Me dirijo a ustedes para compartir una recopilación de relatos que arroja luz sobre los inquietantes incidentes de malos tratos y crímenes que se producen bajo el paraguas de la ONU en Sudán del Sur y que se centran específicamente en el sufrimiento de las mujeres sud sudanesas. Esta desgarradora colección, titulada "Sangre y lágrimas de las mujeres sud sudanesas: Víctimas de las fechorías de la ONU", saca a la luz los innombrables crímenes y abusos sufridos por estas mujeres, algunos de los cuales implican a E. S. N. U., miembro del personal de ACNUR.
Estas historias revelan un lado preocupante de la labor humanitaria en Sudán del Sur, donde las mujeres vulnerables que buscan refugio y apoyo se encuentran victimizadas y sometidas a violencia, explotación y otros actos impensables. Al exponer estas atrocidades, esperamos arrojar luz sobre la urgente necesidad de rendición de cuentas y cambio sistémico dentro del sistema de la ONU.
Esta recopilación de relatos sirve para sacar a la luz incidentes concretos y no pretende empañar la reputación de todo el ACNUR ni de sus abnegados funcionarios. Sin embargo, el propósito es concienciar sobre el hecho de que incluso dentro de las organizaciones que se esfuerzan por promover la seguridad y la protección, existen individuos que traicionan la confianza depositada en ellos, causando un daño inconmensurable y perpetuando el mismo sufrimiento que se supone deben aliviar.
Es importante abordar estas historias con sensibilidad y la debida diligencia a la hora de verificar las acusaciones presentadas. Creemos que es crucial proporcionar una plataforma para que las víctimas compartan sus experiencias respetando su dignidad y privacidad.
Sudán del Sur ha estado plagado de horrores inimaginables, y en medio de estas atrocidades, un nombre destaca en la infamia: E. S. Funcionario del ACNUR, no sólo es un violador y asesino, sino también el líder de una banda criminal que causa estragos en la vida de mujeres y niños sud sudaneses inocentes. Lo que hace que esta situación sea aún más angustiosa es el hecho de que actúe al amparo de una organización internacional destinada a proteger y prestar asistencia.
Valiéndose de su cargo de oficial superior de recursos humanos, E. S. atrae astutamente a mujeres jóvenes a su trampa prometiéndoles empleo en el ACNUR. Muchas vidas se han perdido silenciosamente a manos de E. y su banda, pero cuando las autoridades del ACNUR fueron alertadas sobre este monstruoso individuo, hicieron oídos sordos, permitiéndole continuar su reinado de terror.
La lista de atrocidades cometidas por el grupo de E. es terriblemente larga, e incluye asesinatos, violaciones en grupo y robos a mano armada. No sólo actúan bajo la protección del personal de la ONU, sino que también gozan del respaldo de algunos funcionarios corruptos del gobierno que parecen trabajar activamente contra la paz en Sudán del Sur. A esta red de corrupción se suma el hermano de E. S., E. P. S., miembro del sistema judicial de Sudán del Sur, que protege activamente a los miembros de la banda para evitar que sean detenidos o encarcelados.
No se puede comprender la profundidad de la depravación de E. Fue encarcelado en Juba el 23 de diciembre de 2020 por maltratar, torturar y asesinar a su ex mujer y a su hija. Desgraciadamente, sus afligidos padres no saben dónde fue enterrado el cuerpo de su hija. Sin embargo, valiéndose de su condición de funcionario del ACNUR y de la influencia de su hermano E., E. consiguió comprar su salida de la cárcel.
En otro incidente desgarrador, E. drogó y violó a una colega durante una fiesta organizada en la oficina de ACNUR. En un intento desesperado por encubrir su atroz acto, intentó obligar a la mujer a abortar el embarazo resultante, recurriendo a amenazas para silenciarla. Cuando ella se negó a obedecer, la banda de E. invadió su casa al amparo de la oscuridad, sometiéndola a una brutal violación en grupo y dejando su cuerpo marcado con heridas de machete. Sólo la intervención de unos vecinos horrorizados la salvó de un destino aún peor.
El efecto dominó de la depravación de E. se extiende mucho más allá de sus víctimas inmediatas. Un hermano afligido, incapaz de soportar la humillación pública y la agresión a su hermana, se quitó trágicamente la vida.
Este monstruoso miembro del personal de ACNUR ha desatado un dolor insondable entre las mujeres de Sudán del Sur, dejándonos con la duda de si la ONU está realmente aquí para ayudarnos o si se ha convertido en un instrumento de destrucción.
Nuestras lágrimas fluyen sin cesar, nuestro sueño está atormentado por pesadillas y nuestros corazones duelen por las innumerables niñas sud sudanesas que han sido víctimas de estos despreciables grupos de bandas, que operan bajo la apariencia de una organización benévola. Es imperativo que el ACNUR investigue a fondo estas denuncias, haga rendir cuentas a E. S. por sus crímenes y garantice que se haga justicia por cada vida inocente que ha sido arrebatada o destrozada.
