Tal vez deberíamos preocuparnos un poco menos por Kamala Harris, Donald Trump y Joe Biden y mucho más por los muchos Thomas Coooks. Un chico joven, víctima y al mismo tiempo cómplice del que no sabemos nada porque no hay nada que saber.
Crooks, el niño que sube al tejado para disparar al candidato, es para mí la figura clave del drama americano. Es él, Thomas Crooks, el incel universal (de in-voluntary cel-ibate), la única subjetividad de interés en el mundo estadounidense presa de una gigantesca convulsión psicótica. El que se manifiesta de repente en la azotea de un almacén vestido con un traje militar gris es el mismo fantasma que Gala Hernández busca en La mecánica de los fluidos.
Ni Trump, ni Biden, ni la turba vociferante de racistas entusiasmados con el Mesías esquivando balas y levantando el puño, ni los demócratas preocupados que Estados Unidos se precipiten a un abismo indescifrable. Ellos tienen el poder, pero no son el fulcro de la historia. El sujeto de la historia es Thomas Crooks, el niño del que no sabemos nada porque no hay nada que saber.
"Un perdedor inteligente y engreído", lo llaman los investigadores. “Sus intenciones pueden haber estado menos motivadas políticamente y más dirigidas al objetivo de conseguir junto a él [Trump] un perfil más alto. Crooks parece similar a las docenas de otros jóvenes que han causado estragos en Estados Unidos en los últimos años con potentes rifles de asalto. Tenía pocos amigos íntimos, iba a menudo a disparar a un campo de tiro local y no parecía tener opiniones firmes que hicieran pensar en un asesinato por motivos políticos. Cuanto más sabemos, menos comprendemos el motivo exacto" (Juliette Kayyem, ex secretaria adjunta del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y analista de seguridad nacional de la CNN).
“Cuanto más sabemos, menos entendemos", dice el investigador que intenta descifrar el comportamiento del chico. Eso está muy bien: por lo que sabemos, a Thomas le importaba un bledo quién era ese tal Trump, o al menos muy poco. Con la misma diligente atención habría disparado a Biden o a cualquier otro famoso cuya fama pudiera reverberar sobre él.
Al Narciso suicida no le interesa el contenido político de su acción. Su acción tiene un carácter meta-político, incluso metafísico. Es el mundo entero el que se quiere borrar, con ese gesto que no sólo pretende matar, sino sobre todo suicidarse.
Crooks es el proletario de la hiper-máquina digital, es la otra cara del tecno-optimismo. Es el trabajador cognitivo precario que escribe software por unos pocos dólares. Es el consumidor compulsivo de estímulos electrónicos. Es el objetivo de todas las campañas promocionales de las empresas de alta tecnología, es la víctima del bombardeo neuro-informativo. El héroe suicida, aplastado por una miseria psíquica y sexual que la retórica política no puede en modo alguno comprender.
En el instituto Bethel Park le conocían como un alumno preparado y callado. Sus compañeros le hacían bullying varias veces, a este chico lleno de furúnculos que aparece sonriendo en la foto. Le gustaba jugar al ajedrez, disfrutaba con los videojuegos y estaba aprendiendo lenguajes de programación. Sus compañeros dicen que quería entrar en el equipo de tiro del colegio, pero no le admitieron porque en las pruebas había demostrado que no tenía buena puntería.
En 2023, la agencia de inversiones Black Rock rodó una película publicitaria en la escuela, y Thomas aparece en una escena. Black Rock retiró la película de la circulación inmediatamente después del atentado en el que murió Thomas.
Había sido admitido en la Universidad de Pittsburgh y también en la Universidad Robert Morris. Era un buen estudiante. Podría haber hecho sus estudios y luego una carrera como ingeniero o algo así. Habría ganado un sueldo ligeramente superior a la media. De sus opiniones políticas no sabemos mucho, de hecho sólo información contradictoria: dio 15 dólares a una campaña demócrata en 2022, luego en el último periodo se inscribió en el censo electoral republicano.
¿Por qué este niño cogió un día el rifle de su padre y se dirigió diligentemente a Butler, donde se celebraba el mitin electoral de Donald Trump? ¿Qué representaba para él el hombre de los colores naranja? Y sobre todo: ¿qué clase de mermelada es el cerebro de EEUU, este pueblo de colonos armados que se dispone a deportar a extranjeros hispanos o mahometanos que han cruzado fronteras super-protegidas y se materializan como pesadillas paranoicas?
