La risa tiene un valor liberador, benéfico, pero también puede estar ligada a la agresividad, a la violencia, incluso al acoso. Burlarse de Dios nace de la desesperación de quien ha perdido la posibilidad de experimentar el sentido del misterio.
Queriendo considerar la cuestión del concurso satírico sobre Dios anunciado por Charlie Hebdo desde un punto de vista filosófico, hay que decir que están en juego dos conceptos: nuestra risa y nuestra relación con lo divino (no necesariamente con el Dios único de los monoteísmos, sino con lo divino; es decir, el alto misterio que el ser humano siempre ha sentido respecto a su existencia en este planeta).
Empiezo por la risa, de la que tomo la definición de Dante en el Convivio, que habla de ella así: «La risa es una coruscación del deleite del alma». ¿Qué entendemos por «coruscación»? En el texto citado Dante quiere decir «manifestación», pero no debe pasarse por alto que para expresar el tipo de manifestación eligió hablar de ella precisamente como «coruscación».
En el italiano de hoy decimos «corrugamento», «arrugamiento» término que se refiere a arrugarse, es decir, a la formación de una arruga, de un pliegue inoportuno, sobre todo a una arruga sobre la frente y que, por tanto, más que placer indica dolor, porque el placer manifestado por la risa opera a la inversa, es decir, abre y estira la frente, eliminando momentáneamente cualquier arruga. ¿Qué lección, entonces, extraer de la definición de risa del Supremo Poeta italiano? Que existe un placer, una «delicia del alma», que la risa puede de algún modo exagerar, exasperar, forzar hasta el punto de producir arrugas.
Como si fuera dolor. Lo que significa que la risa, contrariamente a la creencia de la cultura dominante que hace de ella un absoluto, un verdadero acto de culto (hoy es haciendo reír como se conquista al ser humano), también puede manifestar significados negativos desde el punto de vista del bienestar general del ser humano. Esto puede comprenderse a partir de los derivados del verbo principal, que enumero aquí por orden alfabético: «burlarse, mofarse, sonreír».
Sonreír es el más bello porque se refiere al humor sutil, del que procede el buen humor. De hecho, muchos subrayan con razón el carácter benéfico de la risa. Hay páginas web (algunas de ellas, casualmente, vinculadas a consultas dentales) que enumeran detalladamente los beneficios de la risa, entre los que se incluyen, por ejemplo, la mejora del tono muscular y la respiración, la reducción del colesterol, la relajación, la purificación, la reducción del estrés y las propiedades antidepresivas. Escriben que «la risa es la mejor terapia para la salud mental y física». También se ha creado una disciplina especial llamada «gelotología», un neologismo que significa «ciencia de la risa» (donde gelo - helar no tiene nada que ver con el tiempo, sino que procede del verbo griego para reír «gelao»). La gelotología pretende demostrar científicamente los efectos calmantes, analgésicos, euforizantes e inmunoestimulantes de la risa. Que sin duda los hay, todos los experimentamos, ojalá con la mayor frecuencia posible.
Sin embargo, hay que decir dos cosas. La primera es subrayar que la cualidad beneficiosa de la risa no es absoluta, sino que depende de cómo y por qué se ríe. Burlarse y ridiculizar representan una forma de reír que es cualquier cosa menos tranquilizadora: no sólo porque siempre se dirige a alguien que, como una víctima real, es ridiculizado vertiendo sobre él desprecio, rencor, livor, sino también porque estas emociones negativas se instalan inevitablemente en la psique de la persona que se burla, acabando por llenarla de negatividad. Es lo que ocurre en el sarcasmo, en la risa agresiva que equivale a un insulto, cuando no a un puñetazo, y que a menudo denota vulgaridad, escarnio, virulencia, agresividad.
Burlarse y mofarse puede equivaler a herir, tal vez incluso a matar psíquicamente. El bullying y el mobbing – o acoso escolar y laboral - comienzan exactamente así, como burla: escarnio de un individuo por parte de un grupo, donde el individuo se convierte en un auténtico chivo expiatorio sobre el que el grupo vierte toda su mordacidad, lo que, como dice el término, le lleva a morder sin piedad la psique de la desafortunada víctima a fuerza de burlas. ¡De efectos analgésicos, ni qué nada! Los efectos beneficiosos, que sin duda tiene la risa en sí misma, pueden en algunos casos invertirse por completo.
Otra cosa que hay que tener en cuenta es que a veces incluso lo contrario de la risa, es decir, el llanto, puede tener un valor positivo porque en algunas circunstancias un llanto puede ser mucho más liberador y vitalizante que la risa. No es casualidad que, en el teatro de la antigua Grecia, además de la comedia, existiera, y de forma prioritaria, la tragedia.
Paso ahora al segundo concepto, lo divino.
Lo divino. surge de la conciencia de que nos enfrentamos a un excedente, a un «más», a algo que supera el límite en lo que la realidad global de la existencia presenta respecto a la capacidad cognitiva de nuestra razón. Como decía Norberto Bobbio en su «testamento» publicado en este periódico el 10 de enero de 2004: «No me considero ni ateo ni agnóstico; como hombre de razón, no de fe, sé que estoy inmerso en el misterio». Es la razón, debidamente ejercitada, la que entrega al ser humano pensante a la dimensión del misterio: el misterio de por qué hay vida, de su origen, de su destino, de su lógica, de su sentido global.
La percepción de lo divino surge de aquí, de esta emoción de la inteligencia experimentada por espíritus supremos como Heráclito, Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca, Plotino, Marco Aurelio, todas las grandes figuras medievales, Dante, sobre todo, y entre los modernos, recuerdo a Pascal, Kant, Fichte, Schelling, Hegel, Kierkegaard y Rousseau. Sin este «misterio» no habríamos tenido la música de Monteverdi, Bach, Vivaldi, Mozart, Beethoven. No habríamos tenido a Giotto, Miguel Ángel, Chagall. E infinitamente más, incluidas las catedrales y las iglesias parroquiales rurales que salpican nuestro magnífico viejo continente por todas partes, incluida Francia.
Entonces, ¿qué significa burlarse de lo divino? Creo que uno puede, y tal vez deba, burlarse de los supersticiosos y los dogmáticos que, la mayoría de las veces, muestran una desconexión cognitiva entre la mente y la realidad. Pero también creo que burlarse y mofarse de lo divino como tal es indicio de una enfermedad espiritual: a saber, la desconfianza y la desesperación de quienes han perdido la posibilidad de experimentar el sentido del misterio y se encuentran considerando el sentido de su existencia únicamente como una grotesca farsa del «gen egoísta» (tomando prestada la conocida expresión de Richard Dawkins) y que, por tanto, no pueden hacer otra cosa que reírse amargamente de todo y, en particular, burlarse sarcásticamente de quienes, en cambio, no han perdido la conexión con lo que Heisenberg llamaba el «orden central». Creo que, respecto a ellos, lo que mejor vale son estas palabras de Dante: «Non ragioniam di lor, ma guarda e passa» «No discutamos de ellos, mas bien mira y pasa».
Véase, “Charlie Hebdo”, la derisione del divino e la malattia spirituale dell’uomo moderno
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