Las mujeres y los laicos, el diaconado, el ministerio y el Magisterio, la paz y el clima, los pobres y los emigrantes, el ecumenismo y la identidad, los nuevos lenguajes y las estructuras renovadas, las misiones antiguas y nuevas (incluidas las digitales), la escucha de todos y la profundización, incluso en los temas más "controvertidos": el informe de síntesis aprobado y publicado el sábado 28 de octubre de 2023 por la XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad ofrece una nueva mirada sobre el mundo, la Iglesia y sus exigencias.
La primera sesión del Sínodo en el Vaticano comenzó el 4 de octubre en el Aula Pablo VI y concluyó a finales del mismo mes, con una duración de cuatro semanas. Este documento de unas cuarenta páginas es el resultado de los trabajos de la asamblea, que "tuvo lugar en un momento en que viejas y nuevas guerras asolan el mundo, con la tragedia absurda de innumerables víctimas. El grito de los pobres, de los que se ven obligados a emigrar, de los que sufren la violencia o las consecuencias devastadoras del cambio climático ha resonado entre nosotros, no sólo a través de los medios de comunicación, sino también a través de las voces de muchos individuos, implicados personalmente con sus familias y sus pueblos en estos trágicos acontecimientos", escriben los padres sinodales.
La Iglesia intentó responder a este desafío y a muchos otros a lo largo del mes de octubre. Todo ello se ha recogido en el informe de síntesis, dividido en tres partes, que traza el trabajo a realizar en la segunda sesión de 2024.
Escuchar a todos, empezando por las víctimas de abusos
Como en su Carta al Pueblo de Dios, la Asamblea sinodal reafirma "la apertura a la escucha y al acompañamiento de todos, incluidos los que han sufrido abusos y heridas en la Iglesia". Como parte del camino "hacia la reconciliación y la justicia", "pide que afrontemos las condiciones estructurales que han permitido tales abusos y que hagamos gestos concretos de penitencia".
La sinodalidad es un primer paso. Un término que, según los propios participantes en el Sínodo, es "desconocido para muchos miembros del Pueblo de Dios" y "causa confusión y preocupación entre algunos" que temen una ruptura con la tradición, un debilitamiento de la naturaleza jerárquica de la Iglesia, una pérdida de poder o, por el contrario, inmovilismo y falta de coraje para el cambio.
Sinodalidad es un término que "indica un modo de ser Iglesia y articula comunión, misión y participación". Es, por tanto, un modo de vivir la Iglesia, de valorar las diferencias y de desarrollar la implicación activa de todos, empezando por los sacerdotes y los obispos, porque "una Iglesia sinodal no puede prescindir de su voz".
La misión
La sinodalidad va de la mano de la misión, de ahí la necesidad de que "las comunidades cristianas compartan la fraternidad con hombres y mujeres de otras religiones, convicciones y culturas, evitando el riesgo de la autorreferencia y la autopreservación, por una parte, y la pérdida de identidad, por otra". En este estilo pastoral, cobra importancia hacer "el lenguaje litúrgico más accesible a los fieles y más encarnado en la diversidad de las culturas".
El informe dedica un amplio espacio a los pobres, que piden a la Iglesia un amor entendido como "respeto, acogida y reconocimiento". La opción preferencial por los pobres y los excluidos es una categoría teológica más que cultural, sociológica, política o filosófica. Los pobres son los emigrantes, los pueblos indígenas, las víctimas de la violencia y de los abusos (especialmente las mujeres), del racismo y del tráfico de seres humanos, las personas dependientes y las minorías, los ancianos abandonados, los trabajadores explotados. "Los más vulnerables entre los vulnerables, por los que es necesaria una defensa constante, son los niños en el vientre y sus madres", los nuevos pobres creados por las guerras y el terrorismo, así como por "los sistemas políticos y económicos corruptos".
La Iglesia debe comprometerse tanto en la "denuncia pública de las injusticias" perpetradas por individuos, gobiernos y empresas, como en la acción política a través de asociaciones, sindicatos y movimientos populares. Sin descuidar la acción consolidada de la Iglesia en los campos de la educación, la sanidad y la asistencia social.
El documento, en su intento de reflejar los trabajos del Sínodo, reseña sus grandes temas.