La mecánica de los fluidos
La mecánica de los fluidos de Gala Hernández López comienza con un mensaje de un Anathematic incel anarquista anunciando su suicidio. Tras este mensaje Anathematic no da más señales de vida, en esa semivida que viven los trolls, los avatares, en definitiva los alter egos de una generación que ha aprendido más palabras de una máquina que de una voz humana. En lugar del inconsciente, esta generación debe tener algún tipo de prótesis conectiva, que pero no funciona muy bien, evidentemente, de modo que el inconsciente, encapsulado en la jaula digital, produce monstruos.
Félix Guattari hablaba de Inconscient machinique (máquina inconsciente), mucho antes de que la máquina digital penetrara en la dinámica de la mente. Hoy sabemos que el inconsciente conectivo es incompatible con el orden simbólico conjuntivo: lo digital recodifica el lenguaje, pero lo hace incapaz de acceder a la dinámica fluida de la afectividad, del deseo, de la amistad.
El lenguaje recombinante no es compatible con los flujos psíquicos. Deteriora la amistad cuando la mente sólo funciona por oposiciones binarias: el formato conectivo de la mente, aunque optimiza la recombinación funcional, le impide unirse empáticamente con otras mentes. Una especie de soledad sistémica resulta de esta incompetencia conjuntiva, y genera una ola de depresión.
La cura ‘Trump’
La sociedad estadounidense está asolada por una depresión sistémica y Trump es la cura, como Hitler fue la cura para la depresión sistémica de la sociedad alemana hace un siglo. La depresión, la drogadicción y la toxicomanía son el telón de fondo narrativo de la novela de J.D. Vance, el elegido de Trump para la vicepresidencia. Trump es la expresión del pueblo de la Segunda Enmienda (racismo armado), Vance es la expresión del pueblo del Fentanyl (epidemia depresiva).
Recordemos cómo resultó la cura de Hitler, y tratemos de imaginar cómo resultará la cura de Trump. Hitler desató energías psíquicas hacia un chivo expiatorio que estaba dentro de la sociedad europea, y que había que eliminar. El chivo expiatorio Trump-Vance, el alien criminal, es más indefinido, más grande, más inexpugnable. De momento, parece que la cura Trump-Vance podrá compactar a un cuerpo mayoritario de la sociedad estadounidense.
La galaxia incel
La galaxia incel es una reserva electoral para Trump, Angela Nagel ya lo había visto en su libro de 2017 Kill all normies. En La Mecánica de los fluidos, el narrador de la película (la voz de Gala) cuenta la búsqueda del Anathematic anarquista incel que en 2017 creó un grupo de 17.000 usuarios en Reddit llamado braincels (cerebritos). Gala nunca conoció a este tipo salvo a través de sus postes, y le llamó la atención su último mensaje, aquel en el que Anathematic anuncia su suicidio.
Soy suicida y lo soy desde hace semanas.
Ya no hay nadie que pueda salvarme.
Mi familia no me ayuda, al hospital no le importo una mierda.
Y no soy capaz de ayudarme a mí mismo.
Esto se debe a que la cultura americana considera a la gente como yo como basura.
La sangre de miles de personas como yo está en las manos de Estados Unidos.
Mi único deseo es convertirme en mártir.
Anathematic envió este mensaje y luego desapareció, y Gala lo busca en los infinitos meandros de la semi-existencia, aventurándose en el universo online de la soledad sexual contemporánea, la Manosfera (una red online de comunidades sexistas): un universo saturado de timidez agresiva, individualismo exaltado y repulsión por lo femenino. Y, sobre todo, de sufrimiento rabioso.
Gala lo busca en las ilimitadas praderas digitales. Lo busca en los innumerables vídeos en los que machos tímidos o agresivos, barbudos o lampiños, expresan su visión de un mundo sin hembras. Muchos de ellos se filman en la cabina de un coche. Algunos en un pequeño dormitorio con carteles pegados en la pared. Todos dicen fucking cada tres palabras.
Luego Gala recorre el Universo Tinder (el universo cebo), 26 millones de citas al día, almas que se buscan en un desierto que tiene su centro en un edificio de Silicon Valley y sus terminales en todos los barrios del mundo. Se buscan para no encontrarse nunca, basándose en un algoritmo que evalúa su atractivo sexual. Pero sí, asegura el amo de Tinder, muchos matrimonios han sido posibles gracias a Tinder. El mercado de cuerpos disponibles o no al sexo empezó hace mucho tiempo, cuando Facebook nació en 2004 para este mismo mercado.
Me pregunto si el punto de contagio está en uno de sus foros de hombres solitarios, dice Gala, mientras un oleaje arrastra los botes. Entonces entra en el mundo de los videojuegos, donde hombres vestidos de metal con cascos y visores electrónicos matan a todos los que aparecen en la pantalla.
