El Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad, que comenzó en 2021, concluyó sus trabajos el sábado 26 de octubre de 2024 con la aprobación de un Documento final. Se clausuró el domingo 27 con la Eucaristía, durante la cual Francisco pronunció la homilía en presencia de los participantes en el Sínodo.
Esta doble ceremonia no pone fin al sínodo: por una parte, 10 grupos de trabajo se ocuparán de cuestiones demasiado delicadas para ser decididas precipitadamente; por otra, el documento final abre una nueva fase de la vida de la Iglesia, proponiendo orientaciones que ya están provocando diversas reacciones.
El sínodo ya había tomado un rumbo atípico. Inaugurado por el Papa Francisco en octubre de 2021 en Roma y por ceremonias similares en las Iglesias particulares, en agosto-septiembre de 2022 fue publicado el 1° Instrumentum Laboris, que recogía las aportaciones de esta fase pre-sinodal. Tras un período (septiembre de 2022 - marzo de 2023) de sínodos locales y regionales, se redactó el 2º Instrumentum Laboris en preparación de la 1ª Sesión (octubre de 2023) de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que dio lugar a un informe titulado «Una Iglesia sinodal en misión».
Distribuido a las Iglesias locales de cada país y diócesis y a otros organismos, el informe permitió a los fieles, obispos, sacerdotes y todas las partes interesadas debatir y formular recomendaciones que se convirtieron en el contenido del 3° Instrumentum Laboris de la 2ª Sesión de la Asamblea del 2 al 27 de octubre de 2024. Esta 2ª Sesión, llamada a profundizar en los temas de la primera, debía culminar en un documento final que presentaría al Papa Francisco recomendaciones que el Papa recogería, o no, en una exhortación apostólica.
El documento final del Sínodo
Este documento de 52 páginas, aprobado por los 355 miembros del Sínodo por mayoría de dos tercios de los votos, contiene propuestas para la renovación de la Iglesia: un papel más amplio para la mujer, una mayor participación de los laicos en la toma de decisiones, y reformas estructurales. Organizado en cinco secciones que reclaman cinco formas de conversión -espiritual, relacional, procedural, institucional y misionera-, pide el fortalecimiento de los consejos pastorales a nivel parroquial y diocesano, aboga por asambleas eclesiásticas periódicas a todos los niveles de la Iglesia y por el diálogo ecuménico.
Aboga también por un concepto de autoridad sinodal, porque «la autoridad del obispo, del colegio episcopal y del obispo de Roma» es «inviolable», pero no «ilimitada». Esto implica una revisión del Derecho Canónico para aclarar «la distinción y la relación entre consulta y deliberación» y la responsabilidad de los «diferentes roles» en la toma de decisiones.
El documento afirma que «no hay razón ni obstáculo» que impida el liderazgo de las mujeres en la Iglesia, aunque «la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal sigue abierta». Se amplía considerablemente la participación de las mujeres en la formación del clero y su mayor implicación en los procesos de toma de decisiones de la Iglesia, así como el papel de los fieles laicos en el gobierno de la Iglesia. Por último, el Sínodo propone nuevos procedimientos para la selección y evaluación de los obispos.
En su discurso a la sesión final del Sínodo, el Papa Francisco declaró que el camino sinodal había «concluido» y que había comenzado la fase de aplicación, porque la sinodalidad es una «dimensión constitutiva de la Iglesia». No publicará una exhortación apostólica postsinodal, pero aprobó sin reservas el documento final, que contiene «indicaciones muy concretas» para poner en práctica las conclusiones de la asamblea.
De esta manera el Papa vislumbraba una nueva visión del ejercicio de la autoridad pontificia y una nueva forma de ser Iglesia, lo que ha provocado elogios: François fait entrer l’Église dans le troisième millénaire (Francisco está llevando a la Iglesia al tercer milenio) como reacciones negativas: ¿nos dirigimos vers un collectivisme ecclésial laïcisé et féminisé ? (hacia un colectivismo eclesial secularizado y feminizado?) Así, el documento final del Sínodo - Per una Chiesa sinodale: comunione, partecipazione, missione, por el momento sólo en su versión italiana- ya es objeto de diferentes enfoques. Basta con mencionar tres de ellos.
