“Creo que la posición del Papa responde no sólo al reconocimiento de la realidad. En este momento, la ONU está prácticamente aislada de una acción concreta con respecto al conflicto en Ucrania, que es diferente de todas las demás guerras de los últimos tiempos. Al mismo tiempo, también es un grito por una concepción de la ONU diferente a la actual. Porque ya no es posible quedarse estancados en su forma original que es de 1945”. Entrevista a Buonomo.
En su opinión, ¿cuál debería ser esta concepción diferente de la ONU?
En 1945 se estableció la ONU como resultado también de la Segunda Guerra Mundial. Este "también" es importante. Preveía no sólo la presencia de algunos países con un estatus diferente -los llamados miembros permanentes- sino también acciones de respuesta o preventivas, para garantizar la seguridad y por tanto la paz, que hoy ya no es posible pensar e implementar. Porque la forma de hacer guerras ha cambiado. Han cambiado los despliegues de armas. Más sofisticadas son las armas que se utilizan y las técnicas de guerra: cada vez más se utilizan armas sin la presencia del elemento humano, confiándolo todo a la tecnología y la cibernética. Desde el punto de vista político, la ONU se ha debilitado paradójicamente respecto de su propósito esencial, es decir, no el de resolver los conflictos sino el de prevenirlos poniéndose en el "centro" de los diálogos entre Estados: desde el desarme hasta el control de armamentos, pasando por la interdicción de la ley del más fuerte.
El Papa pide que la ONU sea verdaderamente un órgano, una autoridad que pueda actuar a nivel mundial por encima de los Estados y sus intereses en lo que va del mantenimiento de la paz y la justicia. Pero ante un gasto mundial en armamento que asciende a unos 2 mil billones de dólares y un presupuesto ordinario de la ONU que apenas recauda contribuciones de 2 mil millones, ¿cómo se puede hacer esto? La idea del Papa es recurrente en varios de sus discursos, desde el que pronunció el 26 de septiembre de 2015 ante la ONU a otros contextos internacionales, hasta el que pronunció en Malta hace unos pocos días.
En su opinión, ¿cuál sería el siguiente paso a dar?
El debate en el Consejo de Seguridad ha demostrado que, si el conflicto ucraniano regresa dentro de la Organización, se podría tener quizás una gestión colegiada, más amplia en vez de una acción que se limite a la oposición, no solo de posiciones sino de intereses: Países que legítimamente apoyan a Ucrania frente a la agresión rusa y países que directa o indirectamente apoyan la posición de Rusia y otros que no toman una posición. Estamos fuera de cualquier contexto que razone y actúe en sintonía: la ONU debería convertirse en este contexto común. Debe ser no sólo una caja de resonancia de los problemas del mundo, sino una realidad en la que se aborden problemas comunes y se den soluciones comunes. Este es el paso necesario. Las crisis deben ser manejadas a nivel global, trasladarlas solo a algunos organismos a nivel regional no da resultados, porque las implicaciones de esta guerra directa o indirectamente recaerán sobre todos los países. Basta pensar en el impacto económico negativo que esta guerra está trayendo a muchos países, empezando por los que ya están en precariedad.
¿Cuál es el papel de los pequeños estados en este contexto?
Yo creo que la acción de los pequeños estados podría ser de hacer que la gente entienda cuáles son los problemas que plantean los grandes estados en las relaciones internacionales. Cuando en la Europa de la Guerra Fría, entre 1967 y 1975, se inició lo que se denominó el Proceso de Helsinki, los pequeños estados lograron crear las condiciones para llegar a lo que fue el Acta Final, el cual marcó no sólo una solución formal de la Segunda Guerra Mundial sino que también sentó las bases de lo que será poco a poco el cambio que se produjo sobre todo en los países de Europa Central y del Este. Los estados pequeños tienen una capacidad de maniobra que se debe escuchar.
¿Cómo podemos leer el papel de Rusia en la ONU?
