En un largo discurso pronunciado ante los participantes en el congreso en el Vaticano sobre el reparto de responsabilidades entre sacerdotes y laicos, el Papa subrayó el 18 de febrero pasado que la necesaria valorización de los laicos no depende de la disminución del número de sacerdotes ni de la voluntad de responder a las reivindicaciones.
Para el Papa, se basa en una "visión correcta de la Iglesia" en la que los laicos y los clérigos como bautizados están investidos todo al servicio de la misión.
En el marco del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida organizó para los responsables de las comisiones episcopales para los laicos un congreso internacional sobre el tema "Pastores y fieles laicos llamados a caminar juntos". Más de 200 personas -la mitad de ellas laicos- de todo el mundo acudieron a Roma para el evento, que tuvo lugar del 16 al 18 de febrero pasado.
Durante la audiencia, el Papa presentó su sueño de una "eclesiología integral" en la que laicos y clérigos avancen juntos y no de forma autónoma o paralela.
La separación, la tentación "más grave" del momento
El Papa comenzó pintando un panorama desolador de una Iglesia donde "el clero está separado de los laicos", "las personas consagradas se separan del clero y de los fieles", "la fe intelectual de ciertas élites se separa de la fe popular", "la Curia romana se separa de las Iglesias particulares", "los obispos se separan de los sacerdotes", "los jóvenes se separan de los ancianos" o "los cónyuges y las familias se implican poco en la vida comunitaria" y, por último, "los movimientos carismáticos se separan de las parroquias". Para el Papa, esta tendencia es la tentación "más grave" del momento.
Por el contrario, se trata de redescubrir una unidad orientada hacia la misión. Para romper este sentimiento de "clases" en la Iglesia, el Papa invitó a considerar a cada uno de sus miembros no según su título o función, sino en cuanto "persona bautizada".
A continuación, señaló que en el Nuevo Testamento no aparece la palabra "laico". "Se habla de creyentes, discípulos, hermanos, santos", señaló. Para el Papa, es necesario volver a los orígenes y a lo esencial: "Somos bautizados, cristianos, discípulos de Jesús. Todo lo demás es secundario". Improvisando, el Papa hizo sonreír a la asamblea: "Pero, Padre, ¿incluso un sacerdote? - Sí, es secundario - ¿incluso un obispo? - Sí, es secundario - ¿Incluso un cardenal? - Es secundario.
Los laicos no son "invitados".
De este modo, el Papa quiso cortar de raíz los rumores de que el aumento de poder de los laicos respondía a las exigencias del mundo contemporáneo. "La necesidad de valorizar a los laicos no depende de ninguna novedad teológica, ni siquiera de exigencias funcionales
ligadas a la reducción del número de sacerdotes; tampoco deriva de exigencias categóricas dirigidas a conceder revancha a quienes han sido marginados en el pasado", afirmó, añadiendo que en realidad se basa en "una visión correcta de la Iglesia". "Los fieles laicos no son huéspedes en la Iglesia, están en su casa", volvió a insistir, subrayando también la importancia de valorar el lugar de la mujer.
En un segundo momento, detalló los lugares donde debe darse la colaboración entre laicos y clérigos: catequesis y formación, estructura de gobierno, administración de bienes, planificación y ejecución de programas pastorales, etc. Los laicos también deben poder "ayudar en el acompañamiento espiritual de otros laicos y contribuir a la formación de seminaristas y religiosos", enumeró el Papa Francisco.
Para establecer esta cultura, el Papa dijo que los sacerdotes deben ser formados, desde el seminario, en la colaboración diaria y ordinaria con los laicos. El reto es que esta "comunión viva se convierta para ellos en un modo natural de actuar, y no en un hecho extraordinario y ocasional".
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