El riesgo de guerra nuclear es real. El 15 de octubre 2024, profundamente preocupados por este riesgo, un grupo de 20 países, entre ellos Austria e Irlanda, presentaron una moción en la Asamblea General de la ONU pidiendo a los Estados que renueven su compromiso con el desarme nuclear, y que establezcan una Comisión Científica independiente para evaluar los riesgos reales de una catástrofe nuclear en la actualidad.
Se trata de una iniciativa limitada pero concreta, seria y con visión de futuro. Espero sinceramente que Italia tenga la sabiduría de apoyarla.
La Comisión debería encargarse de «examinar los efectos físicos y las consecuencias sociales de la guerra nuclear a escala local, regional y planetaria, incluidos, entre otros, los efectos climáticos, medioambientales y radiológicos, y sus repercusiones en la salud pública, los sistemas socioeconómicos mundiales, la agricultura y los ecosistemas, en los días, semanas y decenios posteriores a la guerra nuclear, y revisar y encargar los estudios pertinentes, incluida la modelización cuando proceda, y publicar un informe exhaustivo, extraer las principales conclusiones e identificar los ámbitos que requieran futuras investigaciones».
Sorprendentemente, éste sería el primer estudio de este tipo realizado por las Naciones Unidas desde los de la década de 1980, que fueron importantes para llegar a los sabios tratados que condujeron entonces a la reducción de las armas nucleares. Muchas cosas han cambiado en el armamento nuclear desde entonces, y el riesgo puede ser incluso más grave de lo que pensamos.
Cuatro consideraciones son relevantes.
En primer lugar, un gobierno ya ha utilizado armas nucleares.
En segundo lugar, hemos estado cerca de la catástrofe varias veces en las últimas décadas, incluso accidentalmente. En el caso más sensacional, el lanzamiento desde un submarino que habría desencadenado una guerra nuclear fue aprobado por el primer y el segundo oficial, y bloqueado por las dudas y la oposición del tercero, que no era militar de carrera. Vivimos al borde del abismo.
En tercer lugar, Estados Unidos ha aumentado recientemente de forma espectacular su inversión en armas nucleares. Las superpotencias nucleares ya no son sólo Rusia y Estados Unidos, se añade China, desequilibrando la doble disuasión que hasta ahora nos mantenía peligrosamente cerca de la catástrofe, pero evitaba lo peor.
En cuarto lugar, el reciente abandono de los tratados que prohíben las armas nucleares de medio alcance hace mucho más frágil la disuasión, porque aumenta la tentación de un avance temerario. Una nueva evaluación seria de los riesgos llevada a cabo por una autoridad por encima de las partes, como las Naciones Unidas, puede aportar una luz de sensatez a un mundo que parece necesitarla urgentemente.
Espero que Italia pueda, como Austria e Irlanda, ver el interés común de la humanidad en una cuestión tan vital, y apoyar esta moción. No es imposible que la OTAN presione a sus miembros para obstruir la moción. Ceder a esta presión sería caer en la miopía del ruin juego de poder entre las partes, en un mundo cada vez más dividido y cada vez más beligerante.
Oponerse a un impulso, aunque sea pequeño, hacia el control de las armas nucleares es una profunda estupidez. Espero sinceramente que nuestro Gobierno tenga las espaldas bien sólidas. Está en juego la posibilidad misma de nuestro futuro.
Véase, Rischio nucleare e coscienza
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