Un enfoque reductor
ALETEIA, siempre crítica con una Iglesia considerada demasiado tradicionalista, titula su comentario, Synode : les cinq articles les plus contestés du Document final (Sínodo: los cinco artículos más discutidos del Documento final). Se trata de los artículos votados y adoptados por una mayoría de dos tercios, pero impugnados por una minoría. Estos artículos son largos y complejos: es difícil identificar qué partes son impugnadas, pero ALETEIA hace su propia selección.
Por ejemplo, en el artículo 60, que habla de la igual dignidad, en virtud del Bautismo, del hombre y la mujer, y pide un mayor reconocimiento de los carismas femeninos, de su vocación y de su lugar en la vida de la Iglesia, ALETEIA se detiene tan solo en «la reflexión sobre el diaconado femenino», que sigue abierta.
El artículo 125, muy articulado, habla de las Conferencias Episcopales, que «expresan y realizan la colegialidad de los obispos», para la comunión entre las Iglesias y un servicio pastoral eficaz. ALETEIA se centra únicamente en «la autoridad doctrinal de las Conferencias Episcopales».
Existe un vínculo entre liturgia y sinodalidad, y el artículo 27 habla de la pluralidad de culturas y tradiciones que deben adoptarse para que las celebraciones de la Iglesia tengan un rostro sinodal y sean más expresivas. ALETEIA sólo menciona «una liturgia y una predicación más sinodales».
En el artículo 148, la Asamblea pide la revisión de la Ratio Fundamentalis para la formación sacerdotal, prevé la presencia de la mujer en la formación de los sacerdotes, su integración en la vida cotidiana de las comunidades y la educación para la colaboración y la missio ad gentes. «No menos necesaria es la formación de los obispos, para que puedan «asumir mejor su misión» y «ejercer su autoridad con estilo sinodal». ALETEIA reduce el artículo a «Más mujeres en los seminarios».
Por último, el artículo 92 reafirma que «la estructura jerárquica de la Iglesia» es irrenunciable, pero, añade, «no es incondicional». Es necesario un proceso consultivo a través de órganos de participación y «una oposición entre consulta y deliberación es, por tanto, inadecuada». El voto meramente consultivo al que se refiere el Derecho Canónico debe «ser examinado para eliminar cualquier ambigüedad». ALETEIA sólo habla de «órganos deliberativos de apoyo a los obispos».
Un enfoque crítico
Del lado más tradicionalista, Tribune chrétienne se pregunta si los pasos del sínodo son fieles al espíritu de la Iglesia o si anuncian una «época que podría alejarse de los fundamentos fieles al Espíritu»: el documento final «plantea profundas cuestiones sobre la identidad misma de la Iglesia católica». He aquí una lista de algunas de ellas.
Los miembros del Sínodo votaron cada uno de los párrafos del documento que aborda temas delicados como el papel ampliado de la mujer, la importancia de la participación de los laicos y la toma de decisiones colectiva. Al adoptar este documento tal cual, aprobado por votación democrática sin publicar una Exhortación Apostólica, el Papa lo ha colocado «en el corazón del Magisterio de la Iglesia». ¿No socava esto la autoridad papal?
El documento afirma que «no hay razón para impedir que las mujeres asuman funciones de liderazgo en la Iglesia» ¿no es esto «una pendiente resbaladiza que podría amenazar la estructura sacramental de la Iglesia?»
En el documento, los laicos ocupan un lugar destacado, participando más activamente en las asambleas sinodales y en los procesos de discernimiento. Aunque su compromiso es loable, ¿no es imperativo preguntarse: a qué precio?
El documento final aboga por un equilibrio entre la autoridad sinodal y la autoridad episcopal. ¿Qué significa esta «autoridad sinodal»? ¿Es coherente con el principio de jerarquía en la Iglesia católica?
El documento pide una amplia consulta que incluya voces de fuera de la Iglesia católica. Abrirse a otras Iglesias es beneficioso, pero ¿no se corre el riesgo de diluir la doctrina católica? ¿Estamos sacrificando los fundamentos de la fe por un enfoque más colectivo y menos doctrinal?
