Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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¿El lenguaje digital también es bíblico?

Avvenire 22.03.2024 Bruno Forte Traducido por: Jpic-jp.org

‘Semina verbi’, se encuentran por todas partes. ¿Existe el riesgo de «verlos» incluso donde no están? ¿O es vocación del creyente reconocerlos incluso donde son inesperados? El lenguaje digital recupera un sentido antiguo: volver a una relación perdida, restablecer el contacto, reabrir los lenguajes de la comunicación es lo que hacen quienes «convierten» el código de un archivo...

En la búsqueda por leer algunas huellas de la nostalgia de Dios en los abigarrados aspectos de la cultura actual, me gustaría recordar el lenguaje de un universo que ya es más que familiar para gran parte de la humanidad: el de la «red». «Guardar», «convertir» son algunas de las expresiones más utilizadas en el uso de los ordenadores y de la red, significativas hasta el punto de excluir del uso fructífero de las herramientas informáticas a quienes no saben acceder a los procesos que indican. Estas palabras clave me parecen reveladoras de una expectativa, profunda y extendida mucho más allá de la conciencia explícita que se pueda tener de ella. Son palabras con una fuerte connotación teológica: en el mundo de la fe bíblica y, por ende, de la teología, la ignorancia de los significados que evocan estas dos expresiones puede comprometer el conjunto, es decir, la totalidad y la fecundidad del acercamiento a la revelación, del mismo modo que la misma ignorancia en su uso en el ordenador comprometería su funcionalidad.

Web y la Biblia parecen, por tanto, necesitar de forma similar de los procesos señalados por los verbos «salvar» y «convertir». Es esta observación, tan simple como intrigante, la que da pie a la pregunta: ¿ocultan estos términos posibles anhelos de trascendencia? Y si es así, ¿en qué forma? Intentaré responder a estas preguntas examinando las dos expresiones tal y como se utilizan en los lenguajes de la Red, y comparando después el significado resultante con los significados teológicos análogos de las mismas fórmulas.

To save - salvar: resistirse al olvido ha sido una angustia del pensamiento humano desde sus orígenes. «Salvar los fenómenos» es para Aristóteles y la gran filosofía griega la tarea del logos. Allí donde todo parece ser fugacidad, un fragmento que viene de la nada y cae en ella, la pasión del filósofo se muda en la de resistir a la decadencia, en la de defender el don o el tormento de existir. Por eso la filosofía surge allí donde la amenaza de la pérdida inexorable aparece con más fuerza: «el pathos del filósofo», escribe Platón, «es tò thaumàzeiv» (Teeteto 155 D), una expresión que dice tanto «maravilla» como «terror». Donde hay peligro, allí el miedo se une al asombro, la sorpresa se une al miedo: allí, mayor es la necesidad de salvación. «Donde mayor es el peligro, allí también crece / lo que salva», recita una copla de Hölderlin (Patmos, vv. 2-3).

La salvación es defensa contra la nada, baluarte contra la disolución, custodia del ser. Para satisfacer esta necesidad nace la escritura: detener el pensamiento en unos signos, prepararlo para un nuevo acceso, una nueva comunicación. Éste es el sueño de toda «escritura»: salvar a lo que es mortal deteniéndolo. Y, sin embargo, la voracidad de la nada parece más codiciosa: Platón lo comprendió en su memorable crítica de la escritura, contenida en la parte final de «Fedro», donde insiste en que la escritura no es una «droga de la memoria» y no sustituye sus funciones. La escritura es como un «juego» en comparación con el compromiso de seriedad que requiere la oralidad; Platón llega incluso a afirmar que filósofo es quien es capaz de salir al rescate de sus escritos mostrando su debilidad, «basándose en aquellas cosas de mayor valor que no ha puesto por escrito» (Fedro, 278 C-E).

Y, sin embargo, allí donde se han perdido las tradiciones orales, las huellas de la memoria reposan precisamente en aquellos monumentos, pequeños o grandes, donde la escritura las ha salvado. Salvar aparece entonces como una operación necesaria, aunque no absoluta: la pequeña salvación que ofrece la escritura, esa misma pequeña salvación que dicta el verbo salvar en el uso informático, apela a un Otro, que salva lo salvado recordándolo, sirviéndose de ello, dándole nueva vida. El Otro en cuestión según la fe bíblica es el Creador y el Señor, el Origen y el Fin, el Custodio y el Vientre acogedor. La salvación que está en juego en las palabras de la revelación no es la protección de una hora, de una estación, incluso de un tiempo infinito. Es la acogida en la vida sin fin, es la eternidad ofrecida en el tiempo.

