Con más pirámides que Egipto, Sudán alberga un patrimonio poco conocido. Estos monumentos, testigos de la grandeza del reino de Kush, cuentan una historia fascinante que a menudo se olvida.
En pleno desierto sudanés, a cientos de kilómetros de las famosas pirámides de Guiza, se alza un conjunto de monumentos poco conocidos que son testigos de una civilización igualmente fascinante. Las pirámides de Sudán, restos del reino de Kush, superan en número a las de Egipto y revelan una compleja historia de conquista, intercambio cultural e innovación arquitectónica. Esparcidas por varios yacimientos, entre ellos la necrópolis de Meroe, encarnan la influencia de una potencia africana eclipsada durante mucho tiempo por los faraones egipcios. Pero, ¿por qué estos tesoros son tan poco conocidos para el gran público?
Los orígenes de las pirámides sudanesas
Las pirámides sudanesas hunden sus raíces en la fascinante historia del reino de Kush, que floreció en la región de Nubia, al sur de Egipto, a partir del siglo VIIIᵉ antes de Cristo.
Los reyes kushitas, apodados los Faraones Negros, establecieron su poder sobre una vasta zona geográfica que se extendía desde Asuán hasta Jartum, desempeñando un papel central en los intercambios culturales y comerciales entre el África subsahariana y Egipto.
En el 770 a.C., Piye, el primer rey kushita de la 25ᵉ dinastía, conquistó Egipto y unificó el país bajo su dominio. Fascinado por las pirámides egipcias utilizadas como tumbas, exigió que se construyera una pirámide para su propio enterramiento. Esta elección arquitectónica marcó el inicio de una tradición duradera: los reyes y reinas de Kush adoptaron las pirámides como símbolo de poder y prestigio. Los habitantes del reino construyeron las primeras pirámides en la necrópolis de El-Kurru, cerca de Napata, su primera capital.
Estas pirámides son más pequeñas, pero tienen ángulos mucho más pronunciados. Reflejan un dominio técnico único. Su diseño mezcla influencias locales y egipcias, ofreciendo un simbolismo rico y complejo. Los relieves grabados revelan detalles de las prácticas religiosas. También describen la vida cotidiana y los rituales funerarios kushitas.
La necrópolis de Meroe
Tras perder Egipto, los kushitas se retiraron hacia el sur. Establecieron su nueva capital en Meroe, cerca del Nilo. Este lugar se convirtió rápidamente en el corazón de su civilización. También se convirtió en el principal emplazamiento para la construcción de pirámides. Hoy quedan unas 200 pirámides en la necrópolis de Meroe. La mayoría se erigieron entre el siglo III a.C. y el IV d.C.
Las pirámides de Meroe impresionan por su densidad y su diseño único. Son testimonio de la prosperidad del reino durante este periodo. A diferencia de las pirámides egipcias, se utilizaron principalmente como tumbas reales. Albergaron las tumbas de 41 soberanos y numerosos nobles kushitas. Su estructura esbelta y sus proporciones compactas reflejan un estilo arquitectónico específico. Este estilo se adaptó a los limitados recursos de esta región semiárida.
Las excavaciones arqueológicas de Meroe han desenterrado numerosos objetos preciosos. Entre ellos, joyas de oro, cerámica refinada y estatuas notables. Estos descubrimientos confirman la sofisticación cultural de los kushitas. También demuestran la importancia de Meroe como centro religioso y económico. El yacimiento ilustra asimismo el importante papel político desempeñado por el reino kushita.
Una historia olvidada y desatendida
A pesar de su gran valor histórico, las pirámides sudanesas no recibieron la misma atención que las egipcias. En el siglo XIX, el aventurero italiano Giuseppe Ferlini destruyó varias de ellas en busca de tesoros. Sus expediciones causaron enormes daños, con muchos monumentos parcial o totalmente destruidos. Estos actos privaron al mundo de riquezas culturales irremplazables.
Las pirámides de Meroe también han sufrido décadas de abandono e inestabilidad política en Sudán. Desde la década de 1950, las sucesivas guerras civiles han frenado la inversión en su conservación. A diferencia de las pirámides egipcias, las de Sudán siguen siendo poco conocidas. Pocos visitantes se aventuran a visitarlas, a pesar de su singular importancia histórica.
Los conflictos recientes también han agravado la situación, como señala IFLScience. La falta de fondos para la restauración, unida a las difíciles condiciones climáticas, ha acelerado el deterioro de las pirámides. Se han restaurado algunas estructuras, pero muchas siguen derrumbándose por falta de recursos suficientes para proteger este tesoro arqueológico.
Sin embargo, están surgiendo algunas iniciativas. Incluidas en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2011, las pirámides de Meroe gozan por fin de un creciente reconocimiento internacional. Las campañas de sensibilización pretenden llamar la atención sobre estos monumentos, y hay proyectos de restauración en marcha, aunque limitados por las condiciones socioeconómicas del país.
Ver, Les pyramides du Soudan : un trésor méconnu aussi riche que l’Égypte
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