Es evidente que Rusia quiere hacer uso de su posición, es decir, bloquear cualquier decisión que pueda tomar el Consejo de Seguridad con respecto al conflicto en Ucrania. Al mismo tiempo, la propia ONU no puede prescindir de Rusia. En el contexto internacional, en las negociaciones, en la actividad diplomática, excluir a alguien significa no sólo dejarlo fuera sino no poder colaborar con él para resolver los problemas. Ningún miembro puede ser excluido de la comunidad internacional. No es la solución. Incluso si ese miembro está cometiendo un delito. Esto lo enseña la exclusión de Alemania de la Sociedad de Naciones antes de la Segunda Guerra Mundial. En todos los sentidos, incluso el Estado que viola las reglas debe ser recuperado para hacerle comprender su responsabilidad y llevarlo a colaborar para ir más allá. En Ucrania, cuando terminará el uso de las armas, se abrirá otro conflicto, él que tendrá como objetivo la reconstrucción de la paz, lo que puede significar nuevas fronteras o diferentes divisiones de territorios, retorno de poblaciones desplazadas o refugiadas en el extranjero, justicia por los crímenes cometidos. Y todos los protagonistas tendrán que estar presentes, para asumir responsabilidades y compromisos.
Se habla de crímenes internacionales, de tribunales al estilo de Núremberg, ¿es esto posible?
Una cosa está clara: no hace falta invocar a la Corte Penal Internacional, de hecho yo diría que es una forma de eludir responsabilidades. Paradójicamente, la Corte es cuestionada por los Estados - ¡y son muchos! - que no acepten su función y competencia. No olvidemos que después de Núremberg hubo el Tribunal de Tokio, el de la ex Yugoslavia, el de Ruanda, el de Camboya, el de Sierra Leona, hasta llegar a la Corte Penal Internacional. Entonces, ¿por qué no se afirma claramente que la civilización jurídica, a la que la humanidad ha llegado también a través de estos tribunales, exige que todos los Estados juzguen cada uno a quienes cometen crímenes internacionales? Incluso los estados a los que pertenecen los acusados de crímenes internacionales. Se llama "jurisdicción universal" y todavía queremos considerarla una pura utopía, pero sólo para evadir responsabilidades y quizás luego poder decir frente a los crímenes cometidos que la Corte Penal Internacional es inútil. La lógica es la que el Papa Francisco ha descrito tantas veces precisamente hablando de la guerra: “siempre es culpa de los demás” y por tanto “¿qué me importa a mí?”.
¿Qué perspectivas de paz se pueden abrir en Ucrania?
Parece que hay dos caminos posibles. Por un lado, Ucrania debe necesariamente garantizar su territorio y su soberanía. Esto significa no sólo garantizar ese país sino argumentar que no se puede violar el principio de la inviolabilidad de las fronteras: una agresión, un ataque desde el exterior no puede cambiar las fronteras de un Estado, su integridad territorial, cultural y sobre todo humana. Lo contrario sería cuestionar todos los principios establecidos por las normas internacionales: ¿con qué consecuencias?
El segundo camino es el de las negociaciones entre las partes en conflicto, pero con la presencia de garantes efectivos: Ucrania ya ha dejado claro cuáles son los espacios que puede conceder a la negociación, cuando hablaba de neutralidad, de no querer ingresar a la OTAN, de ponerse de lado e otros estados llamados "neutrales"; del lado ruso no parece haber apertura, por el contrario insisten en una especie de teoría de “tierras a liberar”.
Creo que son dos caminos que necesariamente hay que seguir, pero es evidente que ambos requieren de un contexto multilateral para evitar soluciones pragmáticas pero de corto plazo. Al mismo tiempo, será posible integrar gradualmente a Ucrania en el espacio económico europeo. Pero, entonces, queda el imperativo más importante: la adhesión personal a este proceso de quienes tienen responsabilidades institucionales y políticas, y de todos los que damos vida y vitalidad a las instituciones nacionales e internacionales. No podemos quedarnos como espectadores ni tampoco ampliar la caravana de los indiferentes. Porque si no cambia la actitud de los responsables de las situaciones, podríamos hasta obtener un “cese al fuego” pero no la solución de lo que está a las raíces del conflicto.
Ver Guerra in Ucraina: impotenza delle Nazioni Unite. «L’Onu va ripensata»
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