Las migraciones
Se hace hincapié en los emigrantes y refugiados, "muchos de los cuales cargan con las heridas del desarraigo, la guerra y la violencia", quienes sin embargo pueden ser "una fuente de renovación y enriquecimiento para las comunidades que los acogen y una oportunidad para establecer un vínculo directo con Iglesias lejanas desde el punto de vista geográfico". El Sínodo nos invita “a practicar una acogida abierta, a acompañarlos en la construcción de un nuevo proyecto de vida y a edificar una verdadera comunión intercultural entre los pueblos”. Una manera es respetar sus tradiciones litúrgicas y sus prácticas religiosas.
Una palabra como misión, en contextos donde “el anuncio del Evangelio ha estado asociado a la colonización e incluso al genocidio”, está cargada de un doloroso legado histórico y dificulta la comunión: “Evangelizar en estos contextos exige reconocer los errores cometidos y aprender una nueva sensibilidad ante estas cuestiones”. La Iglesia debe mostrar atención “a una cultura del diálogo y del encuentro, luchando contra el racismo y la xenofobia, especialmente en los programas de formación pastoral”, identificando “los sistemas que crean o mantienen la injusticia racial en la Iglesia, para combatirlos”.
Iglesias orientales
El tema de la migración llevó a la Asamblea sinodal a prestar atención a los recientes conflictos que han provocado la afluencia de un gran número de fieles del Oriente católico a territorios predominantemente latinos. Es "necesario que las Iglesias locales de rito latino, en nombre de la sinodalidad, ayuden a los fieles orientales emigrados a conservar su identidad". El ecumenismo es, de hecho, una renovación espiritual que requiere "procesos de arrepentimiento" y "sanación de la memoria". Citando la expresión del Papa, ecumenismo de sangre, referida a los cristianos de distintas Iglesias que han dado juntos su vida por la fe en Cristo, el Sínodo relanzó la propuesta de un martirologio ecuménico. La colaboración entre cristianos es un recurso "para sanar la cultura del odio, la división y la guerra que enfrenta a grupos, pueblos y naciones los unos contra los otros".
Laicos y familias
El documento sinodal reitera con firmeza que "los laicos, las personas consagradas y los ministros ordenados tienen la misma dignidad" y deben estar cada vez más "igualmente presentes y activos en el servicio dentro de las comunidades cristianas". Por ser maestros de la fe, teólogos, formadores, animadores espirituales y catequistas, y personal administrativo, ofrecen una contribución que es "indispensable para la misión de la Iglesia". No están ahí para suplir la falta de sacerdotes o, peor aún, para ser ignorados, infrautilizados o "clericalizados". Sus diferentes carismas deben destacarse, reconocerse y valorarse plenamente.
Se pide a la Iglesia que se comprometa decididamente a acompañar y comprender a las mujeres en todos los aspectos de su vida, incluida la atención pastoral y sacramental. Las mujeres "reclaman justicia en una sociedad marcada por la violencia sexual y la desigualdad económica, y por la tendencia a tratarlas como objetos". Su acompañamiento y promoción van de la mano.
Muchas de las mujeres presentes en el Sínodo "agradecieron profundamente la labor de sacerdotes y obispos" en su favor, pero también hablaron de una Iglesia que duele. "El clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la autoridad siguen marcando el rostro de la Iglesia y dañando la comunión". Por ello, se necesita " una profunda conversión espiritual y unos cambios estructurales", para que el "diálogo entre hombres y mujeres" sea sin subordinación, exclusión ni competencia.
Las opiniones sobre el acceso de las mujeres al diaconado fueron dispares: para algunos, es un paso inaceptable, "en discontinuidad con la Tradición"; para otros, restablecería una práctica de la Iglesia primitiva y lo ven como "una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos" para renovar las energías en la Iglesia. Hubo quienes temen que conduciría a una peligrosa confusión antropológica al alinear a la Iglesia con el espíritu de los tiempos. El Sínodo concluyó con la petición de continuar "la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado", utilizando los resultados de las comisiones creadas por el Papa y las investigaciones teológicas, históricas y exegéticas ya realizadas para presentar los resultados en la próxima sesión de la Asamblea.
