interna entre las diferentes facciones podría hacer que las inversiones de entidades controladas por los gobiernos de China y Rusia no sean tan obvias. [...] Sigue siendo bastante improbable que las regiones de Asia Central, considerada la historia más reciente, puedan llegar a ser la solución a la cual se pueda recurrir para calmar la explosión de la demanda de minerales y metales del mercado global en las próximas décadas o para ocupar una posición estratégica en el sector, tal y como suponen los medios de comunicación.
[...] Los puntos críticos en la 'guerra de metales raros' en otros contextos geográficos tienen un potencial económico más prometedor, o están en proceso de consolidación para lograrlo. Queda la amarga conciencia, sancionada por el último informe SIGAR, de que el sector minero no ha logrado actuar como un vehículo para el crecimiento económico y una fuente de ingresos sostenibles para el pueblo afgano. Una oportunidad perdida en el contexto de la difícil reconstrucción del país, frente a la promesa de veinte años al pueblo afgano de un futuro libre y próspero.
Ver, Il tesoro nella “tomba degli imperi”: le risorse minerarie in Afghanistan.
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