Nosotras, las mujeres de Sud Sudán, exigimos justicia y protección a la misma agencia que se creó para salvaguardar nuestros derechos. Que nuestras voces colectivas, unidas en el dolor y la determinación, se eleven por encima del dolor y el sufrimiento soportados bajo la bandera del ACNUR. Que nuestras voces resuenen en todo el mundo, para que la sangre y las lágrimas de las mujeres sud sudanesas no sigan siendo ignoradas.
Testimonios de víctimas.
Desentrañando los horrores de Edwin y su banda. Las historias compartidas por M. y N. iluminan la oscura y retorcida realidad que innumerables mujeres sud sudanesas han soportado a manos de E. S. y su banda. Estos testimonios son inquietantes y ofrecen una visión de las traumáticas experiencias sufridas por estas valientes supervivientes.
M., víctima de agresión sexual, conoció a E. cuando trabajaba como limpiadora en la oficina de ACNUR. Confiando en sus recomendaciones, siguió sus instrucciones para recoger los cuestionarios de las entrevistas en un hotel. Poco podía imaginar que este acto de confianza ciega la llevaría a un calvario espantoso. E., quien exigía favores sexuales a cambio de los documentos, recurrió a drogarla para lograr su espantoso objetivo. Al recobrar el conocimiento horas más tarde, M. se encontró magullada, herida y violada. El alcance de su dolor físico y emocional era inimaginable, lo que provocó la extirpación de su dañado útero. Temerosa por la seguridad de su familia, optó por ocultar la identidad de sus violadores, viviendo con el trauma y la carga de su secreto.
N., otra superviviente, cuenta una historia de manipulación y explotación. Desesperada por encontrar trabajo, buscó la ayuda de E. tras ser preseleccionada para una entrevista. Entusiasmada por tener una oportunidad laboral, accedió a sus peticiones de favores personales. Las consecuencias de esta elección fueron devastadoras. N. se quedó embarazada y fue obligada a abortar. El coste físico fue muy alto, ya que perdió el útero. Para colmo de males, E. le hizo una falsa promesa de matrimonio y la engañó durante dos años antes de revelarle su intención de casarse con otra mujer. Humillada y deshonrada públicamente, la vida de N. se desmoronó aún más. Trágicamente, su hermano, desesperado por el tormento implacable de la banda, sucumbió al suicidio tras sufrir torturas a manos de ellos.
Además de estos desgarradores relatos, se afirma que E. practicaría la brujería y la utilizaría como medio para engañar y controlar a las mujeres. Sus oscuras prácticas y tácticas manipuladoras ponen aún más de relieve la naturaleza diabólica de este peligroso individuo.
El inmenso dolor y trauma sufrido por M., N. y otras muchas víctimas no puede borrarse ni olvidarse. Estas valientes mujeres han decidido arrojar luz sobre los espantosos crímenes cometidos por E. y su banda, llamando la atención sobre la urgente necesidad de justicia y protección para los vulnerables en Sudán del Sur. Sus historias desvelan el verdadero rostro del mal y exigen que se establezcan responsabilidades, no sólo para E., sino para todos aquellos que han permitido que persistan sus atrocidades.
Ojalá que sus testimonios sirvan de punto de inflexión y enciendan la determinación colectiva de erradicar el mal que amenaza la vida y el bienestar de las mujeres sud sudanesas. El ACNUR debe llevar a cabo una investigación exhaustiva, exigir responsabilidades a E. S. por sus atroces actos y garantizar la seguridad y protección de todas las personas vulnerables a su cargo. Dejemos que se oigan sus voces de resistencia y desafío, rompiendo las cadenas del miedo y allanando el camino hacia la justicia y la sanación.
Para más información, póngase en contacto con la Sra. Innocent Queency Survivors' Women Representative iqueency1@gmail.com
Descargo de responsabilidad: La publicación de estas historias no sólo sacará a la luz la verdad de estos actos horrendos, sino que también servirá de catalizador para los debates y las reformas necesarias en el seno de la ONU, garantizando la seguridad y la protección de las personas vulnerables. Al amplificar las voces de estas mujeres sud sudanesas, su publicación puede contribuir al debate mundial sobre la rendición de cuentas y la protección de quienes buscan refugio y apoyo en contextos humanitarios. Ya que no nos es posible comprobar la fiabilidad de este relato, hemos sustituido los nombres por siglas. Sin embargo, los tres documentos adjuntos, que proceden de la propia oficina de la ONU, descartan cualquier duda sobre la coherencia general de estas acusaciones.
Véase, UNHCR: Heightened risks, violations and sexual violence reported by civilians fleeing Sudan, y South Sudan: ‘hellish existence’ for women and girls, new UN report reveals y Conflict-related sexual violence against women and girls in South Sudan un documento publicado drectamente por la ONU
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