Hay un foro que recoge mensajes de tíos que se han suicidado. Una tumba colectiva para incel. Hay sitios que publican poemas de incels suicidas.
Ojos saltones apuntaban al hombre
Mientras su par de ojos miraban fijamente a su espalda
La multitud estaba furiosa por el último acto
Un último truco antes de separarse
Feliz de haberse dado por satisfecho, agarró la sierra que separaba su torso de sus piernas.
Víctimas y verdugos del futuro reich
Desde que vi Elephant, de Gus Van Sant, la figura del niño asesino me ha hipnotizado. En esa película se cuenta la historia de los dos chicos que en 1999 fueron a su colegio, en Columbine (EEUU), armados con metralletas, y dispararon contra sus compañeros, matando a quince de ellos. En Columbine comenzó una masacre interminable: puedes encontrar el relato en Gun violence map, un sitio que lleva la cuenta de los muertos, los heridos, los suicidios.
En 2015 escribí un libro sobre esta matanza interminable, porque me parecía que en este fenómeno estaba la clave para entender Estados Unidos, la implosión psíquica de un país aterrador que arde cada vez más rápido, pero que por desgracia no arderá sin que arda también el resto del mundo. Ahora estoy más convencido que nunca de que la palabra sociópata se utilizaba correctamente antaño para describir al tipo de enfermos mentales que odian a sus semejantes hasta el punto de desearles el mal y hacer todo lo posible por atormentarlos. Me temo que este término ya no sirve para definir una categoría específica de enfermos mentales, porque la sociopatía es ahora un carácter universal de la humanidad, formado en el distanciamiento digital, y luego pasado por el distanciamiento pandémico.
Hay toda una industria de cripto-drones al servicio de esta sociedad sociópata: los drones y la criptografía te permiten matar anónimamente a alguien a quien nunca has visto la cara. Muchos lo hacen sólo just for fun (solo por diversión).
Los que no han pasado por la sociopatía sólo pueden buscar vías de escape y nichos en los que esconderse. Huir.
Gunther Anders escribió en 1962: "La técnica que el Tercer Reich ha iniciado a gran escala aún no ha llegado a los confines de la tierra, aún no es 'tecno-totalitaria'. Todavía no ha llegado la noche. El horror del reino venidero superará con creces el de ayer, que, en comparación, sólo parecerá un teatro experimental provinciano, un ensayo general del totalitarismo disfrazado de ideología estúpida". Y añade: "Podemos esperar que los horrores del Reich futuro eclipsen los horrores del Reich del pasado; cuando un día nuestros hijos o nietos, orgullosos de su perfecta co-mecanización, miren desde las alturas de su imperio milenario al Reich de ayer, éste les parecerá un experimento menor y provinciano" (Anders: Nosotros, los hijos de Eichmann p. 66).
Ahora los nietos de Anders son testigos del triunfo del Nuevo Tercer Reich, que ya no se limita a Alemania, sino que se extiende por toda la tierra, como un monstruo de muchas cabezas, armado con dispositivos exterminadores. Anders comprendió que la historia que nos contaron después del 45 era una fábula falsa, o tal vez una ilusión óptica. La muerte de Hitler, la destrucción de la Alemania nazi no fue en absoluto el final del horror, sino el final de su comienzo, la derrota de un primer intento inmaduro. Ahora lo vemos claro, el monstruo ha resurgido, con un nuevo disfraz multicolor, y con un equipo enormemente más poderoso. Invencible. Eterno.
Hitler está en todas partes en 2024, ataviado con diferentes chaquetas, y en todas partes promete genocidio, en todas partes despliega guardias armados en la frontera, en todas partes azota, ahorca, tortura. Gaza es el símbolo de la era venidera.
El suicidio es el comportamiento más racional para miles de millones de individuos destinados al suplicio, pero en general se ven frenados por motivos irracionales: la ilusión de que el mañana podría ser mejor, el miedo a la nada. Algunos, cada vez más numerosos, eligen el suicidio policial, el suicidio facilitado por un policía que irrumpe en escena y le dispara en la cabeza para interrumpir su acción.
Poco a poco el ejército de suicidas se extiende, llevando la muerte a los supermercados, las escuelas, las iglesias, las calles, con armas mortíferas guardadas en la bodega junto con las mermeladas y las botellas de vino malo. Esta es la guerra civil más probable en la próxima América de Trump.
Thomas Crooks es la víctima involuntaria y, al mismo tiempo, el cómplice. También él, Narciso mefistofélico, quiere unirse a la fiesta, y dispara al tipo de pelo naranja que habla, sea quien sea, diga lo que diga.
Aquí están entrelazados en un abrazo triunfal, ¿quién puede decir quién es la víctima y quién el agresor?
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