El Papa Francisco declara que «el camino sinodal está terminado». La Tribune chrétienne se pregunta: «es legítimo interrogarse sobre el futuro de la Iglesia», porque estas propuestas, aunque loables, «podrían significar un abandono de la verdadera misión de la Iglesia».
Un enfoque ideológico
Las cinco novedades que guiarán el gobierno de la Iglesia católica (Les cinq nouveautés qui vont guider la gouvernance de l'Église catholique), escribe Jean-Marie Guénois para Le Figaro.
La primera innovación. Dar más responsabilidades a los laicos es una descentralización sin precedentes de la toma de decisiones eclesial. «La pugnacidad de las 58 mujeres, con el apoyo de numerosos prelados», hace que la promoción de la mujer en la Iglesia sea irreversible, aunque se haya aplazado la ordenación de mujeres diáconos. Al participar en la formación y el discernimiento de los candidatos a sacerdotes, las mujeres están asumiendo un papel muy relevante.
La segunda es menos espectacular pero extremadamente significativa: el papa Francisco promulgó el texto votado por la asamblea sin una exhortación apostólica que pudiera modificar o excluir las medidas votadas por el sínodo. De este modo, el documento sinodal se convierte en un acto de magisterio a disposición de todos. Fiel a su método, Francisco experimenta reformas sobre la marcha, y este sínodo, del que se esperaban reformas espectaculares, se ha vuelto en una especie de experimento: toda la Iglesia debe cambiar sus métodos de trabajo y sus procesos de toma de decisiones adoptando el método sinodal, del que Francisco está dando ejemplo a través de la práctica democrática, aunque el Vaticano haya reiterado que este documento no es prescriptivo.
Tercera novedad. Este proceso eclesial, en el que todos tienen voz, implica control y «evaluaciones» por parte de la base de los que ejercen responsabilidades: párrocos, obispos, nuncios apostólicos, conferencia episcopal, dicasterios romanos. «La transparencia y la rendición de cuentas no sólo deben exigirse en casos de abusos sexuales, económicos o de otro tipo», dice una propuesta. También se refieren al estilo de vida de los pastores, a los planes pastorales, a los métodos de evangelización y al modo en que la Iglesia respeta la dignidad de la persona humana. Incluso la «sinodalidad» y el «rendimiento» de los ministerios y misiones dentro de la Iglesia están sujetos a evaluación para comprobar «los progresos realizados». Los «consejos pastorales diocesanos, los consejos pastorales parroquiales, los consejos para los asuntos económicos» previstos por el derecho canónico podrían, pues, hacerse «obligatorios».
Cuarta novedad. Los laicos podrán celebrar «bautizos y matrimonios»; sólo la homilía de los laicos, y de las mujeres, no ha recibido el apoyo suficiente para formalizarse. Mientras se valora a los laicos, los obispos se encuentran un tanto desacralizados, no en su responsabilidad espiritual, sino en su falibilidad humana: los fieles no deben «cultivar expectativas excesivas y poco realistas sobre el obispo», que también es un hermano frágil. Por tanto, debe ejercerse «un discernimiento más valiente de lo que pertenece propiamente al ministerio ordenado y de lo que puede y debe delegarse en otros».
Quinta novedad: la subsidiariedad entre el Vaticano y las Iglesias locales podría alterar el equilibrio altamente centralizado de la Santa Sede. Este era el objetivo de las siete «asambleas eclesiales continentales» celebradas en 2023 para preparar este sínodo. Esta nueva estructura organizativa requiere un estatuto teológico y canónico más claro, «de modo que se puedan aprovechar sus potencialidades para el ulterior desarrollo de una Iglesia sinodal». El Vaticano ya no será dominante frente a las conferencias episcopales, puesto que «antes de publicar documentos normativos importantes, se invita a los dicasterios [romanos]» a consultar a las conferencias episcopales. Conviene, pues, identificar las materias reservadas al Papa y «las que pueden ser remitidas a los obispos en sus Iglesias o grupos de Iglesias». ¿Esta descentralización debilitará la autoridad papal? La autoridad de Roma es «inalienable», pero «no es incondicional».
¿Qué conclusión sacar de este Sínodo?
En su discurso final al sínodo, el Papa definió el documento final, y por tanto el sínodo, como un triple regalo.