De este lugar de aterrizaje, el lenguaje de la red es una pálida huella, un signo de la nostalgia que todos tenemos de él. Y, sin embargo, salvar es un signo de trascendencia, un signo en la dirección de Otro, hacia el que estamos orientados, para el que estamos hechos. «Tú has hecho nuestro corazón para Ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti": con estas palabras Agustín (Confesiones, I, 1) se hace voz de una sed originaria, la de la salvación, y se ofrece como testigo del Otro que necesitamos para vivir y para morir. Todo acto de «salvar» es una huella de este anhelo que es en nosotros más fuerte y profundo que cualquier conciencia que podamos tener de él: incluso el humilde proceso de «salvar» vinculado al mundo de la red.

Sin embargo, «salvar» no es suficiente: si lo que se ha salvado ya no pudiera ser alcanzado por la continua evolución de los lenguajes web, la resistencia al olvido sería vana. Como cualquier lenguaje, el lenguaje informático evoluciona y cambia: la «volatilidad» del material recogido y guardado parece ser la gran debilidad del mundo web. Si el libro resiste con la palpabilidad de sus páginas, los archivos viven las temporadas de los programas en los que fueron escritos. La indescifrabilidad de algunos escritos es ya una barrera para la usabilidad de los datos, que han costado tiempo, ingenio y esfuerzo. Es necesario «salvar» lo «salvado»: esta operación de «salvación» al cuadrado es el proceso indicado por la expresión «convertir». Hay que pasar una lengua a otra, sin perder nada de los datos originales.

«Convertir» es también en el mundo de la web la expresión de la lucha contra el paso del tiempo, destinada a expresar el señorío de la continuidad sobre la fragmentación y los saltos en el ingenio y la creatividad de los sujetos humanos. Donde «salvar» denota la custodia del presente, «convertir» señala la posibilidad de crear puentes entre las soledades salvadas. Salvar es la victoria sobre la fugacidad del instante: convertir es el triunfo sobre la incomunicabilidad de los tiempos posteriores y la mutua extrañeza de lugares y sujetos. En realidad, éste es también el sentido original de la expresión en la tradición bíblica: teshuvà, la palabra hebrea traducida como «conversión», significa el acto de volver. Mientras que el griego metànoia y el latín conversio hacen de la conversión un acto del sujeto que cambia de mentalidad o dirige sus pasos hacia otra parte, el hebreo deja claro que la conversión es el acontecimiento de una relación redescubierta.

Lo demuestra claramente la transposición evangélica de la idea de shuv - «retorno» - y teshuvà - «conversión» - en la parábola del Hijo Pródigo o del Padre Misericordioso (cf. Lucas 15). El lenguaje de la web recupera este sentido: volver a una relación perdida, restablecer un contacto significativo, reabrir los lenguajes de la comunicación es lo que hacen quienes «convierten» el código de un archivo en otro que lo haga legible. Por supuesto, en el mundo de la informática, se trata de tiempos diferentes expresados en lenguajes diferentes, hechos accesibles al usuario actual. En el mundo de la fe, la relación redescubierta es la del hombre con el Dios de la misericordia y el perdón. Sin embargo, la analogía no es menos importante: al igual que en el universo bíblico, en el mundo de la informática «convertirse» es el proceso que atestigua la importancia vital de la relación y la comunicación entre personas diferentes.

Leer en el lema convertir la nostalgia de una relación reencontrada y restablecida es, pues, todo menos que arbitrario. Aun así, en los lenguajes informáticos, la necesidad de salvación y de reconciliación se manifiesta -más de lo que se podría suponer- en el fondo de nuestros corazones inquietos, hoy como ayer y siempre, todos llevamos dentro, seamos o no conscientes de ello: la necesidad y la espera del Otro, del que venimos y al que estamos llamados a volver...

Ver, Cattolici e cultura. Il teologo Forte: anche il linguaggio del digitale è biblico

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