Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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¡De qué púlpito viene el sermón!

Il Regno 09.12.2024 Simona Segoloni Traducido por: Jpic-jp.org

Las mujeres todavía no tienen autoridad para presidir o incluso para pronunciar homilías durante las celebraciones eucarísticas. Sin embargo, entre la exigencia, la necesidad y el deseo se mueven muchas cosas: las mujeres dan meditaciones bíblicas y escriben, incluso tratados homiléticos: ¿deberíamos hacer algunos cambios, por el bien de la Iglesia? En las imágenes de toda manera vemos que la historia está llena de presencias femeninas: en el monasterio de Santa Ana de Foligno las terciarias franciscanas que predicaban por las calles han querido representar a María enseñando en el templo.

Las mujeres no pueden predicar. Es un hecho. Y esto a pesar de que la predicación eclesial en la Iglesia católica está de capa caída. De hecho, una de las quejas más extendidas sobre la vida cotidiana de las iglesias es precisamente la homilía dominical: difícil de hacer y difícil de encontrar sabrosa. Y, sin embargo, a pesar de las dificultades y de la evidente necesidad de ayuda, las mujeres en la Iglesia católica no pueden predicar.

¿Por qué? Por una disposición legal que vincula la predicación litúrgica al ministerio ordenado y, como ya sabemos, éste al sexo masculino. ¿Y por qué? Es difícil dar una razón teológica que se sostenga, sobre todo si miramos toda la tradición eclesial: no es casualidad que la imagen que acompaña este post sea antigua, procede del Claustro Verde (siglo XVI) del Monasterio de Santa Ana de Foligno y representa a María enseñando en el templo.

Una comunidad de terciarias franciscanas había activado una forma de vida evangélica desde el siglo XIV, testimoniando el Evangelio en las calles, junto a los necesitados, e incluso dos siglos después de la fundación seguían resistiendo, ¡encargando estos frescos!

Volviendo al presente, tenemos ministros ordenados con demasiada frecuencia luchando con la predicación y mujeres que podrían tener la capacidad de ser útiles, pero como son mujeres, decidimos que los dones del Espíritu no son útiles en este caso concreto y precisamente a causa del sexo biológico de las personas que han recibido el don.

Compartir la Palabra: una pluralidad de maneras

Todo esto es tan insensato que la propia Iglesia, por sí misma y más allá de sus propias normas sin transgredirlas, encuentra la manera de resolver y satisfacer así su propia necesidad de que la palabra de Dios sea compartida efectivamente por una pluralidad de voces. De hecho, se multiplican los subsidios litúrgicos, los blogs, los podcasts, en los que laicos y especialmente laicas, que no tendrían otra posibilidad, comparten la palabra de Dios, la explican, la ofrecen a quienes sienten una gran necesidad de orar, de meditar, de adentrarse en la belleza de su fe.

Es la visión femenina de la palabra. Y esto ya cuenta. Y es una mujer la que toma la palabra en la Iglesia. Y esto cuenta aún más. Pero, sobre todo, es una toma de la Palabra de mujeres para la Iglesia. No callan las mujeres que tienen algo que decir, ni se tapan loa oídos todos los que necesitan una palabra que les alimente.

¿Por qué las mujeres? ¡Para la Iglesia!

¿Por qué las mujeres? ¿No basta la palabra de los ministros ordenados? ¿No bastaría, si ése fuera el problema, con proporcionar a quienes han de predicar la formación que necesitan? ¿Qué razón hay para que hablen las mujeres? La cuestión es que la Iglesia transmite todo lo que vive y todo lo que es (Dei Verbum 8), y lo que transmite crece con el estudio de los creyentes y la comprensión de las cosas espirituales, es decir, con la sabiduría que da la vivencia de la fe: en todo esto la mujer es decisiva, como todos. Sin la vivencia y el sentir de las mujeres, no hay tradición eclesial y, por tanto, no hay predicación. Miramos a los apóstoles, doctores y predicadores y vemos sólo varones, porque así queremos contar la historia, pero varones fueron sólo algunos entre los creyentes, no todos.

La provocación al lector/oyente

Tal vez deberíamos releer la conclusión del Evangelio de Marcos, el primero, el que termina en el versículo 8 del capítulo 16. Estamos en el sepulcro, la mañana de la Pascua, las mujeres encuentran el sepulcro vacío y se encuentran con el joven que les da el anuncio de la resurrección. Marcos (ingeniosamente) concluye diciendo que estas mujeres por miedo no dijeron nada a nadie.

La genialidad reside en la provocación al lector: le advierte de que si no se cuenta este anuncio, no puede dar fruto. Pero evidentemente si el Evangelio ha sido escrito y el lector lo está leyendo, estas mujeres han hablado y lo sabemos por los otros evangelistas. ¿Qué habría pasado, sin embargo, si se hubieran callado? ¿Qué habría pasado si hubieran obedecido la norma que no les da una palabra autorizada? Simple y dramáticamente, la tradición eclesial ni siquiera habría comenzado porque, nos guste o no, las discípulas fueron y son su primer eslabón indispensable.

Y por eso las mujeres buscan -y cada vez se les pide más- hablar en la Iglesia. A veces tienen miedo. También saben que tal vez muchos las criticarán. Sin embargo, no se puede eludir la propia responsabilidad: los talentos recibidos se invierten, sin demora.

María enseña a los doctores en el Templo

En Foligno, en el corazón de Umbría, se alza el monasterio de Santa Ana, fundado a finales del siglo XIV por Angelina di Montegiove y Paoluccio Trinci para un grupo de monjas terciarias franciscanas que, en lugar de la clausura, eligieron el camino del testimonio del Evangelio en las calles de la ciudad, junto a la gente necesitada.

No se conservan escritos de estas mulieres religiosae, pero su espiritualidad está impresa en los frescos que encargaron para el monasterio. La insólita imagen de la niña María enseñando a los doctores en el Templo y la del niño Jesús circuncidado por una mujer - pertenecientes ambas al ciclo del siglo XVI del «claustro verde» - son una muestra de la tenacidad con la que, a pesar de las muchas oposiciones que encontraron, las Hermanas Terciarias de Santa Ana afirmaron su manera de ser discípulas de Cristo.

Hay un libro, a través de un recorrido por la historia, los espacios y la iconografía del edificio, que conduce al descubrimiento de una importante voz, aún viva y actual, de la experiencia cristiana.

Verás, Da che pulpito viene la predica!

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Los comentarios de nuestros lectores (2)

Bernard Farine 29.01.2025 Je n'avais jamais entendu parler du "cloître vert" de Foligno et il est très intéressant qu'il ait été conservé. Le texte me renvoie aussi à la polémique sur le titre de Première Apôtre donné par les "féministes" à Marie-Madeleine en référence à l'évangile de St Jean où elle est la première envoyée par Jésus pour annoncer sa résurrection. Pour minimiser ce fait, les plus traditionalistes lui donnent le titre d'Apôtre des Apôtres, ce qui paraît un peu mesquin !
Paul Attard 29.01.2025 Sermons from the pulpit here are short, & in 2 languages, which makes the one even shorter. When we join an English ministry group on a Sunday via zoom, the sermons are about 40 minutes!