Un regalo para el propio Papa. Por ello expresa su gratitud a los obispos y al Pueblo de Dios e insiste en la importancia de la escucha y de la armonía que da el Espíritu a la Iglesia. Anima a la Iglesia a abrir sus puertas sin levantar muros, y a los hombres y mujeres de la Iglesia a acoger «a todos, a todos, a todos», porque todos están llamados a la misericordia.
Un regalo para el Pueblo de Dios. El Documento es una guía del Espíritu para las Iglesias locales. No todos lo leerán. Corresponde pues a los obispos y a los sacerdotes hacer accesible su contenido a sus comunidades, a todos los fieles, porque el testimonio colectivo es esencial.
Un regalo para el mundo entero. La experiencia sinodal de la concordia no es algo que deba guardarse para uno mismo: todos deben comprometerse por la paz, mediante actos concretos de diálogo y reconciliación. El camino sinodal, traducido en acción y animado por el Espíritu Santo, es fuente de concordia, y toda la Iglesia debe estar abierta, inclusiva y en sintonía con los desafíos contemporáneos. La Iglesia está llamada a dar prioridad a la escucha y a la cercanía a los que sufren, a los pobres, a los oprimidos y marginados, a las víctimas de la violencia y a los emigrantes. Si el Espíritu Santo guía a la Iglesia, en el planteamiento sinodal, la autoridad eclesial debe incluir a laicos, religiosos y sacerdotes. Esto exige una conversión hacia una «autoridad más relacional», donde las diferencias se conviertan en fuentes de riqueza y unidad: es «posible caminar juntos en la diversidad», pero a partir de ahora «las palabras compartidas deben ir acompañadas de hechos». El documento final sin el testimonio pierde gran parte de su valor.
En la misa de clausura del Sínodo en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco invitó a los fieles a inspirarse en la historia del ciego Bartimeo: curado por Jesús, se puso en camino para seguirle. Bartimeo «representa esa ceguera interior que nos bloquea, nos hace permanecer sentados, nos deja inmóviles en los márgenes de la vida, sin esperanza». Una «Iglesia sentada que, casi sin darse cuenta, se retira de la vida y se confina a los márgenes de la realidad, es una Iglesia que corre el riesgo de permanecer ciega y de instalarse en su propio malestar», afirmó.
El Sínodo pide a la Iglesia que sea dinámica, que responda a los desafíos contemporáneos: «No necesitamos una Iglesia que se siente y se rinda, sino una Iglesia que acoja el grito del mundo y se ensucie las manos para servirlo», clamó el Papa. La Iglesia, como Bartimeo, en lugar de quedarse congelada en el sufrimiento, se levanta para servir con valentía y esperanza: de este modo, la sinodalidad llama a una conversión misionera: animados por la fuerza del Evangelio, los fieles llevan la alegría del Evangelio, son una Iglesia misionera activa.
Francisco también eligió citar fragmentos de La danse de la vie, de Madeleine Delbrêl, a quien describió como una mística de las periferias: «Ayúdanos a vivir nuestra vida, no como una partida de ajedrez donde todo está calculado, no como un partido donde todo es difícil, no como un teorema que nos rompe la cabeza, sino como una fiesta sin fin donde tu encuentro se renueva, como una danza, en los brazos de tu gracia, en la música universal del amor». Sus palabras son una inspiración para toda la Iglesia: «Hay lugares donde sopla el Espíritu, pero hay un Espíritu que sopla en todos los lugares».
Para Andrés Tornielli, director editorial laico de los medios de comunicación vaticanos, citado por Le Figaro, el sínodo «pide un cambio de mentalidad. Nos pide que no consideremos la sinodalidad como una tarea burocrática que hay que realizar de forma paternalista con algunas pequeñas reformas superficiales». Se trata de crear «una nueva imagen de la Iglesia en la que las estructuras eclesiales ya no representen el lugar al que deben acudir los laicos, sino un soporte para el servicio que el pueblo de Dios realiza en el mundo». El objetivo del Sínodo era y sigue siendo relanzar a la Iglesia hacia la misión: «El horizonte de este texto, que el Papa Francisco ha querido dar inmediatamente a toda la Iglesia, es la misión».
¿Palabras que alimentan la esperanza, o esperanza que se alimenta de palabras?
Deje un comentario