Discriminación y abusos
El documento reafirma la urgente necesidad de "garantizar que las mujeres participen en los procesos de toma de decisiones y asuman funciones de responsabilidad en la atención pastoral y el ministerio", y pide que el derecho canónico sea adaptado en consecuencia. Hay que abordar la discriminación en el empleo y la desigualdad salarial, incluso en la Iglesia, donde "las mujeres consagradas son vistas a menudo como mano de obra barata".
Por otra parte, hay que ampliar el acceso de las mujeres a la educación teológica y a los programas de formación, fomentar el uso de un lenguaje inclusivo en los textos litúrgicos y en los documentos de la Iglesia, y abandonar el "estilo autoritario, que no deja espacio para el diálogo fraterno".
Los diáconos "llamados a vivir su servicio al Pueblo de Dios en una actitud de cercanía, acogida y escucha de todos" deben evitar el clericalismo, que no es más que una distorsión del sacerdocio, y combatirlo mediante el contacto vivo con la gente y los necesitados. Los seminarios y cursos de formación de los candidatos al ministerio deben estar vinculados a la vida cotidiana de las comunidades, para evitar formalismos e ideologías que conducen a actitudes autoritarias. En este contexto, el tema del celibato ha sido evaluado de diferentes maneras. Aunque apreciaran su valor profético y su testimonio de conformidad con Cristo, algunos se preguntaron si "el ministerio sacerdotal en la Iglesia latina debe traducirse necesariamente en una obligación disciplinar", sobre todo allí donde el contexto eclesial y cultural lo hace difícil.
Los obispos. La figura y el papel del obispo fueron objeto de numerosas reflexiones. Un ejemplo de sinodalidad sería que el obispo ejerciera la corresponsabilidad, implicando en su servicio a otros actores diocesanos y miembros del clero para aliviar la sobrecarga de compromisos administrativos y jurídicos que a menudo obstaculizan su misión. Un obispo que no encuentra apoyo humano y espiritual está condenado a una dolorosa soledad. Los abusos por parte de sacerdotes, por ejemplo, hacen "difícil para muchos obispos conciliar el papel de padre con el de juez". Sería bueno "confiar la tarea judicial a otro órgano, que se especificaría canónicamente".
Este conjunto de temas pide a continuación un enfoque sinodal de la formación de los ministros en la Iglesia y "profundizar en el tema de la educación afectiva y sexual, acompañar a los jóvenes en su camino de crecimiento y apoyar la maduración afectiva de los llamados al celibato y a la castidad" mediante el diálogo con las ciencias humanas para una mejor comprensión de las cuestiones controvertidas, incluso dentro de la Iglesia.
Son estas cuestiones que plantean problemas relacionados con "la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y los problemas éticos relacionados con la inteligencia artificial". Se debe dar el tiempo y la energía necesarios para reflexionar, sin ceder a juicios simplistas que pueden hacer daño a las personas y a la Iglesia en su conjunto. Además, el Magisterio ha ofrecido ya muchas indicaciones que esperan traducirse en iniciativas pastorales.
A la escucha
Por último, el documento renueva la invitación a escuchar con autenticidad a "las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia a causa de su situación conyugal, su identidad o su sexualidad" y que "piden ser escuchadas y acompañadas, y que se defienda su dignidad". Su deseo de "volver a casa", a la Iglesia, y de "ser escuchados y respetados, sin miedo a ser juzgados", se fundamenta en el respeto y la dignidad que se debe a toda persona. Las experiencias comunicadas a la Asamblea por los miembros del SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar) animan a promover "el discernimiento teológico y pastoral" sobre el tema de la poligamia y "el acompañamiento de las personas en uniones polígamas que se acercan a la fe".
El informe de síntesis concluye con un debate sobre el entorno digital. Nos anima a "llegar a la cultura actual en todos los espacios donde la gente busca sentido y amor, incluidos sus teléfonos móviles y tabletas", teniendo en cuenta, sin embargo, que Internet "también puede causar daños y perjuicios, a través de la intimidación, la desinformación, la explotación sexual y la adicción". Es urgente "reflexionar sobre cómo la comunidad cristiana puede ayudar a las familias a garantizar que el espacio en línea no sólo sea seguro, sino también espiritualmente vivificante".
Ver, La relazione di sintesi approvata e pubblicata sabato 28 ottobre 2023
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